Estados Unidos... de Arlés
Los Encuentros, una de las grandes citas mundiales de la fotografía, tienen esta vez al paisaje americano como eje central
Sucede cada mes de julio desde hace 46 veranos: centenares de profesionales y aficionados a la fotografía se aglomeran en las calles de Arlés, la pintoresca ciudad por la que también pasaron, en su día, artistas tan célebres como Van Gogh y Picasso. Durante la primera semana del mes, toda la fotografía del planeta se da cita en la capital de la Camarga para dialogar sobre el estado del sector, a través de varias decenas de exposiciones que aspiran a condensar tendencias y apuntar vías de futuro. Los Encuentros de Fotografía de Arlés, el principal festival fotográfico que se celebra en Europa, acaban de abrir sus puertas esta semana con 35 muestras que marcan un capítulo nuevo en la larga historia del certamen, que congrega a cerca de 100.000 visitantes entre julio y septiembre.
El nuevo director de los Encuentros, Sam Stourdzé, exdirector del Museo del Elíseo en Lausana, ha apostado por abrir la cita a las temáticas transversales, la hibridación con el resto de disciplinas y la emergencia de nuevos talentos. “Me opongo al conformismo que suele caracterizar a los museos. Arlés tiene que ser un lugar de libertad y experimentación, que dé cuenta de los procesos de contaminación entre la imagen y el resto de las artes”, afirma. “Se tiene que convertir en un observatorio de confluencias y disonancias, algo así como una radioscopia de la fotografía en 2015”. Stourdzé también ha procurado mirar hacia el pasado, aunque sea para dirigirle una mirada diferente. En el surtido programa de exposiciones sobresalen las retrospectivas que aspiran a revisar la trayectoria de dos maestros de la fotografía estadounidense, Stephen Shore y Walker Evans, desde ángulos distintos a los habituales. En los setenta, Shore hizo las maletas, se subió a un coche de alquiler y exploró el territorio estadounidense durante ocho años, que pasaría retratando los centros comerciales de Ohio, los aparcamientos de Michigan, las calles de Massachussetts, las piscinas de Florida y las gasolineras de Los Ángeles, como si aspirara a describir un paisaje alterado por el hombre.
Sus imágenes, recogidas en una muestra coproducida con la Fundación Mapfre, se han convertido hoy en auténticos iconos que dan cuenta de una cualidad vernácula en su cultura. Pero también se han prestado a algunos malentendidos. ¿Aspiraba Shore a celebrar ese paisaje con el mismo asombro de los primeros colonos, como se ha dicho a veces, o más bien a criticar los efectos que las fuerzas económicas tuvieron sobre él? “Ni una cosa ni la otra”, respondía ayer el fotógrafo, sentado en el vestíbulo del mítico hotel Nord-Pinus de Arlés. “Lo que me interesaba era la complejidad existente entre esos dos extremos. Formé parte de una generación de fotógrafos que quiso observar ese paisaje sin una intencionalidad precisa. Si no han pasado de moda, es porque lograron reflejar un pedazo de la realidad”.
Walker Evans, pionero
El primer libro de fotografía que poseyó estaba firmado por Walker Evans, de quien Shore se considera algo así como un hijo espiritual. La muestra que Arlés dedica al pionero de la fotografía recoge las publicaciones originales donde aparecieron sus imágenes a partir de los años 20. Celebró las vidas anónimas que tiraban adelante al país en tiempos de dificultad y posterior abundancia subido a automóviles y vagones de tren. Recorrió el Misisipí de Faulkner, los music halls de Chicago, las playas de Santa Mónica y el puerto de Nueva York. La prensa de la época quiso ver en sus fotos una celebración de la American way of life.“Evans captura a los trabajadores más habilidosos y versátiles de todo el mundo (…), ciudadanos de una nación victoriosa y poderosa”, escribió la revista Fortune, para la que trabajó a menudo, en el texto casi propagandístico que acompañaba a una de sus series en los 40.
“Evans no quiso glorificar ni hundir su cultura, o más bien hizo ambas cosas a la vez. Él lograba ver una panorámica completa, con sus tonos blancos y negros. No retrataba a ángeles, sino a personas. Sus sujetos crean tanta identificación como rechazo en quien los observa”, afirma Jerry Thompson, quien fue su asistente en los setenta, invitado a Arlés. “Margaret Burke-White celebró el poder estadounidense y Dorothea Lange sintió piedad por sus personajes. Evans no hizo ni una cosa ni la otra”.
Este road trip por el paisaje estadounidense se completa con la muestra que recoge la colección privada de los arquitectos Robert Venturi y Denise Scott Brown, que en los 60 y 70 recorrieron los hoteles, casinos y drive-ins de Las Vegas para escribir un influyente ensayo sobre el urbanismo contemporáneo. El holandés Toon Michiels concluye este trayecto con sus imágenes de los moteles de carretera en Nevada, cuyos neones fotografió de día y de noche, tal vez examinando esas luces y sombras del mito que siguen vehiculando hoy.
Las cuatro exposiciones imprescindibles
Total Records
Turismo de la desolación
Fellini, ‘Ocho y medio’ en color.
Paraísos fiscales
La exposición más sorprendente de esta edición de los Encuentros corresponde sin duda alguna a la de las portadas de vinilos realizadas por grandes fotógrafos, desde David Bailey para los Rolling Stones hasta Alberto García-Alix para Camarón de la Isla. Toda una historia alternativa de la fotografía.
El fotógrafo francés Ambroise Tézenas recorrió los lugares dedicados a recordar catástrofes y masacres, desde el campo de exterminio de Auschwitz hasta el tour que recuerda el paso del Katrina por Nueva Orleans, o el increíble circuito turístico que conmemora el genocidio en Ruanda.
Las imágenes que Paul Ronald disparó en el rodaje de la película. Entre ellas, las de Marcello Mastroianni, Claudia Cardinale, Anouk Aimée...
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