Joaquín Reyes, un tipo serio con quien tomarse unas cañas
El Teatro La Latina acoge el nuevo monólogo del cómico, 'Que me aspen', una reflexión sobre cómo madurar lo cambia a uno
Llega un pelín tarde y lo primero que hace es disculparse. Luego deja el Limonov de Emmanuel Carrère sobre la mesa, se sienta y suelta uno de los pocos chistes de la entrevista al verse frente a frente con el huargo de los Stark estampado en una camiseta. "Papa-papapapam", tararea la archiconocida melodía de Juego de tronos, versión TV, de la que es fan, "sobre todo de Jaime Lannister". Pero es un espejismo. El Joaquín Reyes (Albacete, 1974) más allá de la pequeña pantalla o los escenarios no es el torrente de humor de Muchachada Nui o cualquiera de sus monólogos. Es alguien más bien serio, reflexivo, que ríe poco y pierde mucho la mirada en un vacío que se encuentra a su derecha. Sobre las tablas, eso sí, mandan otras reglas, como podrán ver mañana los que asistan a eso de las once y media de la noche a su Que me aspen en el Teatro La Latina, un escenario que le gusta porque “el público se toma un paréntesis de la cena y los bares y se viene a reír un rato”. Esa es la clave, según él: “El humorista es el tipo con el que te gustaría tomarte unas cañas”.
Sobre el humor de este monólogo, Reyes no aspira a grandes revoluciones: “Me he dado cuenta de que los cómicos hablamos siempre de los mismos temas. Por decirlo así, tenemos nuestros fetiches. El mío siempre tiene que ver con la nostalgia y la infancia, con el pasado. Pero de pronto me di cuenta de que había crecido. Que soy padre. Así que me dije, tengo que escribir no sobre cómo era hace 12 años, sino sobre cómo soy ahora”. Esa intención de definir su identidad arranca ya en los primeros toma y daca de Que me aspen. Que si chistecito con el micrófono por allí, que si los norcoreanos han sacado reglamento capilar, que si “mi cuerpo es un kebap”, pero de pronto: “No he venido a hablar de mi físico, aunque me haya abierto muchas puertas, he venido a hablar de mi personalidad. Porque para mí, mi personalidad es una incógnita”.
Te escribes los chistes en una libreta y luego te vas al bar, a ver si se ríen
Tampoco quiere sobreestimar en exceso este hilo conductor que vertebra, entreverado por chascarrillos y divagaciones al absurdo, su último monólogo: “A ver, que la gente viene y sale diciendo, ah, que bien cuadrado todo y tal. Pero en realidad lo mío es un batiburrillo de bromas. De hecho lo he titulado Que me aspen porque creo que resume lo que siente la gente ante esta colección de tontunas que le suelto: Estupefacción y excitación”. Tampoco recela de contar sus trucos de escritor para que la gente se monde. Porque tampoco es que sean ninguna fórmula secreta: “Te escribes los chistes en una libreta y luego te vas al bar, a ver si se ríen. De cada tres se mondarán en uno y con ese te quedas”.
Lo que no le hace gracia, como a casi nadie, es la crisis. Más que nada por la impresión de que han ganado los malos: “Hemos dado muchos pasos atrás en muchas cosas. Y eso que defiendo a los políticos y creo que son necesarios, aunque los podríamos tener mejores. Lo preocupante es ver que se ha aprovechado la situación en beneficio de intereses siniestros". ¿La solución? "Un líder. Alguien que una todo el descontento y las ganas de cambiar". Eso sí, él "ni de coña" se animaría a ser tal líder.
Después de La hora chanante, Muchachada Nui, monólogos en teatro, hacer el cabra en la parodia de El laberino del fauno de Spanish Movie, a Reyes todavía le queda una espinita clavada: “Lo que digo siempre: película. Nos queda hacer la película”. ¿Y cómo sería?. “Pues pretendería ser algo así como La vida de Brian [comienza a reírse]. Ya lo sé, ya lo sé, salvando las distancias, claro. Pero nos gustaría parecernos a ella. Una película de sketches pero con un hilo conductor. Por ahí van los tiros. Ahora, que si nos queda la mitad de bien que a los Monthy Python, yo feliz”. Fin de la entrevista. Reyes da la mano, se coge su Carrère y marchando al otorrino, que el niño tiene consulta.
Babelia
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