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CRÍTICA | 'AL FILO DE LA MAÑANA'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El método de la marmota guerrera

'Al filo de la mañana' juega con un saludable humor autoparódico respecto de su emulación

Javier Ocaña
Tom Cruise y Emily Blunt en un momento de 'Al filo de la mañana'.
Tom Cruise y Emily Blunt en un momento de 'Al filo de la mañana'.

En tanto en cuanto Dante ya reconoció que su Divina Comedia era una especie de reformulación de La Eneida, de Virgilio, parece casi inútil querer distinguir entre reminiscencias, resonancias, semillas, influencias y simples plagios. La lista de artistas de mayor o menor altura que han partido de una base dramática o formal para componer una nueva obra sería interminable, pero hay un hecho claro: Al filo de la mañana, película de Doug Liman basada en la novela previa All you need is kill, de Hiroshi Sakurazaka, sería impensable si antes no hubiese existido Atrapado en el tiempo,el clásico moderno de Harold Ramis.

La película de Liman es tan deudora de aquel Día de la marmota que resulta incluso inútil comparar, pues son iguales en su estructura dramática y en su esencia —cambiando la tentativa de enamorar a una mujer por la salvación del mundo tras una invasión alienígena—, y quizá, sobre todo, porque Al filo de la mañana juega conscientemente con un saludable humor autoparódico respecto de su no ya influencia, sino directamente emulación.

AL FILO DE LA MAÑANA

Dirección: Doug Liman.

Intérpretes: Tom Cruise, Emily Blunt, Brendan Gleeson, Bill Paxton, Noah Taylor.

Género: ciencia ficción. EE UU, 2014.

Duración: 113 minutos.

Una regocijante risa de sí misma, y de su reescritura, que también aplica Tom Cruise en la elección de su papel, e incluso en su interpretación. Con toda seguridad necesitado de un giro en su carrera, empeñado una y otra vez en salvar al mundo de múltiples enemigos, Cruise se fustiga con sorna con el rol de un militar torpe y cobarde con alergia a la batalla, al que sólo le salva su soberbia capacidad para dar gato por liebre a través de una imagen de impoluta seriedad que los medios de masas se encargan de transmitir.

En el guion, Christopher McQuarrie (Sospechosos habituales) y compañía se aplican en la graduación de los bloques narrativos para que el divertimento nunca sea reiterativo —ya lo es por definición: se trata de repetir una y otra vez lo mismo—, y aunque la dirección y la escenificación de la acción por parte de Liman, de El caso Bourne, pero con un par de bodrios (Sr. y Sra. Smith, Jumper), sólo sea eficaz, sin una gota de poderío visual más allá de lo obvio, la película nunca decae de lo que promete: una relectura consciente, efervescente e intrascendente.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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