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Aurora Bernárdez, un gran apoyo a la literatura y a la cultura

La viuda de Julio Córtazar, fallecida ayer, fue una excelente traductora y junto a ella el autor de 'Rayuela' tuvo su mejor época

Mario Vargas Llosa
Aurora Bernárdez y Mario Vargas Llosa, en un diálogo en El Escorial, en julio de 2013, durante un homenaje a Julio Cortázar.
Aurora Bernárdez y Mario Vargas Llosa, en un diálogo en El Escorial, en julio de 2013, durante un homenaje a Julio Cortázar.carlos rosillo

Conocí a Aurora Bernárdez y a Julio Cortázar en 1958, en París. Siempre me impresionó su inteligencia y cultura literarias. Era una verdadera maravilla oírlos hablar cuando estaban casados. Expresaban una inteligencia como si la hubieran ensayado, casi teatral. La cultura literaria y personal de Aurora era tan rica como la de Julio. Siempre creí que en ella había una escritora que no se manifestaba, pero que en un gesto de generosidad y heroísmo decidió que en su familia solo hubiera un escritor. La mejor época literaria de Cortázar fue a su lado.

Fue una traductora espléndida de varios idiomas y de autores importantes como Sartre, Durrell y Calvino. Ayudó a Cortázar cuando tradujo Memorias de Adriano, de Yourcenar.

Era una persona extraordinariamente delicada, con un tacto exquisito en la conversación. Quienes los conocimos pensábamos que formaban la pareja perfecta, que nunca se iban a separar. Se volvieron a juntar cuando él estaba enfermo. Fue muy buena idea que Julio la dejara como albacea literaria porque hizo ediciones póstumas excelentes.

Se pierde a alguien muy valioso, no sólo por la enorme ayuda y colaboración que prestó a Julio en su mejor época como escritor, sino por ella misma, porque a través de sus traducciones dio un enorme apoyo a la cultura y a nuestra lengua. Era de esas amistades que enriquecen.

El verano del año pasado tuve un diálogo con ella muy bonito, en El Escorial, por los homenajes a Cortázar con motivo de los 50 años de Rayuela. Me emocionó verla, después de tanto tiempo, y comprobar que estaba bien y seguían intactas su energía y su curiosidad. Era genuinamente modesta, y a lo largo de toda su vida procuró ser invisible. Quienes los conocimos sabemos que fue la persona con quien Cortázar compartió su preocupación intelectual y su trabajo sin ninguna duda, con una inteligencia y complicidad envidiables.

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