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CRÍTICA | LA PERRERA (DOUG POUND)
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Reconstruyendo la escoria

La concisa presentación de los tres protagonistas y el seco y contundente final sintetizan las mayores virtudes de la propuesta

Fotograma de 'La perrera', de Kim Chapiron.
Fotograma de 'La perrera', de Kim Chapiron.

Alan Clarke debutó en el cine en 1979 con Escoria, versión cinematográfica del trabajo homónimo para el espacio Play for today que había realizado en 1977 y que la BBC decidió no emitir por su cruda violencia. La película documentaba la experiencia de tres jóvenes ingresados en una prisión juvenil inglesa donde el sistema disciplinario, unido a los juegos de dominio y poder desarrollados por los propios internos, pulverizaba toda esperanza de rehabilitación. En La perrera, segundo largometraje del francés Kim Chapiron tras el desaforado debut que supuso su película de terror Sheitan (2006), se reubica la estrategia planteada por Clarke y el dramaturgo Roy Minton en una prisión de Montana, proponiendo una suerte de remake más o menos inconfeso —la deuda es reconocida, casi con la boca pequeña, al final de los créditos— del controvertido clásico del realismo británico.

LA PERRERA (DOUG POUND)

Direcciób: Kim Chapiron.

Intérpretes: Adam Butcher, Shane Kippel, Mateo Morales, Slim Twig, Taylor Poulib, Dewshane Williams, Lawrence Bayne, Bryan Murphy.

Género: Drama.

Francia-Canadá-Gran Bretaña, 2010.

Duración: 91 minutos.

La concisa presentación de los tres protagonistas y el seco y contundente final sintetizan las mayores virtudes de la propuesta: su concisión, su alergia a toda voluntad discursiva y su voluntad de huir de arquetipos y tópicos del género carcelario. La perrera resbala ocasionalmente en algún montaje musical al servicio de cierta languidez indie y en esa ilustración de la fantasía erótica de uno de los personajes que recorre, sin palpable ironía, los clichés más tronados de la filia MILF. En la piel de Banks, el matón de la cárcel, Taylor Poulin borda algunas escenas donde su sola presencia, y su calculada transgresión de las distancias de seguridad entre los cuerpos, cargan la pantalla de una violencia sumamente perturbadora. La perrera no puede medirse con una película como la ambiciosa y extraordinaria El profeta de Jacques Audiard, pero muestra a un cineasta metiéndose en estimulantes problemas y buscando una nueva voz que aún no ha encontrado.

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