Paolo Marconi, el guarda de la belleza de Roma
El arquitecto contribuyó decisivamente a la conservación del patrimonio cultural de la capital italiana
El arquitecto e insigne profesor, Paolo Marconi murió el pasado 13 de agosto en Roma, su ciudad, donde nació en 1933 y donde a lo largo de su vida contribuyó decisivamente a la conservación de su belleza. Hijo del arquitecto-urbanista Plinio Marconi, colaborador del gran Giovannoni, Paolo Marconi fue más conocido por su dedicación al patrimonio arquitectónico y a su restauración.
Arquitecto desde 1958 y con una especial sensibilidad para la Historia de la Arquitectura y del Arte, se aplicó desde el inicio de su vida profesional a la restauración del patrimonio. Compatibilizó la práctica con la enseñanza de gran altura teórica en la Sapienza y en Roma Tre, dejándonos hoy una amplia bibliografía. Trabajó desde 1966 a 1970 como arquitecto principal de la Soprintendenza ai Monumenti di Roma, dirigiendo obras tan importantes como el claustro de Bramante de Santa Maria de la Pace, la iglesia de los santos Luca e Martina o Santa Maria dei Miracoli en la Piazza del Popolo.
Más tarde se integró en la operación llevada a cabo por el Gobierno francés para la salvaguarda de sus monumentos en Roma, colaborando así en la restauración de San Luis de los Franceses y de Trinità dei Monti, entre otros. No obstante, Paolo Marconi hizo también numerosos proyectos de restauración fuera de Roma, entre los cuales destacamos la catedral de Cafalú, la Zisa en Palermo, el castillo de Sant’Elmo en Nápoles o la Casa delle Nozze d’Argento en Pompeya, donde como en sus demás obras demostró su profundo conocimiento de las técnicas tradicionales de construcción y su aplicación actual.
Pero Marconi cultivó no solo el saber arquitectónico. Su conocimiento era tan vasto como profundo otorgándole una amplia visión del objeto y de su contexto histórico. Fue quizás esta visión de tan alto vuelo la que detectó el origen y ofreció la solución al deslizamiento de la ciudad de Orvieto, evitando así su ruina. O la que le dio alas para imaginar una reconstrucción del Porto Ripetta en Roma. Soñador del pasado e ideador de un bello presente, Polo Marconi era un hombre afable e irónico que sabía hacer extensiva su pasión por la arquitectura. Considerado como un padre para la escuela restaurativa, ha sido uno de los pocos que ha puesto en cuestión las doctrinas de Brandi y el sentido mismo de patrimonio cuando ello conlleva el embalsamamiento de la arquitectura. Paolo Marconi comprendía la restauración como el ejercicio mismo de la arquitectura y esta como un arte comunicador de códigos conocidos por la sociedad, de forma tal que la restauración debía restituir también dicho significado.
Criticado ampliamente por las escuelas conservativas, le gustaba discutir con gran sentido del humor con sus detractores, los cuales hoy seguramente le honran tanto como aquellos que aprendimos con él. La radicalidad de sus propuestas siempre se sostenía en un inmenso conocimiento y amor por la arquitectura, la cual comprendía tanto que lograba hacerla suya. Miembro la Accademia de San Luca desde 1973, recibirá en septiembre su justo homenaje allí, junto a la Fontana de Trevi. Los que aprendimos y colaboramos con él nunca le olvidaremos.
Amaya Herrero de Jáuregi es urbanista especializada en restauración del patrimonio.
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