El alto precio del sueño europeo
Una muestra fotográfica itinerante cuenta el drama de los inmigrantes retenidos en Grecia
El sueño europeo es Omar, originario de Sudán: ojos cerrados, rodillas dobladas, reza su oración solitaria entre los escombros de una nave abandonada. O Mohamed Ahmed Nabi, argelino, que se afeita frente al espejo de una puerta arrancada a un viejo armario. Es la vida cotidiana de un grupo de jóvenes originarios de Afganistán, Marruecos, Argelia y Sudán bloqueados en Grecia a la espera de escapar a países con reglas menos estrictas. El sueño europeo es su deseo de ser reconocidos como personas en un sistema que les obliga a vagar como fantasmas. Lo cuenta una exposición fotográfica que recorre Europa en la barriga de un camión blanco, desde el sur de Italia hasta Bruselas.
El camión blanco está aparcado al lado de la columna de Trajano. Allí se queda, abierto, hasta el 27 de junio. Los turistas, los vecinos, entran, miran, guardan silencio. El viernes la exposición itinerante llega al centro de Florencia, al día siguiente a Milán y luego a Ginebra, Estrasburgo y Bruselas (el 4 y 5 de julio).
"En una Unión en crisis de identidad, es fácil que la política escoja a los migrantes como chivos expiatorios. Pero es cruel y, simplemente, no es justo", sonríe Alessandro Penso, fotorreportero italiano que ideó el proyecto El sueño europeo, road to Bruxelles, sostenido por la agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y Cortona on the move, un festival de fotos de viaje.
"Son centenares, millares —cuenta Penso, que ganó la última edición del World Press Photo en la sección Noticias—, se esconden en áreas industriales abandonadas alrededor del puerto de Patras, en la vieja estación de trenes de Corinto, en los agujeros urbanos que salpican la Atenas mordida por la crisis". 35 años, una licenciatura en Psicología clínica, Penso pasó con ellos días, semanas, a partir de finales 2011. Voló a Atenas sin encargo, con poco dinero y la idea de contar aquel sueño roto. "Sabía que miles de prófugos se quedan atrapados en los puertos griegos. Quise contar su espera infinita, que dura años, su día a día hecho jaula". Se acercó a ellos con la humanidad discreta, paciente, que conserva en la sonrisa y tras el objetivo de su Canon.
Se esconden en áreas industriales abandonadas del puerto, en la vieja estación de trenes de Corinto...
En su trabajo captura la vida cotidiana de aquellos jóvenes huidos del pasado y con un futuro que tarda en arrancar: una hoguera improvisada, los cigarrillos fumados en silencio en un vagón transformado en casa, las manos en los bolsillos y las miradas hondas frente al mar.
"Sobre todo esperan —resume Penso—, esperan que se haga de noche para saltar las vallas del puerto e intentar colarse en los barcos mercantiles que van a Italia, donde si son identificados, las leyes son menos duras. Otros esperan en los semáforos para aferrarse a un camión, esconderse debajo o colarse por detrás: muchos mueren atropellados o asfixiados. Por lo demás, viven en un limbo, asustados por la policía y por el racismo que crece a su alrededor".
El reglamento de la UE firmado en Dublín en 2003 establece que el primer Estado miembro que identifique a un ciudadano extracomunitario indocumentado encamine el trámite de asilo y decida si concederlo o no. En Grecia, el 99% de las peticiones son rechazadas. "Por otro lado —añade Penso—, los ataques racistas son muy frecuentes. En los primeros seis meses de 2012, fueron 600. Con mis ojos vi a un griego atropellando con el coche a Mostafa El Mouzdahir, un chico de 20 años de Marruecos, que resultó herido de gravedad". Penso estaba allí, lo fotografió y ahora aquella imagen —el precio que pagar por el sueño europeo— está de gira por Europa.
Hay 51,2 millones de personas en el mundo que viven en estas condiciones. Lo calcula el último estudio de ACNUR, que recogió datos de los Gobiernos y las ONG y los dio a conocer el pasado 20 de junio, Día internacional de los refugiados. Con respecto a 2012, la ONU registró en 2014 seis millones más de emigrantes forzados, son personas que no dejan su país para mejorar su vida, sino para salvarla. "Por primera vez desde que terminó la Segunda Guerra Mundial, el número de refugiados y prófugos supera los 50 millones", se lee en el informe. "Detrás de cada número hay una historia. He visto jóvenes que no pueden ser jóvenes. Por eso hice este trabajo: para testificar".
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