Ada Grossi, la voz italiana que luchó contra el fascismo
Combatió desde las ondas de radio al bando franquista durante la Guerra Civil y al régimen de Mussolini en la clandestinidad
La napolitana Ada Grossi, voz radiofónica del antifascismo en la Guerra Civil española, murió el pasado sábado a los 98 años. Italia la recuerda como la mujer decidida que utilizó su voz para luchar contra el totalitarismo.
Tuvo que salir de Italia porque su padre, el abogado socialista Carmine Cesare Grossi, era perseguido y se vio obligada a exiliarse. Huyeron a Buenos Aires pero, tras unos meses en Argentina, la joven hizo gala de su determinación y decidió viajar, con solo 19 años, a España. Era 1936 y estaba convencida de querer ayudar al bando republicano. Lo hizo a su particular modo, sin empuñar las armas sino con su voz, que difundía a través de las emisoras Unión Radio Barcelona y Radio Spagna Libera, que también emitía desde la capital catalana.
Dedicó su juventud al antifascismo y combatió en las ondas y en varios idiomas tanto a Benito Mussolini como a Francisco Franco, aunque se implicó de forma especial en el conflicto español.
En Italia trabajó para Radio Libertà, donde se convirtió en “la voz del pueblo” en una radio que carecía de personal y de medios, por lo que se vio obligada a trabajar en la clandestinidad. Su objetivo era informar a los partisanos, desde una estación radiofónica no militar, del transcurso de la guerra y, al mismo tiempo, trasmitir la amenaza que suponía el fascismo tanto en Italia como en España. Sus mensajes se centraron en defender la democracia y ofrecer información fidedigna sobre la realidad de la guerra frente a los mensajes de la propaganda fascista.
Combatió por la libertad de expresión y lo hizo con un carácter fuerte que combinó con la dulzura necesaria para organizar una emisora radiofónica en las circunstancias de la guerra. Aunque los estatutos de creación de Radio Libertà establecían que cesarían las emisiones una vez terminada la guerra en Italia, la radio continuó con su programación durante varios meses.
Tras su muerte, los diarios napolitanos la recuerdan como una persona “tímida y modesta” que cayó en el mismo saco en el que están otros “héroes olvidados de la resistencia”, aunque le reconocen ser la “clara imagen de la libertad”.
“Un personaje extraordinario”. Así la califica el periódico La Reppublica, que recuerda que desde su juventud “dedicó su vida a ayudar a los exiliados y a solidarizarse con ellos a través de las ondas”.
Grossi no formó nunca parte de la vida política tras terminar la guerra, como sí hicieron otros de sus compañeros, pero hay historiadores italianos que le atribuyen la autoría del artículo 21 de la Constitución, el que consagra la libertad de expresión.
Vivió sus últimos años en Nápoles, su ciudad natal, en la que los vecinos la veían pasar con su aspecto de mujer anciana de ojos azules que, a pesar de la edad, todavía se emocionaba al encontrar cartas conservadas de la época en la que combatió el fascismo. Unos últimos años en los que disfrutó de la libertad, la paz y la justicia, valores que negó el fascismo pero en los que ella siempre creyó.
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