Said Akl, firme defensor de la identidad libanesa
Controvertido poeta, su obra no dejó lugar a la indiferencia
Líbano se ha teñido de luto para despedir a uno de sus grandes poetas. Said Akl, maronita oriundo de Zahle (poblado del valle de la Bekaa), falleció el pasado 28 de noviembre a los 102 años.
Poeta, periodista y escritor, Akl deja tras de sí un vasto legado literario. Algunas de sus obras fueron representadas en teatros, otras convertidas en canciones llevando al trovador más allá de las fronteras del Líbano para ser conocido en todo el mundo árabe. Su personalidad y sobretodo el fervor que caracteriza sus obras, en verso como en prosa, no dejó lugar a la indiferencia. Su pluma le convirtió en un controvertido personaje tanto en las letras como en política. Como todo escritor de renombre, fue vivamente alabado por unos pero también duramente criticado por otros.
Se le recuerda como ferviente patriótico, firme defensor de la identidad libanesa, que él trazaba con orgullo en la era fenicia. Pervive entre las generaciones más jóvenes a través de la voz de la prestigiosa Feiruz, cantante fetiche del Líbano, quien inmortalizó en el escenario sus poemas como el de Zahret el Madain (La flor de las ciudades). Los que le conocieron alaban su rigor para con el verso así como su irreductible pasión por el país de los cedros, al que dedicó la mayor parte de su obra. Said Akl llegó incluso a crear lo que autoproclamó como alfabeto libanés, transcribiendo el dialecto libanés en un alfabeto de 36 letras usando caracteres latinos como hiciera Kamal Ataturk tras la descomposición del Imperio Otomano. Una apuesta lingüística que si bien no cuajó entre la casta literaria sí alimentó a sus detractores en lo que consideraron un ataque a la lengua árabe.
Sin embargo, Akl optó por el dialecto libanés y el árabe clásico para ensalzar las virtudes del Líbano a la par que rendir homenaje a las grandes metrópolis árabes desde Jerusalén a Damasco pasando por la Meca. En política también fue criticado por objetar una unidad árabe, pero sobretodo por arremeter contra los palestinos. Se le considera el padre espiritual del movimiento de extrema derecha Los Guardianes de los Cedros, quienes recibieron con los brazos abiertos en 1982 a las tropas israelíes llegadas para expulsar a los palestinos de tierras libanesa
Cambió de pluma y de dirección más de una vez, le reprochan los críticos. Pero al fin y al cabo, en un siglo de vida fue testigo de contradictorios cambios desde el rediseño de fronteras en Oriente Medio a un mandato francés; del apogeo y muerte del panarabismo a cerca de tres décadas de ocupación siria e israelí en el Líbano, y sobretodo 15 años de guerra civil (1975-1990). Eventos que salpicaron más de un inesperado giro de estrofa en el tintero de su amplia producción literaria.
A pesar de todo, el pasado 28 de noviembre sus críticos se unieron a sus seguidores para rendirle homenaje. Para ambos, Said Akl es sinónimo de orgullo, aquel al que no pueden negar que más allá de la controversia contribuyó a realzar la posición del Líbano en el mapa de la literatura árabe.
A su entierro acudieron políticos, religiosos, estudiantes, artistas y escritores para dar un último adiós al poeta. Su muerte selló la discordia que protagonizó en vida y los grandes rotativos libaneses homenajearon al “gigante de las letras”. Antes de ser enterrado en su querida tierra, miles de conciudadanos marcharon detrás del ataúd tallado en madera de un cedro milenario y esculpido en piedras blancas típicas de la montaña libanesa.
Se cierra un siglo de literatura al que el Ministerio de Educación libanés ha prometido preservar en la historia a través de los libros de texto para que las nuevas generaciones recuerden al Líbano que veneró el poeta.
Babelia
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