Inés Fernández Ordóñez: “El discurso político devalúa las palabras”
La filóloga madrileña, de 54 años, es académica de la lengua desde 2008. Le perturban los anglicismos y la comunicación superficial
¿Alguna palabra que se haya manchado últimamente? Me desagradan los anglicismos que se generalizan. Como “implementar”, en vez de poner en marcha. Un calco del inglés. ¡Y “aplicar” por solicitar!
¿Le irrita? Lo tolero, pero cuando has aprendido a utilizar una palabra con un significado cualquier modificación del hábito se siente como una incorrección.
¿Alguna palabra vomitiva que haya escuchado? Creo que hay que procurar no escuchar tanto a los políticos y escuchar a otro tipo de gente. En el discurso político se ponen de moda ciertas palabras y acaban perdiendo su valor.
¿Por ejemplo? “Regeneración” es una palabra que tiene diversos sentidos según la utilice un partido u otro. ¡Pero no quiero hablar tanto de política!
¿Por qué hoy tanta gente siente hartazgo ante la palabra política? Quizá por un cansancio de las formas, quizá porque las sociedades necesitan una renovación cada cierto tiempo y cambiar los protagonistas de la historia. Cuando una sociedad se enquista y los protagonistas siempre son los mismos hay un deseo de renovación. También ha habido abusos desde la función pública que producen ese rechazo.
¿Qué habría que regenerar? La responsabilidad con uno mismo y con los demás, tener una actitud responsable con las generaciones futuras. Esa actitud no siempre la presencias en el ámbito público.
Lo que decía Cortázar: “No se culpe a nadie”. Sí. No sólo podemos culpar a los políticos sino al conjunto de la sociedad; ese tipo de comportamientos poco responsables lo puedes encontrar en el vecino.
¿Una palabra que debemos guardar? “la trilogía kantiana: verdad, bondad y belleza”
¿Nos perjudica la abundancia en la Red? Creo que vamos a una sociedad un poco enloquecida. En mi trabajo antes sobre todo investigábamos; ahora nos comunicamos por correos electrónicos. La facilidad de comunicación produce falta de reflexión; el exceso perjudica. Tienes la sensación de ser un muñeco al que le van dando tortas.
Nos venden que nos comunicamos más que nunca. Pero de una forma muy superficial, estás todo el día recibiendo y enviando correos electrónicos.
Hay palabras que se vacían: bondad, verdad, libertad, consenso... Una cosa es lo que significan y otra el discurso que se hace con ellas. Libertad sigue significando lo mismo; lo que te repugna es el discurso que se construye con ella... Los discursos que se hacen hoy con esas palabras no tienen la autenticidad o la sinceridad con que se implantaron entre nosotros.
¿Habría pues palabras lesionadas? Sí, si atendemos a los que nos dicen los periódicos sobre los políticos... Deberíamos quitar protagonismo a los políticos en la prensa, no dedicarles el 60% del espacio sino el 10%.
¿Y el resto a quién? A la gente que hace bien su trabajo. En un periódico hay secciones dedicadas al poder económico, al poder político, ¿pero dónde está en los periódicos la gente que hace bien su trabajo, el buen matemático, el buen ingeniero, el buen operario? Esta gente no tiene hueco en los periódicos. Deberíamos pensar en un periodismo más reflexivo y de trabajar más a largo plazo.
¿Nos ve irreflexivos? Los veo muy inmediatos; nuestra propia relación con los periódicos tiene ese carácter. Veo que los chicos están enganchados a Facebook y a Twitter; nosotros, a buscar noticias nuevas en el iPad o en el teléfono, y creo que sí, que falta reflexión y profundización.
¿Alguna palabra que debe guardarse como por ejemplo el metro iridiado? Podríamos usar la trilogía kantiana: verdad-bondad-belleza. Aquello que es bueno es bello, y también es verdad.
Babelia
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