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crítica | Silvered Water. Syria Self Portrait
Columna
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Las 1.001 imágenes

No es fácil ver 'Syria Self Portrait. Silvered Water' y su desfile de imágenes brutales

Fotograma de la pelicula 'Silvered Water.Syria Self-portrait'.
Fotograma de la pelicula 'Silvered Water.Syria Self-portrait'.

En 1959, Alain Resnais, con la complicidad de la escritora y también cineasta Marguerite Duras, resolvió el desafío moral y estético de levantar una película sobre la catástrofe de Hiroshima convocando dos voces abstractas —una masculina y otra femenina— en el centro de un sofisticado laberinto narrativo sobre las trampas de la memoria y la gestión del recuerdo del horror. El resultado fue Hiroshima, mon amour, uno de los títulos fundacionales de la modernidad y, por lo tanto, uno de esos trabajos cuyos ecos siguen resonando sobre el cine contemporáneo. En Silvered Water Syria Self Portrait, el director sirio Ossama Mohammed recuerda la conversación que tuvo con un joven dispuesto a abrir y programar un cineclub, tras salir de una proyección del clásico de Resnais. No es un guiño gratuito, porque este documental tan incómodo como conmovedor desciende de ese tronco.

SYRIA SELF PORTRAIT. SILVERED WATER

Dirección: Ossama Mohammed y Wiam Simav Berdixan.

Género: documental

Francia-Siria, 2014

Duración: 92 minutos.

Para empezar, esta es una película a cuatro manos y dos voces: la del cineasta exiliado que recopila, monta y ordena cronológicamente las imágenes que sus compatriotas han registrado con pequeñas cámaras y teléfonos móviles y han subido a YouTube, y la de la joven profesora de primaria y documentalista de urgencia Wiam Simav Berdixan, que registra sobre el terreno del sitio de Homs no solo la barbarie de la guerra civil, sino las afirmaciones vitales de sus pequeños alumnos, marcados por la condición de supervivientes desde el momento en que nacieron. Mohammed y su interlocutora se conocieron a través de Internet, trabajaron juntos en la distancia y no se conocieron en persona hasta la première parisina de Silvered Water. Syria Self Portrait, con la película ya terminada. Este es un trabajo al que, sin duda, le queda corto el lenguaje de una crítica de cine: no resulta exagerado subrayar que estamos ante algo que es mucho más que una película.

El documental juega con una referencia conceptual a Las mil y una noches: la película está elaborada, presuntamente, con las 1.001 imágenes de otros tantos ciudadanos sirios anónimos. El imperativo de documentar la barbarie enlazado con el imperativo de seguir contando de Sherezade. Un seguir contando para seguir viviendo que aquí no se cumple a rajatabla: en la Siria en estado de guerra, una cámara de vídeo puede ser un pasaporte a la muerte.

No es fácil ver Silvered Water. Syria Self Portrait y su desfile de imágenes brutales, en las que se acumulan cadáveres de niños, brutales torturas y cuerpos destrozados. La voz de Mohammed lidia con su sentido de culpa de exiliado y con sus recuerdos lacerantes, al tiempo que analiza y disecciona esas imágenes ajenas. Pero en este trabajo doloroso y necesario también hay lugar para el brote de esperanza: las aportaciones de Simav Berdixan resultan especialmente conmovedoras, como ese subidón de alegría que provoca a los alumnos de la codirectora ver Luces de la ciudad en YouTube, el tenso paseo de un niño bajo la mirada de un francotirador o el diálogo de ese mismo niño con su padre ausente, frente a su tumba.

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