Spandau Ballet vuelve con clásicos e inéditos para quedarse
El grupo regresa a la escena a dos décadas de su disolución con un disco y un documental
La historia de cinco chicos que crecieron juntos en un barrio de clase trabajadora del norte de Londres, compartieron sus primeros tanteos musicales y se hicieron grandes a base de combinar una propuesta de soul blanco con la estética relamida que se impuso en los ochenta es la narrativa que acompaña a los Spandau Ballet en su regreso a escena después de cinco lustros de su disolución en evidente acrimonia. Una película documental sobre la formación del grupo inglés que estuvo en la vanguardia del movimiento de los nuevos románticos —puede verse el 2 de noviembre en Barcelona, en el marco del festival In-Edit, y en Madrid, Bilbao y Pamplona— arropa el lanzamiento este otoño de un álbum recopilatorio de sus éxitos junto a tres nuevos temas con los que sugieren que esta vez vuelven para intentar quedarse.
No se trata de la primera ocasión en que comparecen reunidos desde aquella ruptura y la consiguiente disputa que los enfrentó en los tribunales por los derechos de autor de sus canciones, porque ya lo hicieron de forma efímera con una gira en 2009. Pero la buena sintonía personal que destilan durante una entrevista en la sede de su sello discográfico en Londres resulta inédita. Si entonces se trataba sólo de reeditar la despedida en los escenarios, de responder a unos fans “que querían un colofón mejor para Spandau Ballet”, en palabras del cantante Tony Hadley, para volver a irse cada uno por su lado y con las cuentas corrientes engrasadas, ahora se declaran reconciliados, y dispuestos a resucitar de algún modo su carrera.
“Somos unos tipos cincuentones que vivimos un momento muy creativo y que sencillamente queremos volver trabajar juntos”, resume el saxo y percusionista Steve Norman sobre la reaparición de la banda que por el momento cobra aromas de revival, sustentada en antiguos temas que como True, Gold, Communication o Through de Barricades despuntaron en la banda sonora de los ochenta. El propio título del disco, The Story (La Historia) evoca una mirada atrás. Y, sin embargo, la inclusión de tres canciones de nuevo cuño -fieles al estilo de entonces y bajo la producción del artífice de sus primeros éxitos, Trevor Horn- al tiempo apunta más lejos. “A Spandau Ballet todavía le queda mucho que ofrecer”, subraya el compositor y guitarrista Gary Kemp, sobre su intención futura de crear un nuevo álbum, aunque primero van a esperar "a ver cómo crece el fenómeno”.
Ese “fenómeno” al que alude corresponde a los nostálgicos seguidores de un grupo que el pasado 30 de septiembre abarrotaban el Royal Albert Hall de Londres en la presentación de la película sobre su singladura, Soulboys of the Western World (Los chicos del soul del mundo occidental), acompañada de un breve concierto que levantó a la platea. La cinta es el retrato de la génesis de una banda que, según la descripción de Kemp, “representó un momento y una transición, desde el blanco y negro de los setenta al color de los ochenta”. De cinco chicos del barrio de Islington con eclécticas referencias musicales que en plena era pospunk buscaron un sonido “positivo” llevados por una filosofía hedonista en los albores del thatcherismo.
Se formaron y crecieron entre la fauna de los clubs nocturnos del West End, cuya estética abrazaron para encarnar un pop dominado por lo visual. Los rostros maquillados, la medida melena ahuecada en la parte superior, las camisas, pañuelos y casacas de inspiración victoriana cobraron tanto protagonismo como esos temas dominados por la electrónica que fueron los reyes de la pista en Londres o Ibiza. Enarbolando la bandera de los nuevos románticos se convirtieron en un fenómeno a caballo entre la música, la moda y la cultura juvenil, en competencia con otras bandas británicas como Duran Duran o Culture Club
Spandau Ballet sobrevivió sólo una década. Al choque de egos que finiquitó el grupo en 1989 sucedió, 10 años más tarde, la querella presentada en los tribunales por Hadley, Norman y el batería John Keeble contra Gary Kemp (su hermano Martin se mantuvo al margen) por una participación en el copyright de esas canciones que llevan vendidas 25 millones de copias. Su derrota prolongó el desencuentro hasta la súbita decisión tomada el pasado verano de regresar a primera línea con un filme y un álbum recién estrenado. “Estábamos casados de tanta acritud ”, es la única explicación que brindan sobre la recuperada entente. ¿Y el dinero? “De ser así, no hubiéramos esperado más de 20 años”.
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