Un trozo del renacimiento en el centro de la capital mexicana
Más de 200.000 personas han visitado las exposiciones que protagonizan Da Vinci y Miguel Ángel en el palacio de Bellas Artes
Son las once de la mañana de un caprichoso día veraniego en la Ciudad de México. El palacio de Bellas Artes, una de los edificios más emblemáticos de la capital mexicana, abre sus puertas para los centenares que se apuestan a sus costados. Son niños, mujeres, hombres, familias enteras y algunos han viajado grandes distancias solo para esperar otras tres horas de fila para entrar. ¿La razón? Las exposiciones Miguel Ángel Buonarroti. Un artista entre dos mundos y Leonardo Da Vinci y la idea de la belleza, que han logrado convocar a más de 200.000 personas en dos meses desde su apertura el 26 de junio.
La prolongada espera para entrar a las exposiciones recuerda a las largas filas aledañas a la Galería de los Uffizi en Florencia. Pero toma unos segundos darse cuenta de las diferencias. El ruido del Centro Histórico de una de las mayores metrópolis de América Latina (desde banda hasta techno, todo sonando al mismo tiempo) e incluso revendedores que ofrecen una entrada a la exposición: "¿Un boleto para el recorrido de la una, güerita?". El billete, en la taquilla, cuesta 49 pesos, unos tres dólares.
Más de 200.000 personas han asistido a las exposiciones desde su apertura, el pasado 26 de junio
Martha Segura García, de 52 años, ha viajado desde Tlalnepantla para asistir. Quería llevar a sus dos nietos: Salvador y Érika. Para llegar hasta aquí, se despertaron a primera hora de la mañana, han pasado dos horas formados bajo el sol y finalmente otra espera de unos 15 minutos antes de ingresar al recinto. "Tenía ganas de que vieran cosas que uno no ve normalmente en México". Las muestras reúnen once piezas originales de Leonardo Da Vinci, entre ellas el códice donde el genio describe el vuelo de las aves, y dibujos, documentos, óleos y esculturas de Miguel Ángel. La exposición está acompañada por obras de otros 26 autores.
Martha y sus nietos son muchos de las familias enteras que acuden al sitio. La exposición sobre Miguel Ángel subraya la influencia del renacentismo en el arte colonial novohispano. Junto a la figura del Cristo Portacroce del maestro hay una pequeña figura del San Sebastián que es el símbolo de uno de los barrios de Xochimilco. La explicación señala el realismo en las figuras; una de ellas, la humilde evocación de la obra de un maestro. Otro boceto muestra el Zócalo de la capital mexicana en el siglo XVII y explica que hubo un proyecto que buscó transformar la principal plaza de México en una obra arquitectónica inspirada los proyectos que Miguel Ángel efectuó en Roma. "Mira el grabadito, es una belleza", comenta un hombre a su esposa no muy lejos.
La exposición sobre Miguel Ángel subraya la influencia del renacentismo en el aret colonial novohispano
Es tanta la afluencia de asistentes que los pasillos, aun en un día entre semana, están atestados. "Nomás no se recarguen", pide uno de los ayudantes. Por un lado, hay una miniatura del techo de la Capilla Sixtina; un poco más adelante está uno de los primeros bocetos de El Juicio Final, que muestra el rostro del Jesús que vigila los cónclaves papales.
En una sala contigua está El códice sobre el vuelo de las aves, de Leonardo Da Vinci, que ocupa uno de los sitios más importantes. Una joven comenta a su madre, anciana, que las letras están al revés "porque escribía frente a un espejo". La muestra es más bien pequeña en comparación al enorme éxito de convocatoria que tuvo la exposición. Más cuando se tiene en cuenta que México es un país que dedica solamente 18,3 millones de pesos al gasto cultural (una cantidad que no suma ni el 1% de los 4 mil 700 millones que suma el presupuesto oficial de egresos) y que, además, tiene uno de los índices más bajos de lectura en país. Solo cuatro de cada 10 mexicanos ha pisado una librería en su vida, de acuerdo con un estudio de Casa del Libro México.
Al final del recorrido, un niño llena la pantalla interactiva que recoge las opiniones de los visitantes ante la mirada de los adultos que le acompañan. "¿Por qué vino a la exposición?". "Para acompañar a alguien", pincha. En las calificaciones, en todas pone la mayor nota. "¿Cuántas veces ha venido al Palacio de Bellas Artes?", pregunta la encuesta. La madre sugiere: "Pon dos...". El niño revira: "No, mamá, ¡Una!".
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