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CÁMARA OCULTA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Agur, Florentino

Gracias al tesón de Soria y al de otros como él, bastantes películas pudieron ser vistas

En una ocasión le pregunté a Florentino Soria por los criterios que había en aquella censura que se ejercía tan denostadamente en tiempos de Franco, especialmente contra el cine, y en cuyo comité él participó durante varios años. Y él se remitió a las circunstancias de un tiempo que hemos olvidado o no conocido. Era mejor, decía, estar dentro que fuera, convencido de que gracias a su tesón y al de otros como él, bastantes películas pudieron ser vistas y no prohibidas, o no tan masacradas por cortes como lo fueron muchas. Recordó las frecuentes discusiones internas del comité con las autoridades del momento y las películas que consiguieron salvar de la hoguera.

Florentino era un hombre de buena fe y defendía el posibilismo, “la tendencia a aprovechar para la realización de determinados ideales las posibilidades existentes aunque no sean afines a aquellos”, como lo define la RAE. Y eso hizo él a lo largo de su vida, acabada ahora cuando iba a cumplir 98 años. Lo hizo como fundador de varios cineclubs en un tiempo en que ese era el único medio para ver películas interesantes, y como profesor de guión en la Escuela de Cine, actividad que desarrolló durante 18 años. Y como articulista, guionista, como director de la Filmoteca Española, entonces Filmoteca Nacional, y como subdirector de la Dirección General de Cine (hoy ICAA) en los primeros años sesenta, cuando se impulsó desde el Gobierno la existencia de un “nuevo cine español”. En todas sus actividades hizo honradamente lo que pudo.

A Florentino Soria le divertía intervenir en las películas de Berlanga, que le utilizaba como elemento cómico dado su aspecto de hombre poco agraciado. Berlanga y él fueron buenos amigos. Colaboraron en el guión del corto Paseo por una guerra antigua, en 1948, y en el de Calabuch, que obtuvo el premio de la Oficina Católica del Cine en el festival de Venecia de 1956. Escribió otros guiones y como actor tuvo una “carrera” breve con papeles pequeños, siempre en películas dirigidas por amigos o por quienes le cayeran bien.

Con la muerte de Florentino Soria se ha ido parte de una época cuyos secretos se van con él. Como los de la censura, por ejemplo. De ahí que sea cada vez más necesario y urgente el proyecto que actualmente tiene la Academia de Cine de recoger testimonios de los componentes de una generación que ha sido fundamental en la historia de nuestro cine, no siempre respetada ni bien entendida.

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