Los Max hacen grande el teatro pequeño
Los premios celebran su 17ª edición con una gala reivindicativa ‘Un trozo invisible de este mundo’, de Juan Diego Botto, triunfadora de la gran noche de la escena
Cuando Toni Servillo habló del teatro, la semana pasada en Madrid, como la gran fiesta de los sentidos y la inteligencia, muchos actores y actrices españoles, también directores y dramaturgos, escucharon sus palabras admirados y comprendidos. El actor italiano, tantos años desgastándose en los escenarios, compartía con todos ellos los sentimientos que azotan desde siempre al teatro. Renuncia, fatiga y sacrificio. Sobre estos tres pilares, dijo el intérprete de La gran belleza y de la obra Le voici di dentro que se estrenó en Madrid, ha construido su larga y exitosa carrera. En el caso español, habría que añadir resistencia, que fue la que ayer saltó al escenario en la XVII edición de los Premios Max, cuya ceremonia coronó e hizo grande el teatro pequeño y más social. Un trozo invisible de este mundo, cinco monólogos conmovedores en torno a la migración y el exilio, se alzó con cuatro de los grandes premios de la noche, entre ellos el de mejor espectáculo de teatro, el de autor revelación y actor para Juan Diego Botto, además del de diseño de iluminación para Valentín Álvarez. Un trozo invisible de este mundo, dirigido por Sergio Peris Mencheta, que partía como favorito con seis nominaciones, fue uno de los grandes éxitos de la temporada teatral del año pasado que se repone estos días en el Matadero de Madrid. Botto, al recoger el Max a mejor actor, dedicó el galardón a todos sus compañeros que están desempleados, el 73% de la profesión.
La gala, a la que no asistió el ministro José Ignacio Wert (tampoco lo hizo el año pasado), contó con un excéntrico maestro de ceremonias, Jimmy Barnatán, vestido como un pavo real galáctico, y guion y dirección de Mariano de Paco. Fue una ceremonia chillona y excesiva, a modo de cabaret, plagada de números musicales estridentes. Agotadora. En la sala de prensa se llegó a hablar de “infierno”. El protagonismo del presentador fue tan excesivo que llegó a eclipsar al mundo del teatro, que tiene en estos premios, retransmitidos por La 2 de TVE en directo, su gran escaparate. Antonio Onetti, presidente de la Fundación Autor SGAE, organizadora de la velada, dio la bienvenida a los asistentes al escenario del Circo Price, en Madrid, hablando de cómo en momentos de crisis el teatro se reinventa y sigue adelante, “a pesar de los recortes, del IVA más alto de Europa y de la ausencia de un modelo de financiación alternativo para la cultura”. “Aquí seguimos más vivos que nunca”, proclamó Onetti.
XVII Premios Max
Espectáculo de teatro: Un trozo invisible de este mundo. Producciones Cristina Rota S.A. y Teatro Español.
Espectáculo de teatro musical: La flauta mágica- Variaciones del Furbi. Compañía Dei Furbi / Baubo.
Espectáculo de danza: Lo real / Le réel / The real. Compañía Israel Galván.
Espectáculo infantil: El bosque de Grimm. La Maquiné.
Espectáculo revelación: The Funamviolistas. 8co80 Gestión Cultural S.L.
Autoría teatral: Pere Riera por Barcelona.
Autoría revelación: Juan Diego Botto por Un trozo invisible de este mundo
Adaptación o versión teatral: Carles Alfaro y Rodolf Sirera, por L'Estranger.
Composición musical para espectáculo escénico: Maika Makovski, por Forest.
Coreografía: Israel Galván, por Lo real / Le réel / The real.
Dirección de escena: Carles Alfaro, por El lindo Don Diego.
Escenografía: Rebecca Ringst por Forest.
Figurinista: María Araujo por El lindo Don Diego.
Diseño de iluminación: Valentín Álvarez, por Un trozo invisible de este mundo.
Actriz: Emma Vilarasau, por Barcelona.
Actor: Juan Diego Botto, por Un trozo invisible de este mundo.
Intérprete femenina de danza: Eva Yerbabuena, por ¡Ay¡
Intérprete masculino de danza: Israel Galván, por Lo real / Le réel/ The real.
Empresa o producción privada de artes escénicas: Tanttaka Teatroa.
La otra obra favorita de la noche, Barcelona, se llevó el Max al mejor autor teatral para Pere Riera y para la actriz Emma Vilarasau. Barcelona, una potente historia de amistad de dos mujeres bajo los bombardeos de 1938 en la ciudad catalana, cosechó tal éxito en el Teatro Nacional de Catalunya que se pasó al más comercial teatro Goya. El otro montaje premiado con dos maxs fue Forest, obra de texto y música de Calixto Bieito, sobre textos de Shakespeare con el tema del bosque como eje de la narración.
Carles Alfaro se llevó dos galardones por su adaptación de L’Estranger de Camus, premio que compartió con Rodolf Sirera, y el de mejor dirección de escena por El lindo Don Diego. En el apartado de danza fue el bailarín y coreógrafo Israel Galván el que acaparó los tres grandes premios Lo real / le réel / The real: coreografía, interpretación y espectáculo.
Los Max de ayer han supuesto un claro espaldarazo a los montajes nacidos en condiciones difíciles y arriesgadas. Ese teatro que nace de la necesidad o ganas de contar historias donde sea y cómo sea que choca con la desidia y escaso apoyo institucional, según vienen denunciando los distintos sectores afectados. La ebullición creativa y el respaldo de un público fiel contrasta con la fragilidad de una industria que, según datos de la Sociedad General de Autores de España (SGAE), ha visto caer sus funciones en un 26% entre 2007 y 2013, debido a los rigores de la crisis y la subida del IVA cultural al 21%. El teatro pequeño y resistente se hace grande, buscando la cercanía del pueblo, apelando a las emociones a pie de calle. La apertura de salas y espacios reducidos, de apenas 20, 30 o 50 butacas, crece a un ritmo poderoso, sobre todo en las grandes ciudades, donde se instala una nueva generación de actores y directores que se ponen al frente de centros de barrio. Según datos de la Fundación Autor, el número de espacios teatrales ha crecido de 858 en 2011 a 996 en este año.
La cartelera de Madrid o Barcelona depara de un tiempo a esta parte multitud de sorpresas, de propuestas diferentes, ya sean comedia o drama, revisiones de clásicos y una incidencia muy especial en el teatro social, ese que retrata la realidad de la crisis. Los cambios efectuados para la votación de estos premios Max –las piezas son preseleccionadas por tres comisiones geográficas (Cataluña, Madrid y el resto de comunidades) y juzgadas por dos jurados independientes que tienen obligación de ver todas las obras candidatas- han posibilitado que se pueda poner el foco en obras más pequeñas, muchas veces alejadas de los grandes nombres y espectáculos de luces. Esa es la opinión de Juan Diego Botto, alma de Un trozo invisible de este mundo, junto a Peris-Mencheta, y ganador de la noche. “En medio de este maltrato institucional y de subida del IVA, nos empeñamos y lo hacemos todo por amor al arte, pero no es forma de vivir. Muy pocos de los candidatos a los Max pueden vivir de su profesión”, denunció Botto. Otro ejemplo de esta situación es la del actor Tristán Ulloa, candidato a mejor dirección de escena con En construcción, estrenada en una pequeña sala de Madrid en la que se agotaban día tras día las entrada, aunque anoche se fue de vacio, o La gente, una reflexión sobre la organización política y la participación en los movimientos sociales, con un par de docenas de sillas como única escenografía, de los valencianos Juli Disla y Jaume Pérez, que optaban al Max a la mejor autoría revelación que fue a parar a manos de Botto.
Quien conoce bien todo este panorama es Aitor Tejada, productor de Kamikaze Producciones, una de la pocas compañías medio estables que ha visto reconocido su prestigio gracias a esa manera de trabajar con pasión y profesionalidad, sin alharacas. Kamikaze Producciones se hizo grande con La función por hacer, nacida en un garaje en un verano caluroso sin ayudas ni presupuesto, y que ahora tiene un cartel su tercer montaje, Misántropo, en el Teatro Español. Es el ejemplo en el que se quieren mirar todos. “Cuando oigo a los políticos mostrar su orgullo por la situación del teatro me pongo furioso. Es falso. La situación en la que se trabaja es paupérrima, no se crea industria. Todo el movimiento teatral que existe no puede liberar de responsabilidad a los políticos”, denuncia Tejada. Los ayuntamientos, que en su día jugaron un papel fundamental para las giras de las compañías por todo el territorio nacional, viven en una situación de tal pobreza y escasos presupuestos que es raro el caso de contratación de giras teatrales. Esas obras faraónicas construidas hasta en los más pequeños municipios están hoy vacías y sin programación. Una situación con la que intenta luchar el programa Platea, puesto en marcha por primera vez este año por la Secretaría de Estado de Cultura, que, con un presupuesto de seis millones de euros, busca incentivar la circulación de espectáculos de artes escénicas por espacios municipales. Los resultados de este programa, al que algunos acusan de provocar únicamente grandes titulares, se verán a final de año. Estos seis millones de euros se suman a los 7,93 millones consignados en los Presupuestos Generales del Estado para teatro y circo.
Babelia
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