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OBITUARIO

Carlos Blanco, guionista ejemplar

Escribió los libretos de clásicos del cine español como 'Locura de amor'

Carlos Blanco,en el festival de Valladolid de 2001.
Carlos Blanco,en el festival de Valladolid de 2001.MARTA CACHO (EFE)

Decía el escritor cinematográfico Carlos Blanco, fallecido ayer en Madrid a los 96 años, que sobre el guionista aburrido debía caer la misma amenaza que pesaba sobre Scheherezade cuando queriendo entretener las noches del Sultán le contaba cuentos mientras el oyente comentaba: “Si bostezo, te corto la cabeza”. El propio Blanco se aplicó la lección y en los 16 guiones que escribió o, mejor dicho, en los 16 que la censura le autorizó y pudieron convertirse en películas, no falló en ninguna secuencia.

Y ello a pesar de que su especialidad fueron las películas históricas, tan proclives en los años de la posguerra a ser cargantes. Blanco tenía la habilidad de evitarlo, como demuestra el que fue su primer gran éxito, Locura de amor, que en 1948 arrasó en las pantallas de España y en buena parte de América Latina. Su éxito fue tal que en Hollywood se preparó una versión elaborada por el mítico Ben Hecht, que no llegó a realizarse.

Esta no fue mas que otra frustración de las varias que sufrió el guionista: Teresa de Jesús, Ignacio de Loyola. María Coronel y hasta el guión de Rey de Reyes (1961) que Blanco quiso contar como el Informe secreto sobre la muerte de un carpintero. Mientras escribía otras películas de éxito para Sáenz de Heredia (Las aguas bajan negras (1948), Los ojos dejan huellas (1952), Don Juan (1950), 10 fusiles esperan (1959), o para Nieves Conde, (Los peces rojos, 1955, que 50 años después sería de nuevo llevada al cine: Hotel Danubio, 2003) o un guión para Cantinflas y Fernán Gómez (Don Quijote cabalga de nuevo, 1973), Carlos Blanco rechazaba muchas ofertas, desinteresado del tipo de cine que entonces se hacía. No en vano era un perdedor de la guerra civil en la que había sido teniente de la Artillería republicana, y cuando posteriormente tuvo que batallar “entre la conciencia y el estomago” tras ser liberado de un campo de concentración, admitió: “Me he insultado muchas veces mirándome al espejo”, confesando que durante 40 años se había aplicado el consabido “come y calla”. Pero prevalecieron su arte en la narración cinematográfico y su rigor en los datos históricos, tal se mostró en el homenaje que el festival de Valladolid le organizó en 2001, que dio pie a un excelente libro de Juan Cobos.

Rigor indiscutible, desde luego, pero sobre el que él mismo ironizaba recordando aquel largo travelling de Locura de amor con el que se acompañaba la entrada triunfal en la catedral de Juana la Loca mientras se pregonaban sus posesiones Era tan largo aquel travelling que tuvo que inventarse títulos y leyendas que sonaran a verosímiles pero que a él mismo le daban risa. Paradojas: aquel travelling hoy forma parte de una de las páginas brillantes de la historia del cine español. Pero muchos otros proyectos de Carlos Blanco se quedaron en la alacena: estaban por encima de lo que concebían productores o censores y a él no le dio la gana de adaptarlos a sus gustos. Fue un vencido de la guerra que supo mantener su libertad.

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