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Nueva York apuesta por la cantidad

Cuatro firmas españolas participan en la semana de la moda de primavera-verano 2014 de la ciudad estadounidense

Eugenia de la Torriente

La semana de la moda de Nueva York ha iniciado el calendario internacional de prêt-à-porter femenino para primavera/verano 2014. Entre los centenares de colecciones que se verán hasta el jueves, destaca la sorprendente presencia de cuatro firmas españolas. Pedro del Hierro y Desigual se estrenan en la ciudad y se suman a Delpozo, que debutó la temporada anterior, y a Custo, que participa desde 1996. “Es necesario salir de España porque las plataformas allí no tienen proyección global”, resume el veterano Custo Dalmau. El jueves, Desigual utilizó la pasarela y la apertura de una tienda en la Quinta Avenida para potenciar su expansión en el mercado estadounidense. Las cifras de la marca son apabullantes: el año pasado vendió 22 millones de prendas en 330 tiendas propias y más de 11.000 puntos de venta en un centenar de países.

Un diseño de Lacoste.
Un diseño de Lacoste.

La ambición internacional es una idea que, desde la llegada de Josep Font a la dirección creativa en 2012, defiende la firma Delpozo. Apenas hace un año que el diseñador debutó en el madrileño parque El Capricho y la compañía ya prepara la apertura de una tienda en Miami. Además, Delpozo ha conseguido colocarse en escaparates globales como Net-a-porter, Opening Ceremony o Moda Operandi. “Estamos orgullosos de ser españoles y de tener una visión internacional”, asegura Font. “Hemos sido pioneros en una forma de atacar eso sin complejos”. Su tercera colección para la casa de Jesús del Pozo (Madrid, 1946-2011) parte de un cuadro de Jean-Baptiste-Camille-Corot, Gitana con pandereta, que descubrió en la exposición Luces de bohemia. Combinado con la luz filtrada por vidrieras góticas, da lugar a una propuesta que mezcla artesanía con poesía en un paisaje vegetal propio de un cuento de hadas.

Un diseño de Pedro del Hierro.
Un diseño de Pedro del Hierro.

Faldas de rafia, transparencias y flores que flotan sobre el cuerpo componen una silueta embelesada. Destinada a mujeres que quieran escapar de los rigores de lo cotidiano. Es el jardín en el que la imaginación de Font (Barcelona, 1964) habita desde hace más de 20 años, aunque la ejecución y la factura se han afinado considerablemente. “Es mi colección más segura en Delpozo”, defiende. “En la primera estaba muy nervioso. Cuando empiezas a ver la repercusión comercial, ganas confianza”. En el vigente debate sobre si el director creativo en una firma con historia debe mostrarse respetuoso con la herencia o libre para innovar, Font apuesta por lo segundo. Nueva era, nuevas metas, nueva estética. “Me sé de memoria el legado, pero arriesgo. Lo más importante es generar un ambiente de ilusión en el trabajo”, zanja.

En un formato de presentación “más suave y tranquilo” que el de un desfile, se mostró la segunda incursión de la diseñadora Carmen March (Mallorca, 1974) en el universo de Pedro Hierro. March también debutó en Madrid, en abril de este año, con idea de buscar rápidamente una plataforma más ambiciosa. En un luminoso estudio con vistas al río Hudson, exhibió una línea “mediterránea” con envolventes pantalones, blusones y chaquetas en lino, lana fría o ante. Inspirada por Mariano Fortuny, March se alejó del rigor y la seriedad castellana que protagonizaron su estreno para adentrarse en un terreno mucho más sensual. A pesar del intrincado trabajo con los tejidos y el delicado patronaje, el resultado es ligero y luminoso. La mallorquina descubre el cuerpo con texturas que evocan el abandono de una tarde de verano en una playa balear.

Una modelo luce diseño de Alexander Wang.
Una modelo luce diseño de Alexander Wang.

Ajenas a los anhelos de conquista de los españoles, las tendencias siguen su curso en Nueva York. Y lo que prevalece en las colecciones de estos cuatro días es la recuperación de los años noventa: su minimalismo empapó las colecciones de Rag&Bone y Lacoste. La casa francesa celebra su 80º aniversario bajo la batuta de un portugués, Felipe Oliveira Baptista, que ha entendido la peculiar idiosincrasia de la firma, a medio camino entre lo deportivo y lo refinado. En rosa, verde agua y azul, Baptista juega con las líneas de la pista de tenis para reformular los clásicos polos y darles una apariencia arquitectónica.

Aunque hoy pocos pueden competir en la ciudad con Alexander Wang, que mostró su primer desfile tras estrenarse en marzo como director creativo de Balenciaga. El estadounidense convirtió la recuperación de los años noventa en un alegato a favor del humor. A los 29 años, Wang ejerce como un insólito monarca con dos reinos y, dado que debe tomarse muy en serio la moda en su puesto en París, ha decidido no hacerlo tanto en Nueva York. Si otros rescatan el minimalismo o el grunge, él invoca uno de los elementos más denostados de la década: la logomanía. El nombre Alexander Wang, repetido hasta el infinito, aparece troquelado en cuero o alrededor del torso en un delicado vestido.

Por poco pretenciosa y divertida, la propuesta de Wang resulta refrescante en una ciudad en la que muchos diseñadores parecen jugar en una liga que les queda grande. Es admirable cómo la industria estadounidense ha apoyado a los jóvenes y ha creado una generación de la nada para nutrir su antes escuálido calendario. Consciente de la necesidad de músculo para atraer a compradores internacionales y generar más de 800 millones de euros por edición, Nueva York ha encumbrado a velocidad de vértigo a diseñadores recién salidos del cascarón. Y el mensaje ha impactado en el sistema. El fichaje de Wang por Balenciaga o la inversión del grupo Kering el Altuzarra son ejemplos de cómo firmas con apenas un lustro de vida se han convertido en referencia. Como contrapartida, este fenómeno parece obligar a una grandilocuencia para la que algunos no están todavía preparados. Esa sensación dejaba el desfile de Prabal Gurung, un pastiche de Marilyn Monroe con materiales tecnológicos. Nueva York se ha propuesto ganar la partida internacional a base de (muchos) nuevos nombres, pero no está de más mantener cierta distancia crítica ante la avalancha.

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