“Creo que el cine aún está luchando por construirse como arte”
Shane Carruth prosigue su senda experimental con 'Upstream Color', un filme sobre el amor, los cerdos y las orquídeas azules
Las primeras palabras de Shane Carruth (Myrtle Beach, 1972) son el sueño de cualquier hipster: "Perdón por el retraso. Tenía otro Skype con una compañía estonia". Y durante toda la entrevista sigue soltando perlas para los que aman el séptimo arte en su formato más experimental. La más lustrosa y arriesgada: "Creo que el cine aún está en proceso de construcción, buscando su identidad". Ser parte de ese proceso, hacer cine que perdure en el tiempo, es la meta de este realizador. Solo tiene una regla: "Nunca en Hollywood".
Por qué Carruth reniega de Hollywood se explica en los casi 10 años que median entre Primer (2006), su debut, y Upstream color (2013). El cineasta se pasó años intentando levantar una ambiciosa superproducción de cine fantástico, A topiary, que se ganó muchas novias de las major y la admiración de James Cameron. Pero los años pasaron y, aunque nadie le dijo porqué, el filme no levantaba el vuelo. "Perdí años en esto y además se filtró mi guion a la web. Fue muy doloroso". La solución, cuatro meses de rodaje en su hogar, Texas, que se transformaron en Upstream color, una oda surreal a la desnudez del cine, al retorno a una narrativa eminentemente audiovisual.
"Como los personajes de la película no podían expresar qué les ocurría, me obligué a expresar la narración prescindiendo del diálogo. Eso hizo que el sonido y la imagen fueran centrales”. Y su encadenamiento. Upstream color capta al vuelo —con esa cámara en mano bellamente imperfecta que han trabajado cineastas como Darren Aronofsky, Terrence Malick o Michael Mann— detalles fugaces: una mano que se desliza por una pared, el cadáver de un cerdo en descomposición, la reacción química que cambia el color de una flor o un gusano que flota en el torrente sanguíneo. Un crisol de imágenes que Carruth detalló exhaustivamente en un guion visual paralelo “cuatro o cinco veces” más grueso que el convencional. Y dichas imágenes encuentran sus lugares comunes por las simetrías en su composición, un elemento que Carruth ve “clave” para que se pueda seguir lo que cuenta su filme.
Pasaba en Primer y pasa en Upstream color. El espectador recibe un puzle al que tiene que poner de su parte para poder descifrar. Especialmente para entender el núcleo que mueve la película: un ecosistema que conecta a humanos, gusanos, cerdos y orquídeas azules. Carruth, según sus palabras, no está dejando a su subconsciente en piloto automático: “Para nada fue algo instintivo. Fue un proceso muy largo y que me sería imposible explicar por entero. Puedo intentar contar algo... [se toma una larga pausa] Necesitaba desnudar a los personajes de su narrativa. Y eso me lo dio la ciencia ficción. Busqué la idea de algo que perteneciera a la Tierra, que siempre estuviera ahí, algo mundano pero que no hayamos comprendido aún. Y esa idea fue el ciclo de la vida. Así que humano, gusano, cerdo y orquídea se conectarían con esa entidad (o lo que sea) azul en un ecosistema. Lo conseguí con trabajo. Refinar, refinar y refinar la idea hasta que acabé con gusanos, cerdos y orquídeas [ríe]”.
No contento con lidiar con toda esta complejidad visual y argumental, Carruth, guionista, director y productor, se cargó también con el segundo personaje con más cuota de pantalla: “Lo llevé mal [ríe]. Encima de todo lo demás, otra cosa con la que cargar. Pero me gusta fingir que soy actor. Me da la perspectiva de cómo están funcionando las cosas desde el punto de vista interpretativo. Y además escogiéndome a mí sabía que tendría a un actor que siempre estaría disponible”.
Carruth ya sabe cuál será su tercera película. No será ese proyecto maldito en Hollywood, A Topiary, que no descarta rodar en cinco o 10 años. The Modern Ocean, un filme sobre la batalla de las modernas empresas por el mar que define como una “aventura y romance trágico”, será su siguiente paso. A ella le aplicará el mismo método que a Primer y Upstream color: “El guion como arquitectura y la puesta en escena como tornado girando alrededor de él”. Y aunque dice no ser capaz de ver “más de lo que tiene enfrente” y no saber qué tiene el cine en general, no puede evitar dar su definición de lo que es o debiera ser el cine narrativo: “Algo que vaya más allá del guion. Mejor que él. Algo que te toque de otra manera que las palabras”.
Babelia
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