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'IN MEMORIAM'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Carlo Lizzani, el último fotograma

Homenaje del escritor Claudio Rizzo al cineasta italiano Carlo Lizzani, fallecido el pasado 5 de octubre

Carlo Lizzani.
Carlo Lizzani.RICCARDO CESARI (CORDON PRESS)

So long partner” (hasta luego, compañero), recordando la última frase de la película Ride the High Country de Sam Peckhinpah, así deseo empezar mi homenaje del maestro Carlo Lizzani, fallecido el 5 de octubre. El día anterior de su último gesto hablé telefónicamente con su hijo, que se prestó amablemente a ponerme al corriente de su estado anímico. En esta vida nada es casual y la aparente falta de lógica, a veces, se descubre a posteriori para todos aquellos que van más allá de la piel vulnerable.

Nos solíamos ver en Roma dos o tres veces por semana en el bar que está cerca de su domicilio de la calle de Gracchi, siempre a las ocho de la mañana. Me contó que tenía un proyecto cinematográfico muy interesante: el comienzo del espionaje de los servicios secretos que investigaban a los sospechosos de comunismo y que empezó en las catacumbas romanas. Carlo tenía documentos, pruebas y el guion escrito: la última película. Deseaba mi presencia en el rodaje con un sentido de la amistad que hoy es desconocido, como la bebida que nunca tomaremos.

En estos últimos 20 años ha habido un cambio considerable en el concepto de lo que tendría que ser la cultura, estética y ética, que cualquier escritor cineasta o humanista nota cada día con más presión. A pesar de la visión solamente económica de los productores, Carlo no se daba por vencido y seguía insistiendo en hacer la película, que hoy sería extremadamente actual debido a los últimos acontecimientos de espionaje.

Naturalmente el último gesto de Lizzani me recuerda a Cesare Pavese y sus últimas horas en el hotel de Turín. Esto no tiene nada en común con la actitud última de Mario Monicelli, movido por una grave enfermedad terminal. En el bar, Carlo definió la actitud de Monicelli como muy digna y yo comparto la opinión.

Roberto Rossellini en su momento lo eligió como su ayudante de dirección en una época irrepetible del mundo cinematográfico. Lizzani, ser lúcido con un sentido muy profundo de la ética laica, posiblemente ya no quería pedir o preguntar a otros que utilizan el cine solo por motivos que ya no eran los suyos.

Los personajes de sus películas fueron perfectamente analizados: Mussolini, il conte Ciano, Edda Mussolini o Il Gobbo, personaje extraño que siguió la guerra partisana motu proprio para luego llegar al estudio del atracador sanguinario Caballero en Banditi a Milano. Sus análisis van mucho más allá de una cinematografía normal.

Carlo trabajó con los actores más prestigiosos de su momento (Rod Staiger, Gerard Blain, Gian Maria Volonté entre otros) y hasta hizo que Pier Paolo Pasolini interpretara un papel importante en Il Gobbo. Interesado en los textos literarios, llevó a la pantalla el libro de Pratolini Cronaca di Poveri Amanti y la obra de Valerio Zurlini Crónaca famigliare, que ganó el León de Oro en la Mostra de Venecia.

Lizzani fue el presidente de la Mostra durante algunos años y su permanencia solo fue comparable a cuando Gillo Pontecorvo tuvo el mismo cargo. Posteriormente llevó a la pantalla otra novela, La vita agra, de Bianciardi. De aquella época milagrosa quedan solo Francesco Maselli y Ugo Gregoretti: amigos entre ellos y míos. Con nostalgia y ternura Carlo me habló de Anna Maria Ferrero, a la que calificó como una de las grandes actrices italianas y con la que trabajó en dos películas. En El proceso de Verona dio una demostración de cine histórico, una obra maestra indiscutible. Propició que Silvana Mangano hiciese una de las más importantes interpretaciones de toda su carrera.

Tuve la suerte de compartir con Carlo momentos inolvidables como improvisar un hipotético rodaje a las ocho de la mañana, algo kafkiano que nos salió de repente, en la calle de Gracchi totalmente vacía, esperando que el bar abriera sus puertas.

Es imprescindible revisar la inmensa filmografía del maestro Lizzani para todos aquellos que todavía aman el cine de autor.

Ahora el Réquiem de Verdi puede empezar.

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