“La corrupción está incrustada en el Estado mexicano”
Juan Carlos Reyna desmenuza las andanzas del mítico capo Benjamín Arellano Félix, antiguo líder del cártel de Tijuana
Juan Carlos Reyna (México, 1980) suelta un órdago con la historia de Benjamín Arrellano Félix, el cabecilla del cártel de Tijuana, organización que controlaba, en las décadas de los 80 y 90, el 70% del tráfico de droga hacia EE UU. Reyna, con su libro El Extraditado (Grijalbo 2014), desmenuza las andanzas de un “mito”, detalla los crímenes de “una suerte de visionario perverso” que “revolucionó” el mercado de la marihuana y la cocaína gracias a una red de corrupción que involucraba a políticos, militares y grandes empresarios.
Detenido en marzo de 2002 y trasladado en 2011 a una prisión estadunidense, en donde cumple una condena de 25 años por delitos contra la salud y asociación delictuosa, Arrellano Félix fue considerado como el cerebro de la organización más sangrienta que logró introducir toneladas de droga a Estados Unidos. Para lograrlo, el cartel de Tijuana, tuvo que asesinar, secuestrar, violar las leyes a diestra y siniestra. El capo, en conjunto con sus hermanos, manipuló una trama en la que estaban involucradas las FARC, en Colombia, las tríadas chinas y otras mafias internacionales.
Reyna ha sido testigo en carne propia de las fechorías de Arrellano Félix, alías El Min. Oriundo de Tijuana —una ciudad que hace frontera con Estados Unidos y que ha sido escenario de las andanzas del crimen organizado—, el autor ha perdido a dos familiares que defendieron legalmente al líder del cártel, antes de que fuera extraditado. De la mano de Farrah Fresnedo, exnovia de un sicario y ahora criminóloga, Reyna desmaraña la historia de un delincuente, describe la caída de una leyenda entre los narcotraficantes y que ahora está recluido, marginado, olvidado en un penal de máxima seguridad en Coleman, Florida.
De 1989 a 1992, Arellano Félix consolidó el control de todas las rutas de trasiego hacia California y Arizona. Un reporte de la DEA, citado por TheNew York Times, asegura que en la década de los 90 más del 40% de la cocaína consumida en EE UU había sido introducida por la organización de Arellano Félix. “Para hacer despegar aún más el negocio pagó una nómina integrada por funcionarios de ambos lados de la frontera: procuradores [fiscales], comandantes de policía e inspectores de las aduanas estadunidenses”, describe Reyna. Cada año y medio, cuando había cambio de directivos en la Fiscalía general, el capo era presentado con el comandante entrante por el saliente, describe una parte del libro. “El Min le entregaba 500.000 dólares como regalo de bienvenida. El obsequio se repetía cada mes, al igual que las entregas de 250.000 dólares a los jefes de escuadrón y al director de la Policía Judicial”.
El capo pagó una nómina integrada por funcionarios de ambos lados de la frontera
Reyna, también músico y autor de Confesiones de un Sicario (2011), comenta que la red de corrupción que construyó el narco sigue vigente: “Ahora México está ante una institucionalización de la corrupción, perfectamente incrustada en el Estado”. La carrera delictiva de Arrellano Félix inició a temprana edad. En 1968, cuando tenía 16 años, ya se relacionaba con los líderes del narcotráfico. Entregaba electrodomésticos —traídos de contrabando a México desde EE UU— a grandes capos como Ernesto Carrillo — exlíder del extinto Cártel de Guadalajara—, a quien una vez le rechazó un cigarro de marihuana con estas palabras: “La droga no me gusta don Neto, a mí lo que me gusta es trabajar”.
Para descifrar al personaje, Reyna se reunió, en la cárcel, con Arellano Félix en seis ocasiones. En torno a estas entrevistas, realizó una investigación en base a los archivos clasificados del Gobierno de EE UU que terminaron contrastando algunas versiones del capo. En el libro también se incluyen algunas partes de un intercambio epistolar que el autor tuvo con Arellano Félix, en las que el capo describe el recrudecimiento de la violencia: “Cuando no se tiene ley se llega a lo que México es ahorita, un país en completo desorden”.
En el intercambio el narco expuso que los expresidentes Vicente Fox y Felipe Calderón llevaron al país a la descomposición porque las leyes dejaron de valer. Los gobiernos del PAN —derecha mexicana— fueron corruptos al mismo tiempo que fingían ser democráticos, detalla el capo en una de las cartas. “Hoy en día todo el país está empeñado a volver como era antes con el PRI”. “A mí me extraditó el PAN, porque a mí el PRI no me extradita”.
¿Por qué darle la voz a un narcotraficante?
No se trata de eso. Los delincuentes son personas que podrían proveer respuestas fundamentales para entender el fenómeno de la violencia. Para poder entenderlo no basta con entrevistar a las víctimas, hay que ir a las fuentes primordiales. Me interesa recoger el testimonio, porque sus respuestas me parecen fascinantes. Por ejemplo, cuando dice “las drogas destruyen” y que por eso no se droga. Es increíble que la persona que surtió casi tres cuartas partes de la cocaína en EE UU piense eso. El Extraditado es un retrato mucho más complejo de un personaje que normalmente se ve como un estereotipo. Hay que mostrar una faceta mucho más humana. Lo que quiero evidenciar son los renglones torcidos de una persona que llegó a convertirse en el capo más importante del país.
¿Qué significa Arellano Félix para México?
En la época de los 90, al amparo de las administraciones presidenciales de Carlos Salinas de Gortari y de Ernesto Zedillo, Arellano era el equivalente a Amado Carrillo [líder del cartel de Juárez] y al Chapo Guzmán [cabecilla del cartel de Sinaloa y archienemigo de Arellano Félix]. Junto a esas dos figuras, Arellano Félix encabezó a una generación de narcotraficantes que modernizaron el negocio del tráfico de drogas. Benjamín fue el primer capo que implementó la organización de grupos de sicarios. Antiguamente los carteles instrumentaban a las policías municipales o a los judiciales o a sectores del Ejército para que los protegieran y para cumplir vendettas contra bandas rivales. Lo que él hace es buscar independencia en las autoridades y generar ellos mismo sus propios Ejércitos, el primero de ellos fue formado entre los miembros de las familias más pudientes de Tijuana. Con esta historia intento mostrar que el tráfico de drogas no solo es un asunto económico, claro hay una pulsión de orden capitalista que opera de manera perversa, pero también hay un ejercicio de poder de búsqueda de impunidad, de una fascinación casi libidinosa por la violencia.
La historia de Arellano Félix es una sucesión brutal de ajusticiamientos, dice Reyna. Después de su detención en México, en donde pasó 10 años encerrado, el narco fue llevado al otro lado de la frontera en donde cumple el veredicto dictado por EE UU: 25 años de prisión. Cuando termine su condena tendrá que volver a su país de origen y, más que octogenario, pasar tras las rejas otros 22 años. Para ese entonces su carrera como criminal estará liquidada.
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