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cámara oculta
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Reivindicaciones

“No hay que hacer cine político, sino política con el cine”, declaró el presidente de la Academia española de cine Enrique González Macho poco antes de la pasada entrega de los Goya y, por lo tanto, días antes de su inesperada dimisión. La frase, ambigua, quizá mal transcrita, pudo responder a precauciones suyas ante la ceremonia, pero no se entiende que no deba hacerse cine con intenciones políticas. En las películas de los Oscar lo ha habido, desde el canto patriótico de Clint Eastwood con El francotirador a la amarga revisión histórica de la polaca Ida, la ácida negrura rusa de Leviatán, la crónica de la larga marcha de Martin Luther King en defensa de los legítimos derechos de la población negra, o el régimen de terror del extremismo islámico que se expone en Timbuktu… Hay películas para todo como en la ceremonia de Hollywood hubo reivindicaciones de distinto tono para cuestiones bien diversas. No es lógico el miedo español a que en los Goya se haga algo similar o se luzcan lazos reivindicativos.

En los Oscar se denunciaron las dificultades legales que sufren los emigrantes en Estados Unidos, que comentó el mexicano Iñárritu, ganador por Birdman; se defendió el derecho a ser diferentes, lo que fue expuesto por el guionista de The Imitation Game, que habla del genio inventivo de un homosexual oculto; se dijo que los sueldos que perciben las mujeres son muy inferiores a los de los hombres y, en definitiva se habló de la necesidad de seguir luchando por la libertad. “Es el deber de un artista reflejar los tiempos en que vivimos”, dijeron los ganadores de la mejor canción por Selma, añadiendo la acusación de que “hay actualmente más hombres negros en las cárceles de los que había en la esclavitud”... Los asistentes aplaudieron con vehemencia haciendo suyas estas declaraciones. Y no se publicaron luego acusaciones contra los oradores, no se les insultó ni se pidieron sus cabezas. Claro que a la ceremonia de Hollywood no asisten políticos ni representantes gubernamentales, no hay miedo de que se enfaden y puedan vengarse luego con disposiciones contra el cine y las gentes que lo hacen. Allí se aprovecha la tribuna para decir lo que se piensa y santas pascuas. Aunque eso sí, nada es perfecto: son igualitos a los españoles a la hora de los agradecimientos y el repetido I love you so much a la pareja de cada cual producía idéntico alipori.

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