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OBITUARIO

Mariano Fiallos, juez nicaragüense que luchó por la democracia

De simpatías sandinistas, supervisó de forma impecable las elecciones que llevaron al poder a Violeta Chamorro

Carlos S. Maldonado

El 25 de febrero de 1990 es una de las fechas más importantes en la historia reciente de Nicaragua. La noche de ese día el Frente Sandinista de Liberación Nacional, liderado por Daniel Ortega, perdía democráticamente el poder frente a la Unión Nacional Opositora, cuya candidata era Violeta Barrios de Chamorro. Las elecciones, una de las más vigiladas del mundo y las más transparentes en la historia de Nicaragua, fueron organizadas por Mariano Fiallos Oyanguren, magistrado de tendencia sandinista que hizo a un lado sus simpatías partidarias para demostrar a todo un país que los cambios políticos podían hacerse sin las armas y sí a través del voto popular y un sistema electoral transparente. Más de 24 años después, Nicaragua llora la muerte del hombre que con su ética y aplomo ayudó a instaurar la democracia. Su legado, ahora, se ve amenazado por las ambiciones de Ortega, nuevamente en el Gobierno, de perpetuarse en el poder a través del control del Tribunal Electoral.

Mariano Fiallos Oyanguren falleció el pasado 25 de junio en su natal León, ciudad colonial localizada a 90 kilómetros al oeste de Managua. Fue rector de la Universidad Nacional Autónoma —la principal del país— y defensor de la autonomía universitaria en tiempos de la dictadura de los Somoza y simpatizante de la lucha clandestina para acabar con la dinastía que gobernó a este país centroamericano por más de 40 años. “No era infrecuente que Mariano visitara el cuartel de la guardia o las oficinas de la seguridad (de la dictadura) en Managua o León, buscando a estudiantes que habían sido capturados para garantizar que no fuesen asesinados, torturados o desaparecidos”, recordó la exguerrillera sandinista Dora María Téllez.

Fiallos Oyanguren formó parte del Gobierno sandinista, dejó la universidad en 1984 y fue nombrado presidente del Consejo Supremo Electoral, con lo que le tocó organizar las elecciones de ese año, en plena guerra civil, en las que solo participó como principal candidato Daniel Ortega. Su simpatía con el FSLN, sin embargo, no restó independencia a su trabajo. Cuando en 1990 las cifras que llegaban de las mesas electorales de todo el país daban como perdedor al Frente Sandinista, Fiallos cumplió con su deber de hacer respetar la voluntad popular.

“Nosotros ya sabíamos que habíamos perdido porque teníamos una encuesta a boca de urna. Yo lo que le pedí fue que atrasara un tiempo prudencial el anuncio oficial para mientras el (ex)presidente (de Estados Unidos) Jimmy Carter tenía tiempo de iniciar la negociación con doña Violeta y su equipo para iniciar el traspaso”, recordó Sergio Ramírez, escritor y vicepresidente del país en los ochenta, en entrevista con el programa Esta semana.

Aquellas elecciones significaron un halo de esperanza en un país acostumbrado a los desmanes de políticos autoritarios, dictaduras y guerras civiles. Su legado, dijeron intelectuales nicaragüenses consultados en Managua, es restaurar la transparencia electoral en tiempos en los que un nuevo caudillo, Daniel Ortega, se ha hecho con el control del Tribunal Electoral y ostenta el poder después de tres elecciones señaladas como fraudulentas y opacas por la oposición política y observadores internacionales, a tal punto que la Unión Europea decidió en 2008 retirar la ayuda presupuestaria que entregaba al Gobierno debido a la falta de transparencia electoral.

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Sobre la firma

Carlos S. Maldonado
Redactor de la edición América del diario EL PAÍS. Durante once años se encargó de la cobertura de Nicaragua, desde Managua. Ahora, en la redacción de Ciudad de México, cubre la actualidad de Centroamérica y temas de educación y medio ambiente.

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