El largo aroma del ‘thriller’
‘La isla mínima’ arranca el concurso del Zinemaldia con muy buen pie La guionista Lola Salvador loa su profesión en la recogida de su Premio Nacional de Cinematografía
Tres películas en la sección Oficial a concurso y un Premio Nacional de Cinematografía. Por no hablar de las películas de Perlas, de Nuevos Directores o de Horizontes Latinos. El sábado va cargadito en la 62ª edición del Festival de San Sebastián. Aunque hay que reconocer que por ruido, las triunfadoras son La isla mínima, de Alberto Rodríguez, y la cuota del cine español en la taquilla de 2014, cifra con la que ha sacado hoy pecho el ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, en su comparecencia ante los medios de comunicación.
Al thriller La isla mínima le ha tocado abrir la jornada y el concurso del Zinemaldia. Más allá de las bromas continuas entre dos de sus actores, Antonio de la Torre y Raúl Arévalo, Rodríguez ha desgranado su película, ha insistido en escapar de la comparación con la serie de televisión True detective –ha explicado que, por ejemplo, si sus detectives van con traje y corbata es porque en la España de 1980 se iba así y porque el policía que les sirvió como inspiración para el personaje de Arévalo vestía de esa forma en las fotografías que les cedió, y que la primera noticia que tuvo de la serie fue en un whatsapp de Arévalo, que le envió durante el montaje una foto de McConaughey y Harrelson con la frase “Nos han copiado”-, y ha alertado sobre la poca diferencia que entre aquella España y la actual. “Creo que aumenta la tensión el río subterráneo de aquella España de 1980 y de lo que suponía en la trama principal, el suspense, que era nuestro principal motor. El territorio de la ambigüedad moral que respira La isla mínima es una gran materia de trabajo que ya hemos usado en otros filmes”, decía Rodríguez, antes de apuntar. “El cine negro habla de los intestinos de la sociedad. Por eso hay tanto ahora”. Arévalo confesó que leer un guion así, y que el director pensara en él para un personaje así, engordó su “ego como actor”: “Con pistola, bajo la lluvia… Me recordaba a los tiempos en que alquilaba películas así en un videoclub de Móstoles”. La isla mínima ha sido muy bien recibida entre la prensa. Veremos esta noche en la gala oficial y el próximo viernes en su estreno en salas comerciales. Ante tantos halagos, y posibilidades de goyas, Rodríguez quiso parar un poco los triunfalismos: “Poco a poco”.
La entrega del Premio Nacional de Cinematografía a la veterana guionista Lola Salvador ha supuesto, en la voz de la galardonada –con todo merecimiento, a pesar de que no sea tan mediática como en anteriores premiados-, en una loa emocionante a sus compañeros de trabajo. Un galardón así, decía Lola Salvador, “no deja de ser una carambola de votos, un azar”. De los guionistas ha asegurado que son "bichos raros" que logran con su trabajo que la gente se reconcilie con su vida gracias a los personajes que escriben: "Somos muy útiles". En su respuesta, el ministro Wert definió a Salvador como “comprometida con su oficio y con la sociedad”, así como de una persona “llena de vida, de creatividad y de proyectos”. Posteriormente habló, sacando pecho, de la esperada cuota del cine español a finales de 2014, que será la mejor de los últimos años, y del futuro Congreso de Cine, con el que el Ministerio espera colaborar en su organización.
El danés Bille August no volverá a lograr el brío de películas previas suyas como Pelle el Conquistador (1987) –Oscar a mejor filme de habla no inglesa y Palma de Oro en Cannes- o Las mejores intenciones (1992) –otra Palma de Oro en Cannes-. Aun así, ha recuperado parte de sus fuerzas en Silent heart, un drama que ahonda en los secretos familiares, cuando una familia se reúne un fin de semana y dos hijas aceptan que su madre, enferma terminal, acabe con su vida antes de que su estado empeore. En 98 minutos a August le da tiempo a contar mucho y cosas muy duras. Un creador que deja atrás épocas más melosas en las que hizo filmes como La casa de los espíritus o Tren de noche a Lisboa.
El francés François Ozon ganó la Concha de Oro del Zinemaldia hace dos años con En la casa. Dos ediciones más tarde –y dos películas después- retorna con Una nueva amiga, un drama en el que indaga en las identidades sexuales. Puede que se le vaya algo la mano a mitad de metraje, y que pegue excesivos vaivenes a los gustos eróticos de sus protagonistas –tampoco Romain Duris parece el hombre adecuado para el papel con el que le toca lidiar-, pero remonta y deja buen sabor de boca. La que roba la función es Anaïs Demoustier, que da vida a una chica que promete a su mejor amiga en el lecho de muerte que cuidará de su marido (Duris) y de su hija recién nacida. A Ozon le gusta ese mundo, y se le nota, pero Una nueva amiga no será la película por la que sea recordado con el tiempo.
Babelia
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