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Loquillo: “Fui pandillero. El ‘rock‘n’roll’ es mi escuela”

El músico catalán publica 'Código rocker', un disco con el trío de 'rockabilly' Nu Niles

Fernando Navarro
Loquillo, en Madrid.
Loquillo, en Madrid.Uly Martin

Con sus paredes y muebles en madera, su suelo enmoquetado y sus luminosas lámparas, el bar del hotel Melia Fénix tiene un aire majestuoso, a medio camino entre el salón de ceremonias del Titanic y un lujoso restaurante neoyorquino propio de un capítulo de Mad men. A pequeños pasos pero con el porte de un coloso, que llama la atención aunque intentase hacerse pasar por una estatua de mármol del hall, aparece Loquillo. A los cinco minutos de conversación, ya ha dado tres titulares y hace que hasta curiosas anomalías, como hablar de la delincuencia y las pandillas callejeras de Barcelona en los setenta en un escenario tan ostentoso, no parezcan importar.

Loquillo dice que se ha rencontrado consigo mismo y que ha vuelto a sus orígenes”, esto es, al rock'n'roll, “la música de la disidencia y que ve el filo”, el sonido que lo catapultó al estrellato hace algo más de tres décadas. “Tenía que volver a casa. Tenía que reiniciar el proceso. Cuando tienes un ordenador sobrecargado lo apagas, lo actualizas y lo reinicias”, asegura después de pedir un café con leche y un chupito de whisky. Este reinicio tiene un nombre: Código rocker (Warner), el disco en el que vuelve a lucir orgulloso la cazadora de cuero, la de los primeros días.

Aquellos días están asociados al rock'n'roll que marcó los primeros pasos de aquel joven de casi dos metros, salido de las calles de una excitada Barcelona postfranquista, muy distinta de la metrópoli turística de nuestros días. “He sido pandillero. Me he criado en los ambientes de rock de Barcelona y esa es mi escuela. Este disco tiene mucho que ver con eso y con una actitud frente a la mediocridad, con las alarmas emocionales, con el hecho de no olvidar de dónde vienes. Me lo debía”, explica sobre este álbum que ha grabado en “menos de una semana” con Nu Niles, el potentísimo trío catalán de rockabilly, desconocido para el gran público pese a su éxito en el extranjero.

Entonces, con su atrevido tupé, su voz chulesca y sus canciones de romanticismo urbano, Loquillo se presentó en la espuma de la movida madrileña y la música española de los ochenta como el nuevo macarra del barrio. Y hoy, casi cuatro décadas después, sigue con el mismo corte: hablando sin pelos en la lengua, desafiante, con la misma convicción aplastante sobre sí mismo y sobre su entorno. “Para nosotros el rock'n'roll era Lou Reed, Gene Vicent y Vince Taylor, los tres se vestían de cuero. Ahora es simplemente música. Cuando nosotros lo hacíamos a finales de los setenta, se movía en una fina línea divisoria entre música y delincuencia”, explica. “En Barcelona hay un odio acérrimo al rock'n'roll. La escena se fue haciendo mediocre por la ortodoxia, por gente mediocre que no veía más allá de lo que tenía enfrente. Además, en este país cuando a una banda la oyen cantar en castellano, la ponen de vuelta y media. Este disco lo que pretende es darle en la cara a esa gente”, cuenta.

Con el contagioso ritmo machacón del rockabilly de Nu Niles, que desprenden el aroma de incunables del rock'n'roll primigenio, Loquillo se versiona a sí mismo (Quiero un camión, Eres un rocker...) y a otros (I fought the law de The Clash o El tren de la costa de Los Sírex). “Algunos pueden pensar que es un paso atrás, pero, en realidad, es un paso atrás para dar dos para adelante”, dice después de reconocer que lo aplazó durante años hasta que, tras la gira de Las Naves de los Locos, decidió que quería cambiar el estado de las cosas. Esta es mi cuarta invención del Loco. No soporto a esos artistas que hacen todos los discos iguales. Es como follar siempre en la misma posición, en la del misionero”, asegura.

Tras la publicación de Cuero español, Feo, fuerte y formal o Arte y ensayo, recopilatorios y directos, Loquillo es, posiblemente, más Loquillo que nunca, intentando entrar de nuevo en comunión con ese chaval que montaba en las motos Triumph que se ven en la portada del nuevo disco y que terminó convirtiéndose en una auténtica rock'n'roll star, tal y como él mismo cantaba con un vacile único y pese a sentirse durante dos décadas al margen de todo lo que estaba de moda: “Hubo un plan premeditado a principios de los noventa en la radio española para hacer de los oídos de los jóvenes un cero patatero. La premisa era: convirtámosles en eunucos musicales y coloquemos en unos años Operación Triunfo y volvamos a los años del tardo franquismo. Muchos se fueron a la mierda pero yo no. Fue duro pero ha terminado por ser favorecedor. Luego, el mundo indie denostó a toda la generación de los ochenta y no aprendieron de los mayores”. Y un Loquillo ya veterano hace un recordatorio antes de levantarse: “Los progres nos llaman rockeros pero estoy hasta los cojones: Somos rockers. Rockeros se utiliza para Sabina y Antonio Orozco. No somos iguales que ellos, ni queremos serlo. ¿Por qué los cantautores utilizan nuestra estética? ¿Por qué los políticos quieren ser estrellas del rock? ¡Vale ya! ¿Me hago yo una foto en una cueva de flamenco y me pongo a dar palmas? ¡Vale ya! Dejad nuestra estética”.

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Sobre la firma

Fernando Navarro
Redactor cultural, especializado en música. Pertenece a El País Semanal y es autor de La Ruta Norteamericana. Ejerce de crítico musical en Cadena Ser. Pasó por Efe, Abc, Ruta 66, Efe Eme y Rolling Stone. Ha escrito los libros Acordes Rotos, Martha, Maneras de vivir y Todo lo que importa sucede en las canciones. Es de Madrid.

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