‘Solo Sebastián’, cortometraje sin violencia sobre la violencia en Honduras
En uno de los países más violentos del mundo, el filme de 15 minutos expone la inseguridad que azota a los hondureños y la visualiza hacia 2020, un futuro muy cercano
El dato duro de la violencia en Honduras queda excluido, porque tampoco hubo necesidad de exponerlo. En ningún momento se dice que en ese país, uno de los más violentos del mundo, hay de 15 a 21 asesinatos diarios, que el promedio de 2013 fue de 79 homicidios por cada 100.000 habitantes, con un total de 6.757 casos, ni que en 2012 se registró un femicidio cada 14 horas y 30 segundos. O que más de 3.000 hondureños —hombres y mujeres, infantes, adolescentes, jóvenes, adultos— emigran al mes a Estados Unidos, para huir de la marginación social y de la inseguridad atizada por el crimen organizado y por las pandillas, en un escenario de miseria en el que la cifra de homicidios por cada 100.000 personas llegó a oscilar entre 85 y 92 en años recientes.
Tampoco se menciona que la violencia tiene múltiples manifestaciones en Honduras, como que, según cifras oficiales, de enero de 2005 a marzo de 2013 hubo 17.495 requerimientos fiscales de medicina legal —15.100 a mujeres y 2.395 a hombres— a víctimas delitos sexuales. O que de 2007 a marzo de 2013 hubo 10.266 violaciones e intentos de violaciones sexuales ni que la tasa de femicidios por cada 100.000 habitantes llegó a 28.2 en 2013, con un promedio de 51 al mes.
Pero en apenas 15 minutos, Solo Sebastián, un cortometraje franco—hondureño que ha sido estrenado en Tegucigalpa, lanza una mirada de perspectiva con una alerta sobre lo que podría ser el impacto de la violencia en la Honduras de 2020. “La ciudad se apaga, la gente huye, el país colapsa”, dijo el cineasta franco—hondureño Raúl Pauck, codirector con la guatemalteca Elizabeth Figueroa. La obra prevé un espejo de lo que acontecería en 2020 en Honduras.
La obra prevé un espejo de lo que acontecería en 2020 en Honduras, con gente huyendo de la ciudad hacia el campo
“Es lo que ya hoy estamos viviendo. La película trata de cuando se rompe, de repente, ese hilo frágil de lo que pasa todos los días con la violencia”, dijo Pauck a EL PAÍS. “La trama esencial es que cuatro personas se encuentran con un hombre que tuvo que huir de la ciudad, porque ya todo es el caos. Ese encuentro nos muestra como la ciudad está colapsada, que hay graves problemas y que todo el mundo huye hacia las montañas en busca de refugio. Aunque no se ven, obviamente están la represión, los ladrones, pero la idea que nos da es que estamos en un momento duro, difícil, de la vida de una ciudad que está en crisis”, narró.
Pese a que todo transcurre en 2020, explicó, “es un futuro demasiado cercano y definitivamente la violencia, hoy, ya está ocurriendo y es increíble. Honduras es un país en plena violencia y enfermo psicológicamente: vivimos en terror latente y con miedo constante, pese a que todo parece normal en la ciudad y de que los carros transitan, la gente va a los supermercados, pero sí se siente que hay una atmósfera de miedo, de inseguridad, y hemos aprendido a vivir con esto”.
Filmado durante dos fines de semana —dos sábados y dos domingos— a un costo de apenas 250 dólares o cinco mil lempiras (moneda hondureña) autofinanciados por los productores, el cortometraje tiene como protagonistas a cinco actores hondureños, un profesional —Emmanuel Jaén— y cuatro aficionados —Silvia Stefanía, Diego Mendoza, Mario Hernán Mejía y Mauricio Mendoza—, “pero son personas con ganas de hacer cine”.
La película se filmó en dos fines de semana con apenas 250 dólares
Solo Sebastián fue producido por los hondureños Camilo Pauck y Norman Medrano, con las empresas independientes Reck Producciones y Latino Estudios, de Tegucigalpa, y su presentación se realizó este miércoles en la Alianza Francesa, de la capital hondureña.
El cortometraje llegó en un momento de intensa propagación de la violencia en Honduras. Un núcleo del cártel de Sinaloa, uno de los más peligrosos y fuertes de México, ha desatado en la noroccidental ciudad de San Pedro Sula, la segunda en importancia de esa nación, una guerra interna en disputa por un botín de más de 18 millones de dólares con un saldo preliminar de 13 muertos.
Las maras o pandillas juveniles atizan sus choques a sangre y fuego en todo el país. Centenares de hondureños menores de edad —hombres y mujeres ya excluidos por la sociedad— optan por emigrar a Estados Unidos para escapar del cruento panorama en una ardiente caldera con un ingrediente esencial: el 70% de sus 7,8 millones de hondureños sufre la “violencia” de la miseria o la miseria extrema, el analfabetismo supera al 15% en mayores de 15 años, 800.000 familias sobrevive con uno o dos dólares al día y el 10% más rico de la población capta la casi totalidad del ingreso real.
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