María Víctoria Atencia, se prohíbe la nostalgia
La poeta malagueña pasó 15 años sin escribir y eso la apartó de la nómina oficial de la Generación de los 50
Si un verso suyo prohíbe la nostalgia, María Victoria Atencia se ha prohibido el resentimiento. Le costó ver reconocida su obra pero nunca ha salido de su boca una sola palabra de reproche. Quizá porque sus poemas tienen una naturalidad rara en tiempos de artificio, ella todo lo juzga natural: ni ser madre de cuatro hijos le impidió sentirse poeta ni pilotar aviones le parece extraordinario (será porque nació en la calle del Ángel), nunca se sintió relegada por ser mujer ni apartada de las antologías por ser un verso libre, literalmente.
¿Por qué tardó su nombre en incorporarse a la nómina de la generación del 50 al lado de Gil de Biedma, Valente, Goytisolo o Caballero Bonald? Posiblemente, porque pasaron 15 años entre sus dos primeros libros. La joven que debutó en 1961 con Arte y parte no volvería a reaparecer del todo hasta 1976 con Marta & María. Cuando se le pregunta la razón de tan largo silencio María Victoria Atencia habla de una vida “completa” con los hijos pequeños, del “susto” que supuso leer a Rilke y, sobre todo, de una sensibilidad en los antípodas de la poesía social, dominante esos años. Un accidente de su profesor de vuelo y un “desequilibrio” amoroso la empujaron de nuevo a la escritura. Los poetas novísimos, atentos a la celebración de la belleza, rompieron su aislamiento y arroparon su obra aunque ella dice que nunca se sintió sola: siempre tuvo su lado a los maestros interiores del 27 —Aleixandre, Guillén, Dámaso Alonso— gracias a Bernabé Fernández-Canivell, secretario de la revista Caracola. Allí publicó Atencia el soneto que inauguró su obra. “Ya está todo en sazón. Me siento hecha,/me conozco mujer y clavo al suelo,/profunda, la raíz y tiendo en vuelo/la rama, cierta en ti, de su cosecha”.
Pocas veces unos primeros versos habrán contenido tan enteramente la voz de quien los escribió. Medio siglo después de su publicación, ese cuarteto sigue siendo un buen mapa del mundo de la poeta malagueña. Diálogo con la tradición y trascendencia de lo cotidiano —según reconoció el jurado del Reina Sofía—, misterio y transparencia, biografía sin anécdota y clasicismo formal —es toda una maestra del alejandrino— son algunos de los componentes de una obra dividida por sus estudiosos en cuatro etapas: inmediatez expresiva, evocación de la infancia, culturalismo y hermetismo. Capaz de levantar una casa con cuatro piedras, María Victoria Atencia ha escrito siempre con los pies en la tierra y la cabeza en las nubes. A veces es difícil saber qué quiere decir un poeta cuando dice alma, por eso ella añade que el alma duele: “Por si el sueño no es más que un estado del alma,/un instante carnal y una pausa en su oficio,/confieso aquí que duele, el alma duele y suele/dejarnos de su mano mientras reina la noche,/la hermosa dama de cabello negro, acogedora/premonición falaz de un más largo abandono,/al que es preciso, sin embargo, entregarse/por si el alma no es más que un estado del sueño”. La gente que vuela a veces escribe versos.
Babelia
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