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DON LUIS, EL FANTASMA DE GÉNOVA / 14

Prepárense, que vienen curvas...

Nada, sin solución, aquí me tienes, con la camisa roja, me dijo Gila. Y yo con la negra, acabó la frase Eugenio

José María Izquierdo
fernando vicente

¡¡¡No puede ser, es imposible!!!

En el departamento de contabilidad seguían todos de los nervios, contagiados por mi sucesora, que iba punteando las cifras que leían unos empleados que se sucedían cada ocho horas. Carmen llevaba una semana sin moverse, no quiero explicarles su aspecto, que empeoraba de día en día, alimentada a base de sándwiches de una tienda de Mallorca que está cerquita, y solo se levantaba para lo obvio.

—Folio 3.587, partida a), concepto 72, grapas y grapillas, 168,14 euros…

—¡¡¡Solo partidas por encima de los 100.000 euros, que yo estos 300.000 los encuentro, o dejo de llamarme Carmen…!!!

Vas apañada, Fernanda, me entraron ganas de decir.

El del grito insistía:

—¡¡¡Es que son 500 camisas!!! —gritaba…

Por fin llevaron el papel a Carmen.

—Quinientas camisas de tallas y colores variados, petición expresa de María Dolores de Cospedal, 15.000 euros. Para entregar urgentemente en la cárcel de Soto del Real, Madrid, a nombre de Luis Bárcenas Gutiérrez.

Quizá fue la suma de acontecimientos de los últimos días, pero el desmayo llegó. Se recuperó pronto.

—¿La clave es la buena?

—Verá, doña Carmen, sudaba el contable, la clave es la buena, sí… pero el número de ordenador… es el suyo…

—¿De María Dolores?

—No, no, de usted misma…

Y es que yo había aprovechado un huequito de los que antes les dije para hacer el pedido desde su ordenador. Me lo estaba pasando bomba, que también los fantasmas tenemos nuestros momentos, como bien decía el espíritu de Gila, que siempre estaba con el de Eugenio, que les había preguntado yo por lo del abrigo. Nada, sin solución, aquí me tienes, con la camisa roja, me dijo Gila. Y yo con la negra, acabó la frase Eugenio.

—Que llamen a la secretaria general —ordenó la tesorera—. ¡Rápido, a toda velocidad, que la encuentren esté donde esté!

Dolores de Cospedal no estaba en Génova.

—Pues en Toledo, en el palacio de Fuensalida…

Tampoco.

—En el coche, entre uno y otro.

Tampoco.

—Que busquen si hay alguna procesión cerca, que les tiene mucha afición…

Sabía yo que íbamos a tener un problema con las vacaciones, que aquí nunca se queda nadie. Bueno, Floriano y Hernando. O sea, lo que yo decía, nadie. Esta ausencia de jefes no me gustaba porque me iba a retrasar todo el plan, que yo pensé que con la que estaba cayendo iban a venir más por aquí, pero está visto que estos no perdonan unas vacaciones en Sotogrande…

Como estaba prácticamente seguro de que no iban a encontrar a la secretaria general, ya me había acercado al despacho de Floriano, el segundo en el escalafón. El nudo lo llevaba muy apañado, ocho centímetros le marcaba la regla. El discurso también avanzaba: “En este país todos tendrán que dar explicaciones de lo suyo: Rubalcaba por las presuntas irregularidades en Nóos y Urdangarin por esa consulta soberanista que conduce a la desmembración de esta gran nación que es Cataluña”. Me puse detrás de él, que ahora ya me salía bordada la gracia:

—Ese nudo es un asco, Carlitos —le solté a un centímetro de la oreja con la voz clavada a Rajoy…

Se volvió despavorido. Cuando comprobó que estaba solo, y a punto de recuperar la respiración, volví a acercarme:

—Yo que tú no volvería a decir eso de Dolores, que como se entere la jefa ya verás la que te forma…

Y así fui cercándole, hasta que tiró la corbata y los papeles al suelo y salió del despacho a toda velocidad… Una copa, iba diciendo, una copa…

Solo localizaron a Rafael Hernando como máxima autoridad, que viene a ser como aceptar pulpo como animal de compañía para el Scrabble. En ese momento estaba hablando por teléfono con mi cuñado Antonio, el jefe de todos los asuntos internos de Génova.

—¿Que ha llamado Acebes? Bien. ¿Preguntaba por Arenas? ¿Pero que don Javier lleva días sin venir? ¿Y que Acebes ha preguntado si habíamos solucionado lo del hilo musical y Rigoletto? Está loco, Acebes, está loco… Olvídalo, Antonio, olvídalo…

Así que me puse en contacto con el corpóreo, que estaba imposible…

—…Les estaba contando ahora a estos amigos cómo es eso del heliesquí, que les ha gustado mucho lo de Ereván, Armenia, allá lejos les he dicho —¿dónde cristo dio las tres voces?, me preguntaron, más o menos he contestado— y hasta les he puesto la película con mi hijo en el cine que tenemos por aquí, que ha estado muy amable el baranda de la cárcel, y les he contado a todos cómo es eso de deslizarse por esas pistas vírgenes… Nota se han quedado cuando les he contado lo principal: a 7.000 papiros por barba, pipis míos, que ya estoy aprendiendo el habla del lugar… Qué cosa me ha entrado, oye, ahora aquí en este sitio, aunque estaba mirando yo que si se piensa bien, se podía organizar aquí un tobogán desde la torreta principal…

—Luis, te llamaba para decirte que las camisas están en marcha, pero tenemos un problema porque aquí ya andan todos de vacaciones y voy a poder asustar poco. A pocos, quiero decir. Con decirte que las ruedas de prensa las da Hernando…

—Qué horror. Pues tienes que solucionarlo. Seguro que se te ocurre algo para que regresen los jefes, Luis…

—Bueno, me conecto cuando tenga algo, Luis…

Estaba pensando yo que si… Seguro que funciona… La voy a liar, sí…

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