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Atracón de cine recobrado

Orson Welles, Jerry Lewis, Buster Keaton... ¿por qué se multiplica la recuperación de material inédito? Las nuevas tecnologías alientan el rescate del viejo celuloide

Gregorio Belinchón
Dos planos de las imágenes nunca vistas de 'El herrero' (1922), de Buster Keaton. La copia la descubrió el historiador argentino Fernando Martín Peña.
Dos planos de las imágenes nunca vistas de 'El herrero' (1922), de Buster Keaton. La copia la descubrió el historiador argentino Fernando Martín Peña.

Yo pensé que después de lo de Metrópolis todo sería decadencia”. El historiador cinematográfico y restaurador Fernando Martín Peña gorgojea feliz por teléfono. El argentino encontró en 2008 la copia más larga, y probablemente más fiel a los deseos de su creador, del mítico filme de ciencia ficción de Fritz Lang. “Aquello fue fruto de una búsqueda y una investigación; esto, una sorpresa, un regalo”. Por esto se refiere al descubrimiento de una versión nueva de El herrero (1922), un corto de Buster Keaton de 19 minutos, que supone el inicio de sus años de gloria, una inspirada época en la que rodó obras maestras como Las tres edades, El héroe del río, El maquinista de la General o El moderno Sherlock Holmes. En los últimos días, al hallazgo se han sumado las apariciones de Too much Johnson, una comedia muda alocada, un slapstick de Orson Welles (en realidad, 40 minutos divididos en tres partes que se proyectaban como prólogos de los tres actos de la obra de teatro homónima), y de siete minutos de The day the clown cried (1972), el filme desaparecido de Jerry Lewis: desaparecido porque el cómico consideraba que era execrable y decidió sepultarlo en el olvido. Pero alguien ha buceado hasta allí y desde pasado lunes se puede ver un fragmento de siete minutos –subtitulados al flamenco- en YouTube.

Todos estos hallazgos emocionan a los expertos, que ven como por culpa de la volatilidad del nitrato, el soporte original de las películas, queda cada vez menos tiempo para encontrar nuevos tesoros. Más del 90% de las películas estadounidenses mudas se han perdido. Del 50% del cine español no queda ni rastro. Muy poca gente –fuera de las filmotecas- se ha preocupado por su conservación ni se ha tenido conciencia de su valor artístico e histórico. Sin embargo, en los últimos años las cosas han cambiado. Por diversas razones: las subastas en Internet han otorgado un valor económico a aquellas viejas latas que alguien encontró en el desván de su abuelo, y los lanzamientos en DVD multiplican el ansía del cinéfilo por saber más y permiten poder comparar diversas versiones de un mismo título: en el cine mudo es muy frecuente que existan de un mismo filme varias copias muy distintas en planos, montaje y duración.

Queda muy poco tiempo y mucho por hacer”, dice Esteve Riambau

Hace unos días, en la inauguración en Madrid de la exposición antológica sobre Georges Méliès, su bisnieta, Madeleine Malthête, que lucha por el legado del cineasta, recordaba cómo había encontrado películas de su bisabuelo en un gallinero belga, incluida una parte de ‘Viaje a la Luna’, que permitió su restauración en color, su formato original. Malthête confesaba que rebuscar, como hacía hace años, en esos desvanes hoy ya no es tan fácil: los dueños prefieren visionar ellos mismos esas viejas latas con película podrida en su interior para ponerle un precio al hallazgo. “Pero es que ese valor es falso. O al menos muy discutible”, cuenta Martín Peña. “¿Quién le puede decir cuánto vale de verdad? El problema económico revienta su distribución. Y en los últimos tiempos han aparecido los típicos vivos buscando películas viejas con las que comerciar. Lo importante es restaurarlas y que la gente pueda verlas”. De la misma opinión es otro historiador cinematográfico, Esteve Riambau, director de la Filmoteca de Catalunya. “Queda muy poco tiempo y mucho que hacer. La conciencia del valor patrimonial del cine nació hace solo 80 años. La explosión de este interés viene motivada por la aparición del DVD. Si la llegada de la televisión hizo que los archivos de los grandes estudios se revalorizaran –había una nueva ventana de emisión con necesidad de contenidos y en España esto ocurrió con la llegada de las cadenas privadas-, el DVD da un valor añadido a los bonus. El coleccionista quiere más y mejor, lo que hace crecer las búsquedas y el valor crematístico de este material fílmico. Sí, ocasionalmente aparecen incontrolados con ansias de negocio”.

Y luego está el cine mudo. Como cuenta Riambau, “se rodaba con dos cámaras: un negativo iba para la exhibición y otro para la conservación. Ya son dos puntos de vista. Además los exhibidores en cada país podían remontar el filme”. Resultado: decenas de versiones de la misma película. “Para complicar la historia había gente como Charles Chaplin, que no paraba de retocar su trabajo y ordenaba la destrucción de los materiales anteriores”. A veces esa película ya había salido del estudio y por tanto estaba incontrolada. Riambau es experto en Orson Welles, otro cineasta sin fin: “De su Mister Arkadin hay hasta siete versiones”. Tantas versiones vuelven un poco locos a los restauradores cinematográficos, que buscan un criterio que seguir, y por eso el último Congreso Mundial de la Federación de Archivos Fílmicos, que se celebró en Barcelona en abril, se centró en las multiversiones.

Jerry Lewis es otro perfeccionista. En el pasado certamen de Cannes, donde se le homenajeó, un periodista le preguntó por ‘The day the clown cried’, rodada en Suecia en 1972, la historia de un payaso que acaba en un campo de concentración por hacer una parodia de Hitler y que se encarga de conducir a los niños a la cámara de gas. “No me gusta hablar de ella, y espero que se quede allí, en el baúl: era mala. La escribí, la dirigí y era mala, porque perdí la magia. Y espero que nadie la recupere. El artista debe tener la posibilidad de tomar esas decisiones”. Esta semana alguien decidió no acceder a sus deseos y colgó siete minutos de la película en YouTube. “Otro título mítico desaparecido es ‘La gaviota’ (1926), escrita y dirigida por Josef von Sternberg, que Chaplin produjo para que la protagonizara su amante, Edna Puirvance. Tras ver el resultado final, Chaplin la destruyó, pensando que era poco comercial”, cuenta Riambau.

Buster Keaton fue un visionario. Como cuenta Martín Peña de su admirado cómico, “guardó copias de sus películas para preservarlas”. En 1952 el actor James Mason, que había comprado la mansión de Keaton en Hollywood, descubrió una estancia oculta con las latas de películas. “A mí me gusta mucho Keaton, y mi socio Fabio Manes y yo, que llevamos proyectando películas antiguas desde hace 25 años, le ponemos mucho”. Manes compró en 2008 en eBay esa copia de El herrero en 9,5 milímetros, pero Martín Peña no la chequeó hasta hace bien poco. “Iba a guardarla en el archivo, y decidí verla. Y de repente vi que la primera mitad del primer acto era distinta a como lo recordaba. Pensé que estaba durmiendo, porque suelo soñar que encuentro una película de Keaton”. La copia tenía los intertítulos en francés, y por eso el historiador John Bengston tras comparar fotogramas de varias versiones de esta comedia y de otros rodajes de 1922, apuesta porque se filmó en 1921, antes de lo que se creía, y Keaton, insatisfecho con el resultado, decidió filmar varias partes de nuevo. “Pero alguna copia ya había debido de salir hacia Europa, y no pudieron recuperarla”. Martín Peña, que no está de acuerdo con la teoría de los dos rodajes, cree que puede que haya más copias como la suya. “Yo me di cuenta porque estoy muy familiarizado con la película, pero puede que otros coleccionistas la hayan visto sin apreciar las diferencias, esos cuatro minutos nuevos y el final alternativo. Además, ese formato de 9,5 milímetros era hogareño, y por tanto muy popular”. Kevin Brownlow, el único historiador cinematográfico con el Oscar honorífico, asegura: “Nunca he visto copias europeas de un filme estadounidense que tuviera tantas diferencias y material distinto. No hay precedentes”. Martín Peña ha proyectado su versión de ‘El herrero’ en su festival Bazofi y el pasado jueves 8 en su programa Filmoteca, de la televisión pública argentina. En Europa podrá verse en octubre en el certamen de cine mudo de Pordenone (Italia), ciudad donde curiosamente –en un giro algo rocambolesco- apareció la copia perdida de Too much Johnson, de Orson Welles.

¿Por qué aparecen ahora esas películas? “Estos son hallazgos de muy alto perfil. Pero todos los días alguien encuentra algo”, dice Martín Peña. “Lo que ocurre es que a quién le importa. Mira, Paula Félix-Didier [directora de Museo del Cine de Buenos Aires, que recién incorporada al cargo permitió a Martín Peña acceder a los archivos a buscar la nueva Metrópolis] encontró hace cinco años en Nueva York una película íntegra desconocida sobre la Guerra Civil española. Y a los periódicos no les interesó”. El tiempo se acaba. El celuloide se desintegra. “Una cosa que he aprendido con los años es que nunca debes dejar una lata sin abrir. Y que la burocracia institucional no te pare. Otro problema es que hace falta gente que sepa tanto manejar el material fílmico (restauradores) como conocer su valor histórico y artístico (estudiosos): muy pocos son expertos en ambos campos”, confiesa Martín Peña. Al cine español aún le queda una mina que explorar llena de maravillas, según apunta Riambau: “En la Cineteca de Moscú tiene que haber material alucinante de la Guerra Civil española. Pero, ¿quién puede obtener los permisos?”. Esa cueva de Alí Babá tendrá que esperar.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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