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universos paralelos
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Nacía la Gran Música Negra

Diego A. Manrique
Art Ensemble of Chicago.
Art Ensemble of Chicago.

Este fin de semana, se ha conmemorado en Chicago el medio siglo de la AACM, la Asociación para el Avance de los Músicos Creativos. Y es cosa de celebrar. Hubo colectivos de músicos anteriores, como el Jazz Composers Guild (Nueva York) o la Underground Musicians’ Association (Los Ángeles), y posteriores, como el Black Artists Group (St. Louis), pero únicamente los de Chicago han resistido.

Bajo el paraguas de la AACM, fuimos descubriendo a Anthony Braxton, Henry Threadgill, Muhal Richard Abrams, Leroy Jenkins, Chico Freeman, Fred Anderson, Wadada Leo Smith, George Lewis y, los más visibles, el dream team del Art Ensemble of Chicago. Rechazaban la etiqueta de jazz y preferían denominar lo que hacían como “Gran Música Negra, de lo Antiguo al Futuro”. Aunque, para consternación de los intérpretes, los aficionados lo traducían automáticamente como free jazz.

La apuesta era radical: interpretar música propia, con o sin partituras, ocasionalmente usando instrumentos inventados. En el caso del Art Ensemble of Chicago, aportaban un componente teatral que supuestamente les conectaba con el África mítica (como hizo otro vecino de Chicago, Sun Ra, con el Egipto de los faraones). Cuando llegaron a Francia, se encontraron con una discográfica abierta (BYG Records) y un puñado de críticos engagés, dispuestos a reescribir la historia del jazz a la luz de Mayo del 68.

En las entrevistas de estos días, los fundadores de la AACM justifican el nacimiento de la asociación como una apuesta por la supervivencia: en Chicago, desaparecían los clubes de jazz y, con ellos, el modus vivendi de los músicos; comprendieron que solo podrían ser escuchados si se montaban sus propios conciertos.

Habría que discutírselo. A mediados de los años sesenta, Chicago era uno de los principales centros de producción de música negra; muchos músicos se mantenían con trabajos de estudio y directo mientras desarrollaban proyectos personales. No eran mundos distantes: algunos de los insurgentes de la AACM tenían contacto con Charles Stepney, el fantasioso productor y arreglador de Chess Records. El jazz del momento, conviene recordarlo, todavía entraba en las listas de ventas estadounidenses: The sidewinder (Lee Morgan), las diversas versiones de Watermelon man (Herbie Hancock), los sucesivos éxitos de Ramsey Lewis (otro nativo de Chicago, por cierto), los numerosos organistas que seguían la pista de Jimmy Smith.

En realidad, el AACM fue un acto de autodeterminación y separatismo. Rara vez se mezclaron con músicos blancos, más allá de puntuales citas en algún estudio de grabación (así, Lester Bowie apareció en un disco de David Bowie, Black tie White noise); sí bien en los últimos tiempos han acogido a creadores de origen asiático, apenas han dialogado con la población hispana de Chicago. Más preocupante: su filosofía de experimentación los alejó precisamente del público del gueto.

Y tampoco conectaron con las sucesivas escenas que han caracterizado a Chicago como gran incubadora de vanguardias. Puede que fuera una cuestión generacional pero los veteranos de la AACM nunca interactuaron con el house local (Marshall Jefferson, Frankie Knuckles), el rock industrial tipo Ministry, el post-rock de Tortoise, el hip-hop de Kanye West o Chance The Rapper. Finalmente, las semillas de la AACM prendieron fuera de la ciudad: en el downtown neoyorquino y en los círculos europeos de la “música improvisada”.

El programa de actos del quincuagésimo aniversario abarca exposiciones en museos, talleres, mesas redondas y estrenos en “prestigiosos teatros”. La AACM ha conquistado la respetabilidad de la alta cultura y eso incluye atractivas prebendas: becas, encargos, puestos educativos. No sorprende que la historia oficiosa del colectivo -A power stronger than itself: The AACM and american experimental music, de George E. Lewis- esté lastrada por la jerga académica.

A su escala, la AACM ha triunfado: se renueva gracias a su escuela de música, se ha hecho un hueco en la creación subvencionada. A cambio, eso sí, de romper con el mainstream de la cultura afroamericana. Su elitismo explica que dejara el campo libre para Wynton Marsalis, una figura carismática que se alzó con el santo y la limosna: redefinió el jazz desde posturas conservacionistas y, podría afirmarse, conservadoras.

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