¡Que vuelven los curas!
Se ha vuelto a implantar la religión católica en las escuelas, y siendo el ministro de Educación el mismo que de Cultura podría ser coherente que ahora se fomentaran las películas de curas, que fueron tan prolíficas en los largos años de posguerra, es decir hasta hace bien poco. El cine español se llenó de vidas de santos y de santas, de misioneros, capellanes castrenses, monjas canoras, curas heroicos y curitas divertidos, confesores doctos, párrocos de pueblo, de milagros…
Constituyeron un auténtico suplicio para el espectador, que debe de ser como lo que ahora el BOE llama el camino de la felicidad, imposible sin la fe. Vimos películas tristísimas en las que reinaban el dolor y la muerte y otras, musicales y pretendidamente alegres, pero que también solían acabar con ejemplos de abnegación y sacrificio. Crecimos atormentados con esas películas porque el cine español ha recogido, incluso sin pretenderlo, parte de la historia de nuestro país, y así era la tristura de la posguerra —de una guerra que la Iglesia bautizó como Cruzada—, protagonizada en buena medida por esos mismos curas y obispos. No sólo en la pantalla, sino también desde el púlpito, donde condenaban a quienes fueran a ver películas que ellos consideraban “gravemente peligrosas”. Así fue y así consta. Y cuando creíamos haber salido para siempre de aquella oscuridad, vemos que esta repta de nuevo recuperando sus viejas situaciones de privilegio. Claro que es broma pensar que el cine vaya a secundarles por decreto, pero hay maneras que van minando y acaban obligando, y nunca se sabe. Puesta la marcha atrás, la pendiente puede ser imparable.
El cine español se llenó en la posguerra de vidas de santos y monjas
Hay que reconocer que no todas las películas en que apareciera un cura o una monja tenían el mismo aire reaccionario, faltaría más, ni que éste fuera exclusiva de aquel cine español. Entre otros países, en México, por ejemplo, también fueron abundantes, aunque allí no padecieran una dictadura militar y además tuvieran la suerte de contar con Luis Buñuel a quien, por cierto, se prohibió en nuestro país —Viridiana— precisamente por influencias del Vaticano, que la consideró película blasfema.
Y es que España era y, a lo que se ve sigue siendo, diferente, aunque de momento, al menos, no hayan regresado al cine la censura eclesiástica ni la oficial. Dios nos libre…
Babelia
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