Vivir en el infierno
Isabel Muñoz, autora de la foto, es defensora feroz de los derechos humanos
La limpieza que sugiere esta imagen se encuentra lejos de la verdad que oculta. Cuando Isabel Muñoz viajó por primera vez a Phnom Penh, Pol Pot y sus campos de exterminio ya habían desaparecido.
En el país imperaba el toque de queda, las familias habían sido diezmadas y los caminos se encontraban regados de minas. En 1996, las atrocidades de los jemeres rojos ya se conocían pero los responsables del genocidio camboyano todavía no habían sido juzgados. Sin embargo, el tiempo había empezado a cicatrizar algunas heridas. La danza Apsara ya no estaba prohibida. Las bailarinas habían sido exterminadas en su mayoría, pero una nueva generación empezaba a brillar, tras años de sacrificios.
La caída del régimen de los Jemeres Rojos, en 1979, facilitó la apertura de la escuela de Nom Pen y bailarinas, educadas en esa tradición milenaria, como la que torsiona su mano ante la cámara, una joven de apenas 17 años, destacaban en los salones. Tan bella como llena de vida. Así era la primera bailarina cuando posó feliz para la cámara de Isabel Muñoz. Su arrebatadora belleza atrajo la atención de un político que no cejó hasta convertirla en su amante. La vida parecía sonreírle cuando fue asesinada. Nunca se detuvo al culpable. Para la autora de la foto, defensora feroz de los derechos humanos, la imagen vale como un relicario: “Representa a toda la gente que sufre, un canto contra la impunidad y la injusticia”. De entre los miles de negativos, Isabel Muñoz guarda esta imagen enmarcada en el salón de su casa.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.