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'IN MEMORIAM'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Mahmud Ali Makki, erudito egipcio e ilustre hispanista

Fue becado por su país y se specializó en estudios hispanoárabes en la Universidad Complutense de Madrid

Mahmud Ali Makki, en 2005.
Mahmud Ali Makki, en 2005.F. J. VARGAS

Mahmud Ali Makki, prestigioso arabista e hispanista egipcio, falleció el 8 de agosto a los 83 años de edad en Madrid. Fue catedrático de la Universidad de El Cairo, donde fundó el Departamento de Lengua y Literatura Hispánicas; miembro de la Academia de la Lengua Árabe de Egipto, y académico correspondiente de la Real Academia de la Historia y de las Reales Academias de Barcelona y Córdoba. Entre otras distinciones, recibió la Orden de Alfonso X el Sabio. Casado con la arabista española María Luisa Hornedo, tuvo cinco hijas.

Nació en Qena (Alto Egipto), se licenció en Letras en la universidad de El Cairo y posteriormente fue becado por el Gobierno de su país para especializarse en estudios hispanoárabes en la Universidad Complutense de Madrid. Entre sus maestros hispanos destacó Emilio García Gómez, quien le infundió el gusto por la poesía. A partir de su tesis doctoral Ensayo sobre las aportaciones orientales y su contribución a la formación de la cultura hispanomusulmana, Makki brilló en el panorama internacional como historiador de Al-Andalus. Como arabista ha recuperado fuentes históricas y literarias hasta entonces desconocidas. En esa línea de investigación editó el Muqtabis del principal historiador andalusí, Ibn Hayyan, así como obras poéticas e históricas de Ibn Darray, de Ibn Simak y de Ibn Qattan de Marrakech.

Como hispanista, publicó numerosos artículos y algunos libros. Tradujo del castellano al árabe a grandes poetas, como Federico García Lorca, Antonio Machado y Pablo Neruda. De sus traducciones destacan El alcalde de Zalamea, La casa de Bernarda Alba y la novela Doña Bárbara del escritor venezolano Rómulo Gallegos, por la que recibió el premio nacional de traducción en Egipto. Fue asimismo traductor de los jefes de Estado egipcios desde la época de Gamal Abdel Nasser, a quien admiraba.

Enseñó árabe y español en la universidad de El Cairo donde dejó una profunda huella entre sus discípulos y colegas. El hispanismo árabe, dotado de cualificados filólogos, es en parte herencia suya. Durante su etapa como coordinador de las Academias de la Lengua Árabe, colaboró estrechamente con el entonces director general de la Unesco, Federico Mayor Zaragoza.

Desde su época de subdirector del Instituto Egipcio de Estudios Islámicos en Madrid (1956- 1965), participó activamente en la vida académica española publicando artículos de tema andalusí, participando en congresos científicos e impartiendo conferencias. En el homenaje que a través de la revista Éndoxa la UNED le dedicó al gran arabista Miguel Asín Palacios con motivo de la adquisición de su biblioteca personal, escribió un interesante artículo titulado La cultura religiosa en el reinado de Abd al Rahman III. Y en el volumen colectivo Al encuentro de Averroes, que yo coordiné, dio muestras de su saber enciclopédico con un innovador trabajo sobre la aportación al Derecho del filósofo cordobés.

Pero también se sintió atraído por la cultura popular española, en especial por el flamenco, ambiente en el que le introdujo el arabista y músico Elías Terés y fue amigo de grandes cantaores como Pepe el de la Matrona.

En una entrevista a EL PAÍS en 2005 subrayó a contracorriente estas dos ideas: que los musulmanes de España eran tan españoles como los cristianos del norte, y que el fundamentalismo no era exclusivo del islam, sino que se daba también en otras religiones como el judaísmo, el cristianismo y el hinduismo.

Era generoso con todos, de carácter alegre y tranquilo, y apreciaba como pocos la amistad. Modesto y laborioso, tenía una prodigiosa memoria de la que dio innumerables muestras tanto en reuniones académicas como en tertulias. Soportó con estoicismo la enfermedad de los últimos años y mantuvo la lucidez hasta el final.

Egipcio de raíz, España fue su segunda patria. Tal como había deseado, descansa para siempre en tierra castellana. Al final del Ramadán, se consumió su ya débil cuerpo. Recordando los versos de Jorge Manrique, poeta que tanto le gustaba, podemos decir ahora:

Que aunque la vida perdió,

dejónos harto consuelo

su memoria

Andrés Martínez Lorca es catedrático de Filosofía Medieval en la UNED y académico correspondiente de la Real Academia de la Historia.

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