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CRÍTICA | PRIDE
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ser, querer ser, no ser

De ambiciosa temática y desarrollo algo esquemático, 'Pride' encuentra la emoción cuando busca la verdad de sus personajes

Javier Ocaña
Fotograma de 'Pride'
Fotograma de 'Pride'

Como la gracia o el sentido del humor, el buen rollo no se puede forzar. O se tiene o no se tiene, pero nunca se debe intentar tenerlo, porque los empecinamientos en agarrar el estado suelen ser inversamente proporcionales a los esfuerzos y el ridículo está al acecho. Esto para la vida.

PRIDE

Dirección: Matthew Warchus.

Intérpretes: Ben Schnetzer, Bill Nighy, Paddy Considine, Dominic West, Imelda Staunton.

Género: comedia dramática. R U, 2014.

Duración: 119 minutos.

Su traducción para el cine es que las grandes películas de espíritu contagioso, las que aúnan divertimento, sentido del humor, buenos sentimientos y un cierto toque social, eso que los anglosajones llaman feel good movie, son las que alcanzan la gloria a través de sus personajes, de sus intenciones y sus sensaciones, sus acciones y sus interioridades. Los personajes determinan la historia. Sin embargo, en cuanto el guionista fuerza la situación y los pone a hacer cosas que den buen rollo, las alarmas estarán a punto de activarse. La intencionalidad mata el espíritu. En Pride, estimable película británica alrededor de un hecho real casi asentado en el estrambote, no llegan a sonar aunque deambule en variados momentos por esa fina línea que separa el buen rollo del curso intensivo de risoterapia. Fijando el objetivo en las grandes comedias sociales británicas del cambio de siglo, Billy Elliot y Full Monty, pero con el atisbo de su sucedáneo (Tocando el viento, por ejemplo), Pride hace del orgullo y la dignidad las bases de su historia, ambientada a principios de los 80 y protagonizada por un grupo de gais y lesbianas que se solidarizan con unos mineros galeses en huelga. El contraste, el reparto coral, y la poca plausibilidad de la situación (¡a pesar de ser real!), hace pensar en las maravillosas comedias de la Ealing, y la época thatcheriana, en la transgresión del Stephen Frears de Mi hermosa lavandería y Sammy y Rosie se lo montan.

De ambiciosa temática y desarrollo algo esquemático, Pride encuentra la emoción cuando busca la mirada cómplice y la verdad de sus personajes, y el resquemor cuando huye de los problemas por medio de bromas que buscan la risa más fácil. Como en la vida.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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