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Isaac de Vega, escritor singular que buscaba el alma de las cosas

Alumbró en los cincuenta una narrativa que prefiguraba el 'boom' de la literatura hispanoamericana y se apartaba del canon narrativo español de la epoca

Isaac de Vega (1920-2014), Premio Canarias de Literatura, publicó su primer cuento, El alma de las cosas, en 1950, inaugurando así una trayectoria enormemente singular cuyos principales hitos son las novelas Fetasa (1957), obra que dará nombre a los fetasianos, esa peculiar generación de escritores canarios abanderados por Rafael Arozarena, y Tassili, novela finalista del Nadal que editó Seix Barral en 1992.

Estas fechas importan porque la radicalidad magnífica de la obra de Isaac de Vega estriba en un alumbramiento casi impúdico de un nuevo modo de narrar, una propuesta narrativa muy particular y completamente ajena a la literatura española en boga en la década de los cincuenta. Si por esos años campaba a sus anchas ese realismo de corte costumbrista de escasísimo recorrido literario, Isaac de Vega se sitúa, desde el principio, en las antípodas, mucho más interesado en la relectura de la excepcionalidad de Kafka. Allí asimila hallazgos (filosóficos, simbólicos) que aplica a las singularidades del paisaje insular canario y que, enseguida, le acercan a las renovaciones del boom hispanoamericano que está en ciernes, calentando motores, avizorándose ya en un horizonte que pronto recibiría el impacto de todos esos nuevos narradores sobresalientes que por fin despabilarían las letras que por aquel entonces se escribían en español. Por eso es fácil pensar, por ejemplo, en un Juan Rulfo si queremos buscarle a De Vega parecidos razonables, sobre todo porque el canario compartirá con el mexicano esa hermosa facilidad para sublimar un territorio (Igueste de San Andrés), un paisaje y un paisanaje, y extraer el caudal de literatura universal que brota de esa sabrosa savia de lo local.

Tal vez la extrema singularidad de la valiosa narrativa de Isaac de Vega, autor de siete novelas y seis libros de relatos, perjudicara la normal recepción de su literatura. Este asunto unirá las voces de Juan José Delgado, su principal exégeta, y José Carlos Mainer, quien, ya en 1984, en Ínsula, escribía que De Vega era un narrador “tan ignorado como importante”. Acaso sea esta la hora de poner remedio y ver, con otros ojos, lo que está detrás de atrás del párpado y las mareas.

Víctor Álamo de la Rosa es novelista, autor de El año de la seca (2011).

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