El gran sueño americano de David Rubín
El dibujante ha logrado introducir su obra en el impermeable mercado de EE UU gracias a 'El héroe'
David Rubín (Ourense, 1977) tiene la piel blanquecina. La prueba del delito. Entre los dibujantes abunda la tez lechosa, propia de quienes escatiman horas al sol. Para mantener la frenética productividad de Rubín, que intenta publicar un álbum al año, es necesario empalidecer mucho. Rubín lo hace a conciencia: trabaja de lunes a domingo, entre ocho y diez horas diarias, sin vacaciones ni fiestas de guardar. Pese a ello, como se repite en otros casos del gremio, se presenta como un hombre satisfecho. Dibujar es todo lo que siempre deseó hacer, viniendo como venía de una saga de periodistas con dotes para la música y habiendo pasado durante diez años por el sector audiovisual, del que conserva ingratos recuerdos. “Gano menos pero vivo más feliz”.
Sentado en la terraza de una pequeña plaza de A Coruña, entre chillidos de gaviotas y olores atlánticos, Rubín revive su reciente experiencia en Burundi, adonde viajó invitado por Intermón Oxfam para un libro colectivo que saldrá en unos meses. Un impacto que le obliga a reflexionar sobre la educación, ahora que está a las puertas del nacimiento de su primera hija, Auria, y sobre la desigualdad. “Tienen derecho a tan pocas cosas que por no tener no tienen ni derecho a su reflejo”. Su historia, Los niños sin espejo, se adentrará en un lugar libre de selfies y necesitado de casi todo excepto de talante positivo. “Tener una vaca en Burundi es como tener un plan de pensiones”.
Rubín habla fuerte con frases redondas. Sus cómics son igual de contundentes, con dibujos a menudo tan titánicos como los seres que los pueblan. Lo que hizo en El héroe (600 páginas sobre el mito de Heracles donde comparten espacio el mp3 y la barca de Caronte) le abrió las puertas de Estados Unidos. Después de verlo, Paul Pope, un autor independiente capaz de rendir a la industria —su Batman: Año 100 para DC Cómics ganó dos Eisner en 2007—, le invitó a ilustrar sus álbumes sobre una heroína adolescente, Aurora West, su próximo trabajo. “Intentamos recuperar el espíritu de los cómic de superhéroes, aunque Aurora West no tiene superpoderes”.
No es una novedad que los dibujantes españoles triunfen en uno de los vértices del triángulo industrial del cómic (Japón y Francia serían los otros), pero escasean aún quienes se abren camino con sus creaciones de autor. Rubín ha exportado su sello a diferencia de los autores que fichan por grandes compañías americanas, que pagan sin estrecheces a cambio de diluir las señas de identidad. Nadie mejor que la ilustradora Emma Ríos, compañera de Rubín en el colectivo gallego Polaqia, captada por uno de los grandes, para sintetizar su frustración. “Marvel paga bien, pero no es tu obra”, contó en una entrevista en 2013.
No es fácil decir que no. Firmas con un sello como Marvel o DC y se acaban las incertidumbres económicas. Rubín, de momento, aguanta. “La tentación de dedicarme sólo a esto es grande porque se paga mucho mejor, pero mientras pueda seguiré así. El mejor camino es exportar obra y no sólo mano de obra”. Él está a punto de hacer lo que pocos —Ana Miralles y Emilio Ruiz con Wáluk también lo han conseguido— habían logrado hasta ahora: la traducción en EE UU de sus obras. El primer tomo de El héroe saldrá allí en 2015 con Dark Horse, mientras que Image publicará Beowulf, la potente obra que firmó el año pasado junto al guionista Santiago García que adapta una leyenda nórdica.
David Rubín se desplaza con comodidad entre los dos carriles, el americano y el español. Para este también ultima una nueva novela gráfica, con guion de Marcos Prior, que aspira a no dejar títere con cabeza: Gran hotel Abismo. “Es la historia con más vertiente política de todas las que he hecho hasta ahora. Es una crítica demoledora al actual sistema político y cómo pueden destrozarnos la vida desde arriba. Queremos que sea un arma de destrucción masiva desde el cómic contra la corrupción política”.
El ilustrador practica un deporte de riesgo: decir lo que piensa, también en las redes sociales, donde escorarse a un lado u otro suele implicar un peaje para quienes viven de vender su talento creativo. Tiene coraza y tozudez de superhéroe. Siempre ambicionó vivir del medio y, finalmente, lo ha conseguido. “El audiovisual me proporcionaba una nómina y una seguridad, pero el cómic siempre ha sido lo mío”. De su experiencia profesional en el mundo audiovisual —codirigió una película de animación en 3D, O espíritu do bosque— conserva malas impresiones. De su trabajo altruista en Polaqia, el colectivo de dibujantes gallegos (Kike Benlloch, Jano Viñuela o Alberto Vázquez, entre otros) que se juntó para buscar un lugar bajo el sol —la industria del cómic era un erial allá por 2001—, habla con afecto.
Hicieron una revolución, la revista Barsowia, premiada en el Salón del Cómic de Barcelona y respetada lo suficiente para servir de canal de publicación de autores internacionales a pesar de estar escrita en gallego. Y también hicieron una inversión: de aquel grupo de amantes del cómic que trabajó durante una década por amor al arte salieron grandes triunfadores de hoy: Emma Ríos, fichada por Marvel y seleccionada para los premios Eisner por su portada de Pretty Deadly (Image) o José Domingo, que también compitió este año en los Eisner por su aplaudido tebeo Aventuras de un oficinista japonés (Bang!). “Nos sirvió para dar a conocer a autores y para impulsarnos. Nos autoeditábamos, pero no llegamos a convertirnos en una editorial profesional porque cuando llegó ese momento, decidimos cerrar el chiringuito e irnos del ruedo como una buena banda de rock. En el mejor momento”.
The rise of Aurora West saldrá en septiembre en EE UU y en noviembre en España con Mondadori.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.