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Borja Cobeaga: “En el País Vasco hay todavía mucho por contar”

El director presenta ‘Negociador‘, tragicomedia sobre las negociaciones con ETA

Rocío García
El cineasta Borja Cobeaga, retratado en la playa de la Zurriola.
El cineasta Borja Cobeaga, retratado en la playa de la Zurriola. X.T. Bacchetta

Lo que nació como una comedia se fue convirtiendo en una tragicomedia seca, con momentos hilarantes y absurdos pero teñidos de una sensación de melancolía. Es la crónica del fracaso de las negociaciones entre ETA y el Gobierno español en 2005-2006. El representante español, el socialista Jesús Eguiguren, tuvo que volver a vestir corbata negra, lo hizo hasta seis veces, para asistir a funerales de amigos y conocidos. El jefe de ETA, Xabier López Peña, Thierry, que dinamitó la tregua, fue detenido y condenado y murió en la cárcel en 2013. ¿Qué pasó en esas conversaciones? ¿Cómo fueron los encuentros? ¿Qué comían, qué bebían, como dormían? Borja Cobeaga ha fantaseado y despojado de toda solemnidad ese proceso con la película Negociador,su tercer largometraje como director, que hoy se ha estrenado, con enorme expectación y no pocos temores, en la sección Zabaltegi del Festival de Cine de San Sebastián. Inspirada en hechos reales, tras una investigación exhaustiva basada en libros, prensa y documentales, Cobeaga escribió sin ninguna pretensión de hacer una crónica realista.

No trata acerca del proceso, sino de los detalles colaterales”

Sentado en el Boulevard de San Sebastián, el realizador y guionista donostiarra reflexiona sobre los cambios experimentados en el País Vasco. “Surge de algo muy personal. Quería poner más carne en el asador. Ser vasco y haber nacido y crecido aquí te hace ver que todavía hay mucho por contar. No es una historia sobre las negociaciones, sino sobre los detalles colaterales y domésticos que la rodearon y que terminan influyendo mucho. En ningún momento, quise centrarme en el diálogo político. Son esos actos cotidianos los que me parecen más fascinantes”.

Protagonizada por Ramón Barea, supuestamente Jesús Eguiguren, Josean Bengoetxea (Josu Ternera) y Carlos Areces (Thierry), Negociador hace saltar la risa pero también la angustia. Móviles que uno no sabe manejar en momentos tan tensos, prostitutas que intentan alegrar las noches a más de uno, encuentros más o menos fortuitos en pantalón corto y zapatillas, comidas a solas… todo va apareciendo en Negociador, rodada en San Sebastián, Biarritz y San Juan de Luz. También esas terminologías absurdas de lenguaje que tanto han enredado las calles y las vidas. “Aquí hemos sido capaces de retorcer el lenguaje hasta extremos increíbles, es algo que está en la vida cotidiana. La pulsión de poner en pantalla cosas que ves en la calle me atrae mucho. Aquí se juzga y se distingue a una persona dependiendo de qué periódico lleva bajo el brazo, si te saluda con un 'Buenos días' o un 'Egunon' o si utiliza la palabra Euskadi o Euskalherria", explica irónico el coguionista de Ocho apellidos vascos y de Vaya semanita, el primer programa televisivo que se atrevió con el humor en torno al tema de ETA.

Fotograma de 'Negociador', comedia con guion de Borja Cobeaga.
Fotograma de 'Negociador', comedia con guion de Borja Cobeaga.

En el filme hay detalles inspirados en la realidad y pasados luego por el tamiz de la fantasía y la ficción. Consciente de que se metía en un tema delicado, Cobeaga fue a por todas, sin complejos y acelerando. “No me quiero poner místico, pero esta historia merece ser contada, sobre todo cuando se ha tratado todo con tanta solemnidad. Solemnizar las cosas nos quita un punto de realidad. No hay ningún afán de provocación ni de posicionamiento ideológico. Lo he afrontado con una gran honestidad porque yo sé lo que es vivir aquí”. No cree Cobeaga que haya que reírse de todo, pero sí que la risa tiene algo de liberador y más en situaciones dramáticas. “La risa tiene algo de venganza contra la realidad y creo que es un mecanismo de defensa después de todo lo que hemos sufrido, distinguiendo muy bien lo que he podido sufrir yo como ciudadano y lo que han sufrido las víctimas que es completamente diferente. No se cierran heridas pero libera”", añade el realizador, que ya ve como un triunfo el que filmes como el suyo y el de Pablo Malo, Lasa y Zabala, que relata las torturas y asesinato de los jóvenes etarras a manos de la Guardia Civil en los años 80, se estrenen en un escaparate internacional como es el Zinemaldia. “Ójala demuestre que podemos contar estas historias. Es todo un avance”.

La risa tiene un efecto liberador y más en Euskadi”

Pero si hay algo que le dolería especialmente a Cobeaga es que Jesús Eguiguren se sintiera molesto con el retrato que de él se hace en el filme. “Me quedo con la ilusión del personaje por que funcione la paz. Todo el empeño de Eguiguren fue acabar con ETA. Eso es algo que sí transmite el personaje que hace Ramón Barea. Su determinación está plasmada en la película. Me encantaría que viera la película y conocer su opinión. No hemos hecho un documental, es ficción, pero no me gustaría que se molestase porque no hay ningún intento de ridiculizarle ni criticarle. Al contrario”.

Cobeaga se queda con la sensación, esta sí real, que contó Eguiguren tras el fracaso de esa negociación. Sus amigos de la cuadrilla que hacía años no le dirigían la palabra cuando se encontraba con ellos por la calle, le devolvieron el saludo, orgullosos de que su colega hubiera intentado la paz.

San Sebastián se ríe con Cobeaga

Gregorio Belinchón

Como buen maestro en sacar brillo de la autoflagelación, Borja Cobeaga (San Sebastián, 1977) ha ido un poco más allá de Ocho apellidos vascos, su último guion, o de sus radiografías hilarantes de la chusca sordidez del alma humana de sus películas Pagafantas o No controles para ahondar en el lado más risible de un hecho absolutamente serio como fue la negociación entre Jesús Eguiguren, presidente del Partido Socialista de Euskadi (PSE), como representante del Gobierno español, y ETA. Aquello ocurrió en 2005 y 2006, y por culpa de los secretismos y de la misma idiosincrasia de Eguiguren, alguien que, por ejemplo, no tenía móvil ni sabía manejarlo, las semanas de trabajo en algún sitio del centro de Europa estuvieron repletos de momentos tontos y de anécdotas que el tiempo coloca en su sitio exacto: el de la carcajada.

Negociador, resultado de un impulso de escritura de Cobeaga al que le movieron las ganas de contar, no es una película grande: ni en tamaño, ni en presupuesto, ni en resoluciones visuales (tal vez lo más pobre de esta comedia). Y a veces parece que su hilo narrativo se mueve saltando de anécdota en anécdota (la traductora que no trabaja en domingos, los problemas de Eguiguren y de Josu Ternera —su primer interlocutor etarra— para comer bien ya que no podían usar tarjetas de crédito y tuvieron que estirar el dinero alimentándose de perritos y kebabs, la frecuencia con la que se olvidaba el político vasco el teléfono…), pero dentro del filme hay algo más: la inmensa capacidad de Cobeaga de hacer reír. Durante el primer pase de prensa de la película, realizado esta tarde en el Zinemaldia, ha habido risas, ha habido aplausos, y en general ha dado la sensación de que Cobeaga hace más por normalizar el día a día del País Vasco que cualquier político.

El mejor ejemplo es el de la terminología. Cuando Aranguren —Cobeaga se cubre y avisa que los hechos no son exactos y cambia los nombres: Eguiguren se convierte en Manu Aranguren— se sienta delante de Josu Ternera, la primera fricción comienza con el nombre del territorio: ¿País Vasco? ¿Euskal Herria? ¿Euskadi? La traductora apunta que en realidad el enredo es ridículo ya que en inglés solo hay una palabra (las conversaciones fueron auspiciadas por una organización internacional especializada en mediaciones en conflictos). Parecidos choques les ocurren con todo el vocabulario, y ahí es donde Cobeaga usa sus mejores bazas—la del chiste chispeante y las frases ingeniosas—. En los detalles el director brilla, y el patio de butacas se lo agradece. A Josu Ternera le sustituyó en la mesa Thierry, el líder en esos momentos de ETA, y es el momento en que Carlos Areces se come la película. A Aranguren le da vida Ramón Barea, que físicamente recuerda mucho a Eguiguren, y para él quedan los momentos más payasos… y más cercanos a lo que realmente ocurrió: "Por ir arrugado parezco un etarra, ¿no?", dice cuando los del centro de mediación le confunden el primer día ante su aspecto desastrado. Hay también tiempo para asistir a charlas entre escoltas, a arrancar y finalizar la película en un restaurante con un plato de filete con patatas —para eso habla de vascos y es una película vasca—, a apuntar, como ya ha dicho el director "que esto no es una comedia loca y caricaturesca, sino un enredo contenido y hasta cierto punto melancólico". Tampoco se olvida de los asesinados por ETA, entre ellos algunos amigos del mismo Eguiguren, y no esconde, como dice su protagonista, que con lo que hay que acabar es con la violencia. Ahí el cineasta ha medido mucho los movimientos y recalcado el contexto de la época, una tregua que ETA rompió con su atentado en la Terminal 2 de Barajas.

Hace cinco años esta película hubiera sido imposible. Cobeaga ha abierto él mismo el camino con sus aportaciones como el programa Vaya semanita y el guion de Ocho apellidos vascos, auténtico ariete derribatabúes. Y hoy llega Negociador, que tampoco ha contado con una gran productora detrás, que sí tendrá estreno comercial, y que se proyecta en un Festival que el jueves mostrará otra película explosiva, Lasa y Zabala.

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