Robótica macarra
A Neill Blomkamp se le han caído hasta las metáforas. Si en District 9 y Elysium los planteamientos eran mejores que los desarrollos, en Chappie, su tercer largo, no le aguanta ni la esencia, calcada a la de Robocop. Si hasta ahora sus películas presentaban alegorías interesantes que se diluían, en Chappie el futuro director de la nueva entrega de la saga Alien está perdido desde el inicio.
CHAPPIE
Dirección: Neill Blomkamp.
Intérpretes: Dev Patel, Hugh Jackman, Sharlto Copley, Sigourney Weaver.
Género: ciencia-ficción. EE UU, 2015.
Duración: 120 minutos.
Enésima obra sobre la inteligencia artificial estrenada en los últimos meses, se supone que reflexiona acerca de los problemas de seguridad en ciertas grandes ciudades para que luego, como en Robocop, todo se desboque. Pero el retrato de personajes es delirante y el giro de guion que lleva al núcleo central de la historia, alargada hasta la extenuación, directamente idiota: ¿un fallo que hace que haya que educar al robot como a un bebé y que lo acaben haciendo unos macarras? Da para una gamberra comedia de serie B, no para un blockbuster de 50 millones de euros de presupuesto que, además, confirma los problemas técnicos y de puesta en escena del sudafricano: torpe, hortera, de música altisonante y con una fotografía horrenda.
Crear una película sobre la inteligencia artificial para presentar a un robot con tatuajes y medallones pandilleros diciendo todo el rato “¡Tío!” y “¡Puta-hijo!” (lamentable chiste sobre el cambio de orden del término hijoputa) produce sonrojo. Aunque al menos lega una frase con gracia: “¿A la consejera delegada de una gran empresa que cotiza en Bolsa quieres venderle que has creado un robot que sabe hacer poesía?”.
Babelia
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