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Raúl Zurita: “Vivimos la agonía del idioma”

El escritor chileno, investido doctor 'honoris causa' por la Universidad de Alicante, reivindica el lenguaje de la poesía frente al del comercio

Javier Rodríguez Marcos
El poeta chileno Raúl Zurita, retratado en Alicante.
El poeta chileno Raúl Zurita, retratado en Alicante.Pepe Olivares

Un doctorado y un resfriado. Como mínimo, eso se va a llevar de España Raúl Zurita (Santiago de Chile, 1950), que esta tarde acudirá al Centro José Hierro de Getafe y mañana, a la Casa Amèrica Catalunya de Barcelona. Lo hará con un doctorado bajo el brazo, el honoris causa que la semana pasada le concedió la Universidad de Alicante. El museo de esa institución alberga hasta mayo una exposición —Escritura material— dedicada al costado visual de la obra del poeta, más cercano al land art que a la literatura encerrada en un libro: si en 1982 hizo escribir 15 frases de 10 kilómetros en el cielo de Nueva York usando el humo de avionetas que habitualmente anunciaban la Coca-Cola, en 1993 excavó tres kilómetros de suelo para escribir en el desierto de Atacama “ni pena ni miedo”.

La muestra se suma al portal que la Biblioteca Virtual Cervantes ha consagrado al creador de una decena de títulos clave de la literatura reciente en español, los que van de Purgatorio (1979) a Zurita (2011). Publicado en Chile por la Universidad Diego Portales y en España por Editorial Delirio —que acaba de reeditar Canto a su amor desaparecido— el libro que lleva por título el apellido de su autor trata de dar cuenta en 700 páginas del desgarro que supuso el golpe de Estado de Pinochet el 11 de septiembre de 1973. Sin ese acontecimiento, que dio con sus huesos en la bodega de un barco usado como centro de detención, “no hubiera escrito una línea”, dice el escritor. De negro riguroso, Raúl Zurita avisa de su resfriado y de su párkinson y da las gracias por tanta atención. Apenas se le nota en la mejilla izquierda el corte que, desesperado, se hizo a sí mismo con un hierro candente en 1979.

Pregunta. ¿Qué es lo más exagerado que ha oído sobre usted estos días?

Respuesta. ¡Todo es exagerado! El próximo poema que voy a escribir pasado mañana va a tener las mismas dificultades, la misma angustia, la misma alegría si me sale que tendría hoy día. No quiero sonar desagradecido. Valoro el cariño pero lo que me importa es que el dios que no existe tenga la cortesía de permitirme escribir dos cositas que me gusten.

"La dictadura tuvo tal impacto que para expresarlo no servía ni el lenguaje nerudiano ni el de Nicanor Parra, había que llegar al arrasamiento"

P. ¿Cada nuevo poema es tan difícil como el primero? Alguna vez ha dicho que la dictadura le obligó a aprender a hablar de nuevo.

R. La dictadura tuvo tal impacto que para expresarlo no servía ni el lenguaje nerudiano ni el de Nicanor Parra, había que llegar al fondo al arrasamiento. Aquello fue la lucha por los significados, porque esos militares estaban manipulando las palabras.

P. ¿La poesía puede algo?

R. Un poema no puede competir con un eslogan de Nike, pero es la luz que devuelve los significados. Escuchas “Metro Gas: calor humano, calor natural” y ninguna palabra está diciendo lo que dice. Vivimos la agonía del idioma. Tú dices árbol y ellos, celulosa no sé cuál. Dicen que los jóvenes hablan cada vez con menos palaras. Es una estupidez, para decir “te quiero” solo hacen falta dos palabras. El peligro es la imposición del lenguaje del capital. La uniformización en base al lucro es una derrota.

P. ¿Sus intervenciones en el cielo de Nueva York o en el desierto de Chile buscan ampliar el territorio de la literatura?

R. Es ingenuo pensar que con eso he querido llegar a más gente. Para mí es la misma forma de expresión. Para mí el poema en el cielo es tan ortodoxo como el más clásico de los sonetos, entre otras cosas porque son cosas que han vivido años en mí. Ese poema yo me lo he imaginado en circunstancias atroces: dictadura, pobreza… y yo imaginando versos escritos en el cielo. Era una forma de no hundirme.

P. La cubierta de Purgatorio, lleva la fotografía de la cicatriz de su mejilla izquierda. ¿Quería purgar algo cuando se la rajó usted mismo?

"Si no eres capaz de matar a un hombre no eres un artista, pero si lo haces eres un repugnante asesino"

R. La historia es que el año 75 tuve una detención corta pero fue muy humillante. Entonces me acordé de la frase de Cristo: “Si te abofetean una mejilla pon la otra”. Yo estaba psicológicamente, económicamente pésimo. Por otro lado, me parecía ridículo suicidarse si estaban matando gente, pero estaba mal y aquello fue el colmo. Tampoco sabía muy bien lo que estaba haciendo. Fue un acto solitario. Después entendí que de ahí había partido algo. Un tipo totalmente solo que se quema la cara al final tiene que terminar en algo que al menos vislumbra la felicidad. Luego intenté cegarme con amoniaco. Me lo tiré, pero es tal el instinto que cerré los ojos. Afortunadamente no resultó, porque era una demencia.

P. Una demencia que pudo haberle matado.

R. El arte tiene vocación de extremo. Hay que ser capaz de tocar las zonas más oscuras. Un tipo dijo que quien no era capaz de escribir un soneto no era un poeta. El problema no es escribir un soneto, el problema es si eres capaz de matar a un hombre. Si no eres capaz de matar a un hombre no eres un artista, pero si lo haces eres un repugnante asesino. Exactamente en ese borde estás.

P. Y esa felicidad que vislumbraba, ¿llegó?

R. Mira, creo que a la larga sí. Me sorprende estar acá, haber sobrevivido a esos años, a mi propia autodestrucción. Hablar de felicidad es demasiado pero como ser humano y como poeta tengo una cierta paz, si es que se puede estar en paz con las cosas que están pasando.

"La poesía necesita una cierta radicalidad y pasión que mientras dure hará que no te conformes"

P. ¿Le ha decepcionado la democracia chilena?

R. Yo estaba feliz pero me duró cinco años. Había habido transacciones… Por supuesto no hay comparación con una dictadura, pero no diría que los que siguieron a Pinochet fueron años de democracia. Fue una consolidación del modelo neoliberal y de la injusticia. Un país que emerge de una dictadura es bastante detestable. Puedo entender que quieras olvidar, pero emergió un país arrogante, insolidario y vulgar. Recién ahora con los movimientos estudiantiles estoy empezando como a reconocerme en la sociedad chilena.

P. ¿La poesía lo tiene más difícil en una democracia? No persiguen a los poetas, les dan doctorados honoris causa, les publican las obras completas…

R. La poesía necesita una cierta radicalidad y pasión que mientras dure hará que no te conformes. No sé si lo que hago es bueno malo o mediocre, pero no puedo resignarme a hacer lo que se esperaría de un tipo a los 65 años: ponerse las pantuflas… Yo tengo parkinson y trabajo con mi vida, sin autocompasión, intentando llegar al fondo de mí mismo. Si llego es posible que llegue también al fondo de cualquier ser humano.

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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