El circo popular en Costa Rica: ‘toros a la tica’
Una tradición popular mezclada con negocio de empresas y entretenimiento televisivo, cuya temporada brava comienza pasada la Navidad
Muchas horas después de salir de sus pastizales, el toro queda unos minutos atado en un redil a boca de plaza. Fuera, en la arena, decenas de muchachos vestidos con jeans y zapatillas deportivas o botas de futbol, aguardan frente a la puerta a que la bestia salga disparada y asustada para que empiece el espectáculo. Los “toreros improvisados” intentarán mostrar su valentía colectiva y salir ilesos, pero en las graderías el público pedirá acción; aplaudirá o gritará de susto y placer cuando el toro alcance a uno de ellos y lo levante como a un muñeco de trapo.
Entonces será esta una buena corrida de “toros a la tica”, una tradición popular mezclada con negocio de empresas y entretenimiento televisivo, cuya temporada brava comienza pasada la Navidad y se extiende en los primeros tres meses del año, no sin cuestionamientos de quienes creen indefensos a los “improvisados” y, en paralelo, de un incipiente activismo contra el maltrato a los animales.
Los toros y los “improvisados”, como se les llama en el ambiente a los toreros de ocasión, son los actores principales en este espectáculo taurino sin elegancias ni ritos. No hay vestidos de gala, solemnidades, arte, ni “oles”. La música usual es la cumbia criolla o el ritmo que esté de moda en cada temporada de “verano”, como se le llama a la época seca en este país tropical. Todo parece bastante informal, aunque detrás haya millonarios contratos comerciales y publicitarios, o intentos más o menos ciertos de proteger con pólizas de riesgo a los “improvisados”, que son el alma de la fiesta y a los montadores, pues también suele haber show al estilo vaquero americano. En la temporada pasada la Cruz Roja atendió a 170 “improvisados” en 18 corridas.
Los “improvisados” pueden ser cientos que rotan o migran. Van buscando las corridas más comercializadas del país porque suele haber algo de dinero para quien se deje tentar por los desafíos que lanza un animador preocupado por entretener al público en las gradas. Su tarea es azuzar entre todos al toro con capote o sin él, corriendo a su lado, tirándole del rabo o retándolo de rodillas a pocos metros de los cuernos. Algunos son desempleados inexpertos que buscan algún dinero y otros participan por tradición o por placer del peligro televisado, especialmente en la provincia de Guanacaste (Pacífico Norte), donde abundan las haciendas.
El espectáculo estelar del año, sin embargo, ocurre después del 26 de diciembre de cada año en el centro del país, en San José, en las fiestas tradicionales de un distrito llamado Zapote, a un kilómetro de la Casa Presidencial. Patrocinadas por marcas comerciales y por dos bancos públicos, las actividades en el redondel de Zapote han inaugurado en este fin de año la temporada taurina, al menos la que se presenta en la televisión nacional. Los dos canales principales del país se alternan las corridas de tarde y noche durante varios días. Ganaderos conocidos se mezclan con gente de las televisoras y algo de farándula, mientras familias completas colman el graderío con atuendo de falsos vaqueros: sombreros recién comprados, camisas a cuadros o botas de cualquier tipo.
Es un espectáculo de masas, como el futbol, se atreve a comparar Jorge Arturo González, alias Cañero, el más famoso narrador y comentarista de corridas de "toros a la tica". Fuera del redondel se hacen largas filas de personas que apartaron desde semanas atrás la fecha y el equivalente a 30 dólares que vale cada entrada. “Siempre los veo en mi casa por la tele, pero mi hijo soñaba con venir a ver los toros en vivo y pensé que es algo bonito, algo sano, muy tico”, dijo Francisco Soto este domingo, mientras su pequeño, de siete años, veía con extrañeza una fila de jóvenes con carteles con imágenes sangrientas.
No eran muchos; tal vez unos 20, pero se hacían notar en una hilera paralela a los compradores de entradas. Eran los activistas en contra del maltrato animal. Aunque por ley está prohibido matar al animal, sostienen que la actividad taurina en Costa Rica provoca sufrimiento a las bestias y que algunas de ellas, lastimadas durante el trajín de la corrida, son sacrificadas. “Queremos hacerle pensar a la gente que ese animal al que someten a maltrato, al que golpean y que siguen punzando con electricidad y con espuelas, es tan animal como el perrito que tienen en su casa. Algunas personas se han salido de la cola para entrar y se va; eso nos alegra”, dijo Ágata García, una de las dirigentes activistas, que se dedica a una pequeña empresa de comida vegana.
Para ellos, el objetivo final con los toros es emular a la región española de Cataluña, que prohibió la tauromaquia en 2012. “No porque sea una tradición debe aceptarse como algo bueno. Qué más tradición que en España y vea lo que hicieron en Cataluña. Sabemos que esto no llegará aquí en un año ni en cinco, pero en algún momento hay que empezar”, agregó Eddie Badilla, consciente de que la actividad taurina en Costa Rica está sostenida por más que tradición. A favor tiene el gusto popular, cientos de patrocinadores estatales o privados y la alta rentabilidad para ganaderos y promotores, incluidos pueblos que organizan corridas de toros para recaudar fondos para desarrollo comunal.
El movimiento antitaurino es pequeño, casi simbólico, pero va ganando visibilidad. Uno de los cuatro principales candidatos presidenciales para los comicios del 2012, Luis Guillermo Solís (Partido Acción Ciudadana, PAC, centroizquierda) prefirió rechazar minutos de exposición pública en uno de los espectáculos organizados por una televisora, que pretendía ponerlo a torear una vaquilla, con fines benéficos. Solís, representante de la mayor fuerza opositora en el Congreso, escuchó el lobby de grupos protectores de animales y comunicó que no asistiría a un acto en el que, opina él, se maltrata a los toros.
La programación, sin embargo, estaba hecha. El espectáculo estaba asegurado y el rating también, como lo proyectan las mediciones de audiencia hechas en años pasados. Para la mayoría, esto es solo entretenimiento y tradición. “Aquí la persona no jode (maltrata) al toro; eso es en España o en otros lados. Aquí en Costa Rica más bien el toro puede joder o matar a la persona”, arguyó un policía ante uno de los manifestantes antitaurinos al pie del redondel de Zapote.
Para Cañero, comentador de las transmisiones taurinas de esta temporada en Zapote en el principal canal televisivo, estas manifestaciones antitaurinas son solo para llamar la atención de los medios de comunicación. “Lo que ellos no saben es que el toro de casta fue criado para esto. Maltrato sería no jugar a un toro de esos”, defiende el hombre que lleva décadas transmitiendo con estilo grandilocuente y casi poético corridas importantes y de aldeas.
“Esto mezcla a pobres y ricos. Esto es un calmante político. Esto da desarrollo a los pueblos y refuerza nuestra identidad. La gente que participa lo hace con mucha pasión. Mire, hay muchachos que entran al redondel y prometen a sus amigos saludarlos por televisión cuando va en el aire si el toro lo embiste. Y además hay dinero: vea la cantidad de marcas que se anuncian y pregúntese entonces por el futuro de esto”, reflexionó Cañero, quien calcula que unas 250.000 personas en el país dependen de actividades económicas que se desarrollan en los festejos alrededor de las corridas de toros. “Una minoría puede protestar, pero aquí mandan las mayorías; funciona en la política y funciona con los toros”.
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