La política y los alimentos como arte
La recién remodelada Delfina Foundation reabre con una muestra de diez artistas dedicada a la comida, su producción y su consumo
Arte, alimentos y política son tres ingredientes que no acostumbran a mezclarse en el mismo puchero, pero que aparecen perfectamente combinados en la exposición inaugural de la remodelada Delfina Foundation, la principal residencia para jóvenes creadores en Londres. La muestra sobre políticas alimentarias (The Politics of Food) despliega hasta mediados de febrero los trabajos de una decena de artistas en torno a la comida, su producción, consumo y distribución en una era de economía globalizada. La cultura que hoy enaltece lo culinario, sobre todo en las mesas privilegiadas, acarrea también recientes desigualdades en cuanto al acceso a los alimentos del grueso de la población mundial, y la amenaza de destrucción de una forma de vida en el campo.
Lo que a primeras luces aparcería como objeto de un seminario académico, ¿puede ser material para el arte? “Algunos creemos en la función social del artista”, subraya la burgalesa Asunción Molinos, autora de una original instalación que se tradujo en la creación de un efímero restaurante popular en El Cairo para exponer la pérdida de la “soberanía alimentaria” de Egipto. El país, antaño con una producción agrícola autosuficiente, depende hoy de las importaciones para alimentar a sus ciudadanos. La cámara de Molinos (Aranda del Duero, 1979) documenta el mes de singladura de ese comedor, ubicado en un barrio de construcción ilegal que apenas dispone de servicios públicos básicos (Ard de Lewa).
Cuatro fotografías de los carteles que especifican los menús semanales de ese restaurante “no egipcio” (El Matam El Mish-Masery, un nombre que alude a la carencia de productos locales) son la carta de presentación de ese proyecto en la fundación creada por Delfina Entrecanales en 1988 para apoyar a jóvenes artistas de todas las latitudes. En calidad de residente temporal, la artista española expone su obra en la sede londinense, centrada en las implicaciones socioculturales de las políticas de producción agrícola, junto a un colectivo de creadores de origen heterogéneo aunque inquietudes comunes (Abbas Akhavan, Gayle Chong Kwan, Candice Lin, Senam Okudzeto, Jae Yong Rhee, Zineb Sedira, Tadasu Takamine y Raed Yassin).
Ella misma procedente de un entorno rural, si bien habitante de la urbe de Madrid en sus años de formación, Molinos ha plasmado la colisión de ambos mundos –el campo y la ciudad- en Egipto, país en el que vive a caballo de España desde hace ocho años. Su restaurante –que logró poner en marcha gracias a una beca de Caja Madrid- cocinó durante la primera semana aquellos productos que Egipto cultiva para el mercado internacional, de alta calidad y cultivo ecológico, aunque casi ausentes del mercado local o sólo accesibles a precios prohibitivos. Los siete días siguientes se traducen en los platos elaborados por cuatro mujeres del barrio a partir de los alimentos de escasa cualidad y en su grueso importados que integran las cestas de la compra con magros presupuestos. El vídeo muestra cómo en la tercera semana de ese “proyecto de arte colaborativo” se recolecta todo aquello que aflora hoy en un barrio erigido sobre antiguas tierras de cultivo: colillas de cigarrillo, chicles y plásticos, donde tiempo atrás se cultivaban tomates o pepinos, serán los ingredientes de un extraño potaje. El último tramo del mes está consagrado a una “excavación arqueológica” en busca de indicios del pasado agrícola de la zona. El boquete abierto sobre el terreno acaba dando con una capa de tierra fértil.
El trabajo de Asunción Molinos pretende “visualizar contenidos que ya han sido trabajados por otras disciplinas”, porque el artista “facilita, o debería hacerlo, una forma más directa de llegar al ciudadano”. Cuando algunos de los visitantes asocian lo allí expuesto “con algo personal y te cuentan que lo mismo ocurre en sus países”, la autora ve cumplido su objetivo. La concepción del arte “como una plataforma crítica”.
Babelia
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