Temblar en tiempos revueltos
Cuando alguien nace con la mirada de Barbara Steele parece que la suerte le esté susurrando al oído que su destino será el de convertirse en icono del cine de terror. La actriz Macarena Gómez empezó su carrera coincidiendo con ese relevo generacional en nuestra industria que tomó el cine de género como bandera: su trayectoria le ha permitido dar repetidas muestras de flexibilidad y versatilidad de registros, pero quizá aún faltaba en su carrera, para entendernos, el posible equivalente a lo que supuso La máscara del demonio (1960) en la de la legendaria Steele. Es decir, el título capaz de hacer justicia a la perturbación y al misterio sugeridos por esa mirada nacida para contemplar abismos (interiores y exteriores). Musarañas, opera prima de Juanfer Andrés y Esteban Roel, no sólo llena ese hueco con generosidad, sino que suma un interesante elemento a la ecuación. Sí, la mirada de Barbara Steele sigue ahí (aunque aquí diga muchas cosas, se desborde de significado), pero el lenguaje corporal de Montse, el complejo personaje que compone Macarena Gómez, también parece canalizar algo (o mucho) de la energía expresionista de Lola Gaos, actriz que había protagonizado una contundente adaptación televisiva de El gato negro de Poe, en la serie El quinto jinete (1975), el mismo año en que encarnó a la madre terrible de Furtivos (1975).
MUSARAÑAS
Dirección: Juanfer Andrés y Esteban Roel.
Intérpretes: Macarena Gómez, Hugo Silva, Nadia de Santiago, Luis Tosar, Gracia Olayo, Carolina Bang, Asier Etxeandía, Silvia Alonso.
Género: terror. España, 2014.
Duración: 95 minutos.
El personaje de Macarena Gómez domina, tiembla y resplandece en el centro de esta pesadilla claustrofóbica que es Musarañas, pero el contrapunto que ofrece Nadia de Santiago no es menos rico: es esta una película de terror bajo el signo de lo femenino, una cámara de horrores sobre feminidades enclaustradas que no son sino la prolongación patológica de un orden social. La película enmarca su acción en los años 50 y recrea unos códigos que permiten evocar el modelo de las “Historias para no dormir” de Narciso Ibáñez Serrador, cuyo primer largo –la poderosa La residencia (1969)- también escarbaba, en clave de relato gótico, en tierras cercanas a las que sustentan este trabajo. En cierto sentido, Musarañas parece El seductor (1971), la única película de Don Siegel que podría recordar al cine de Luis Buñuel, reescrito por Ibáñez Serrador. Quizá la intención de los autores no haya sido otra que la de confeccionar un elaborado y sólido ejercicio de estilo, pero está claro que el problema medular que nutre el conflicto –la emancipación afectiva de la mujer fuera del mausoleo patriarcal- sigue vigente (y alimentando la crónica de sucesos).
Se le pueden reprochar a Musarañas algunos subrayados y pasos en falso -Montse verbalizando la metáfora del piso como ataúd, por ejemplo-, pero es un debut enérgico, capaz de modular con buen pulso la escalada hacia sus excesos finales.
Babelia
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