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DON LUIS, EL FANTASMA DE GÉNOVA / 8

¿Saint Moritz o Soto del Real?

No voy a decirle que tenía una cuenta en Suiza al juez cuando no se sabía que tenía una cuenta en Suiza, ¿no? Es de sentido común

José María Izquierdo
FERNANDO VICENTE (EL PAÍS)

Es mencionar su nombre y ya se me hace la boca agua. La Punta Dufour (Dufourspitze) con 4.634 metros sobre el nivel del mar. El Cervino (4.478), el Dom (4.545), el Weisshorn (4.506). ¿Y el Mont Blanc? Por supuesto, el Mont Blanc. Esas montañas, esos picachos nevados. Allí te encuentras cerca del cielo, las estrellas al alcance de la mano. El corazón se abre y los sentimientos encuentran el camino de ayudarte a ser mejor.

Sí, bueno, es verdad que luego están al lado Zúrich y Ginebra. ¿Bancos, dicen? Cierto, sí, están el Dresdner Bank y el Lombard Odier, por ejemplo. Unos cuantos millones en cuentas de esos bancos, sí. Pero vamos, que era solo por aprovechar el viaje, que yo iba al país alpino para reencontrarme conmigo mismo, el cielo límpido, la comunión con la recia naturaleza de las montañas…

Y a esquiar, también a esquiar, que me pirro por un buen eslalon. Ya sé que tengo la casa en Baqueira Beret, pero dónde va usted a comparar con Zermatt, Davos, o, sobre todo, Gstaad, Saint Moritz y Verbier… Allí sí hay gente que merece la pena, banqueros, empresarios, ladrones de guante blanco, modistos defraudadores de Hacienda, deportistas dopados, viudas asesinas… Personalidades interesantes, vamos, que en Baqueira te encuentras con un charcutero de Casa Tarradellas o un dueño de supermercados —¡supermercados!— como Roig. Que mucha pasta, sí, pero qué diferencia de clase…

Allí, por ejemplo, te calzas unos esquíes Carradan, Ferrari o Dynastar, y lo aprecian en lo que valen. En lo que cuestan, para decirlo mejor. De ropa no quiero aburrirles, que seguro que ustedes no distinguen una chaqueta Dainese de una Maloja. Y ya que hablo de ropa, esto del abrigo… Bueno, va, no perdamos más el tiempo, que quería yo contarles lo del telesilla, que hay que ver qué frustración, con la ilusión que me hacía.

Le iba a pedir los planos a Pío García Escudero, que para eso es arquitecto y además está lo de la pasta flora, no me obliguen a repetir lo que ustedes ya saben, que tampoco quiero hablar del crédito, devolución en cómodos plazos, pero al final me los hice yo solo en el despacho mientras hacía esperar a los de una inmobiliaria, que esos eran los que más aguantaban, horas y horas sin que se les fuera la sonrisa de la cara.

—No se preocupe don Luis, si yo espero otras tres o cuatro horas, decían. Incluso un día, o una semana… Que esa obra de Alcorcón…

La cosa era sencilla. Se trataba de hacer una pista de esquí desde la séptima planta de Génova hasta el garaje. ¿Un lío? Qué va, si era muy sencillo, bastaba con quitar unos cuantos despachos que nadie usaba, y ya. Una monada que nos iba a quedar… Hasta le había diseñado una claraboya por fuera del edificio, para que el motor de la cosa quedara airoso. Un día invité a Baqueira a todos los mandamases del partido porque había pensado poner también un telesilla, que yo sí subo las escaleras hasta el sexto andando, pero no sé si la Báñez, por no hablar de Cañete… Nos lo pasamos muy bien ese fin de semana.

—Ánimo Cristóbal, que llegas al telesilla, un saltito y ya…

Es que era incapaz, y no vean el cachondeo de todo el mundo. Sobre todo de Guindos. No sé por qué. Bueno, de todos, no, que a Soraya no le hacía ninguna gracia… Tampoco invité a Aznar, que ya sé que lo de la altura del telesquí… Noté enseguida que la pista en Génova estaba complicada, y eso que engordé un poquillo los sobres ese mes, no por nada, no se vayan a creer… Y claro, no se animaban a decirme que no, aunque les parecía un poco loco. Total, que convencieron a mi cuñado para no hacerla… Una pena, que ya me veía yo bajando hasta el garaje con mi estilo impecable, para admiración de jefes y jefecillos…

—Me alegro que no hagas la pista, Luis, me dijo Mariano, que enseguida le pillé el tono de coña.

Las cuentas. Ya se lo dije el primer día al juez Ruz, que el tío es un sieso y te mira con cara de no entender nada.

—Evidentemente tenía que negarlo en el otro Tribunal, no voy a decirle que tenía una cuenta en Suiza al juez cuando no se sabía que tenía una cuenta en Suiza, ¿no? Es de sentido común.

Es que hay que explicarles todo. Como si uno fuera diciendo por ahí tengo cuentas en Suiza, tengo cuentas en Suiza. Pues no. Y si te pillan te han pillado, que ahí tienen a mi corpóreo en la cárcel —¡ese 27 de junio!— de Soto del Real. Que por un poquito no coincide allí con Miguel Blesa, un buen amigo. Una lástima, que podían haber hablado de sus cosas, que si la ruina de Caja Madrid, que si Esperanza…

Ahora que caigo todavía no les he hablado de Esperanza Aguirre. Pues lo mismo un día de estos…

El corpóreo, que se comunica conmigo telepáticamente, ya saben, me está mandando mensajes ahora mismo. Como anda de los nervios, le atiendo con premura.

—Se van a enterar los que se tienen que enterar, dice retorcido.

Siempre oigo un crac, crac, crac. Debe de ser la navaja carraca de 13 centímetros que lleva a la montaña.

No sé para qué la querrá.

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