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OBITUARIO

André Brink, un novelista que plantó cara al ‘apartheid’

Censurado por el régimen sudafricano, la adaptación de su obra ‘Una árida estación blanca’ triunfó en el cine

André Brink, escritor sudafricano, en 2009.
André Brink, escritor sudafricano, en 2009.ULF ANDERSEN

André Brink fue el primer escritor afrikáans (variante del neerlandés hablada en Sudáfrica) cuya obra fue prohibida durante los años del apartheid. La novela Kennis van die Aand (1973) no solo abordaba el tema de la tortura bajo la política de segregación racial, sino que además describía un romance apasionado entre un hombre mestizo y una mujer blanca. Traducida más tarde por el autor como Looking on Darkness (1974), marcó a Brink como un verraaier (traidor) a su pueblo. Dominee Koot Vorster, ministro de la Iglesia Holandesa Reformada y hermano del entonces primer ministro, John Vorster, observó: “Si esto es literatura, entonces un burdel es una escuela dominical”.

Brink fue el más destacado de una generación de jóvenes escritores disidentes en afrikáans a los que se conoció como “grupo de los sesenta”. Entre ellos estaban el novelista Etienne Leroux y el poeta Breyten Breytenbach, educados, como Brink, en los estrechos valores de la Sudáfrica provinciana. Pero todos ellos llegaron a desafiar con su escritura el estólido puritanismo y la política del racista Partido Nacional.

Pero por mucho que Brink se presentara como antagonista a los valores afrikáner, no dejaba de reconocer que “por idioma y color de piel” seguía siendo un miembro de la familia, con la que entabló una relación de amor-odio que exploró a lo largo de una prolífica carrera que abarcó novelas, obras teatrales, ensayos literarios y políticos, libros infantiles, traducciones y una autobiografía, A Fork in the Road (2009).

En esta última obra recordaba su infancia rural: descendiente de colonos holandeses establecidos en el país en el siglo XVIII, nació en 1935 en Vrede, una pequeña ciudad del Estado Libre de Orange, donde su padre, Daniel, ejercía como juez itinerante y su madre, Aletta, enseñaba inglés.

Brink fue testigo del brutal maltrato de la población negra que era aceptado como parte del orden natural de las cosas. Estudió afrikáans en la Universidad de Potchefstroom (ahora incorporada a la Universidad del Noroeste). Consciente del papel del idioma en la emancipación de los afrikáner, se afilió a la Broederbond, la sociedad secreta que dominaba la política nacionalista.

Pero su postura cambió cuando en 1960 viajó becado a París con su primera mujer, Estelle. La masacre de Sharpeville en marzo de ese año, en la que la policía sudafricana mató a 69 manifestantes negros, confirmó su creciente conciencia del error monstruoso de su gente, y a su regreso, el año siguiente, decidió desafiar la moral afrikáner en la ficción, mientras enseñaba Literatura Neerlandesa y Afrikáans en la Universidad Rhodes. Su primera novela, Lobola vir die Lewe (1962) inició el proceso. Pero, como escribiera en 1970: “Ningún escritor en afrikáans ha intentado todavía plantear un desafío político sólido al sistema... Parece que no contamos con nadie con redaños para decir ‘no”.

Esta situación cambió con Looking on Darkness, escrita después de otra estancia en París en la que el autor entró en contacto con el embriagante aire de mayo del 68. Para asegurarse de llegar al público fuera de su propio país, empezó a escribir, primero en afrikáans y después en inglés, una serie de novelas que versaban sobre el apartheid. Estas obras fueron internacionalmente aclamadas y lograron numerosos premios: Rumours of Rain (1978), A Dry White Season (1979) y A Chain of Voices (1981). En ellas figuran de forma destacada afrikáners disidentes y, cada vez más, personajes negros. Brink acabó siendo identificado como un enemigo del Estado, amenazado y sujeto a interrogatorios.

A Dry White Season, en la que un profesor blanco acaba por comprometerse políticamente cuando un amigo negro que investigaba la muerte de su hijo es asesinado mientras está detenido, supuso un punto de inflexión en la carrera de Brink. Y no solo porque la novela fuera llevada al cine en 1989 con el título Una árida estación blanca y un reparto estelar en el que figuraban Donald Sutherland, Janet Suzman, Zakes Mokae, Susan Sarandon y Marlon Brando, sino porque en ella utilizó transcripciones de actas judiciales que mostraban la auténtica forma de operar de las fuerzas de seguridad. Los censores sudafricanos declararon el filme “dañino para las relaciones raciales y perjudicial para la seguridad del Estado, el bienestar general, la paz y el buen orden”.

En los estertores del apartheid y tras el fin de este, Brink se reinventó como autor, creando sofisticadas metaficciones como La primera vida de Adamastor (Anaya, 1994) o Los derechos del deseo (Ediciones del Bronce, 2002), en muchas de las cuales luchaba contra el olvido histórico.

Las obras de Brink, cuyo nombre se barajó en las quinielas del Nobel, han sido traducidas a 30 idiomas y han obtenido innumerables premios. El 6 de febrero pasado el escritor murió nada más regresar a Sudáfrica tras recibir un doctorado honoris causa por la Universidad de Lovaina, en Bélgica. Tenía 79 años.

© ‘The Guardian’ 2015.

 

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