León Ferrari, o la provocación como arma estética y política
Sus polémicas pinturas y esculturas ponen en solfa la violencia y la intolerancia y llegaron a ser condenadas como blasfemas por el entonces cardenal Bergoglio, actualmente papa
Uno de los mayores maestros del arte argentino, León Ferrari, murió el pasado día 25 en Buenos Aires, su ciudad natal, a los 92 años. Pintor y escultor conceptual, innovador y provocador, escandalizó a la Iglesia católica, y al propio papa Francisco, con sus obras que cuestionaban la moral sexual y la complicidad del cristianismo con la violencia. También atacó la intolerancia, las guerras, el imperialismo y el autoritarismo, como el de la última dictadura militar de su país (1976-1983) que hizo desaparecer a uno de sus tres hijos. En su carrera transitó por la escritura abstracta, las esculturas e instalaciones políticas, el arte postal, la heliografía, el videotexto y los collages.
Ferrari ganó el León de Oro de la Bienal de Venecia en 2007, a sus 87 años. Lo obtuvo gracias a una retrospectiva en la que se exhibieron sus intervenciones artísticas sobre las portadas del diario del Vaticano, L’Osservatore Romano, y su obra más conocida, La civilización occidental y cristiana, que consiste en un avión de guerra de EE UU que lleva encima un Cristo crucificado. Ferrari había presentado aquella obra, una crítica a la guerra de Vietnam, para el porteño premio Di Tella en 1965, pero fue rechazada.
En 2004, aquella y otras piezas, como vírgenes en botellas de vidrio, Madonna desnuda frente a Juan Pablo II o preservativos con la imagen del papa de aquel tiempo, fueron expuestas en el Centro Cultural Recoleta, que depende del Ayuntamiento de Buenos Aires. Aquella muestra que recorría 50 años de carrera de Ferrari lo lanzó a la fama fuera de los círculos de artistas que ya lo admiraban en Argentina y Brasil, donde se exilió tras el golpe militar de 1976 y hasta 1991. Católicos conservadores comenzaron a manifestarse en contra de que se inaugurara, algunos de ellos atacaron sus obras en los primeros días de muestra, organizaron misas de repudio y hasta el entonces arzobispo porteño, Jorge Bergoglio, el actual Francisco, manifestó su “dolor” por la “blasfemia” y la “burla a los valores religiosos y morales de los argentinos” y cuestionó que la exposición fuese organizada por un centro estatal. Una juez llegó a cerrar la muestra por “lesionar” el “sentimiento religioso”. Un tribunal de segunda instancia la reabrió y 70.000 personas se agolparon para verla. Pero a principios de 2005 Ferrari decidió cerrarla ante las reiteradas amenazas de bomba.
“Siempre digo que le debo la fama a Bergoglio”, bromeaba Ferrari, que a partir de aquella polémica también logró reconocimiento internacional, con exhibiciones en el Museo de Arte Moderno (MoMA, según sus siglas en inglés) de Nueva York y en el Reina Sofía. “Las figuras que se venden en las santerías no son, a mi criterio, las de los verdaderos Jesús y la Virgen y solo representan a los personajes que describen los creadores del cristianismo. Del mismo evangelio se deduce que una persona con ideas socialistas, preocupado por los pobres y que nos aconseja amar a nuestro prójimo, como dice era Jesús, no puede amenazar a ese prójimo con la tortura”, declaró Ferrari, fundador del Club de Impíos, Herejes, Apóstatas, Blasfemos, Ateos, Paganos, Agnósticos e Infieles.
Hijo de un arquitecto que construía iglesias y de una profesora de cerámica, León había nacido el 3 de septiembre de 1920. En la década de los cuarenta se graduó de ingeniero industrial y se casó con Alicia Barros Castro, su mujer de toda la vida, con quien tuvo tres hijos: Marialí, Pablo y el desaparecido Ariel. En los cincuenta comenzó su carrera artística en Italia, adonde había viajado por cuestiones familiares, y experimentaba con cerámica, yeso, cemento, madera y alambres. En los sesenta elaboró sus primeras obras que cuestionaban al poder político y religioso. En la dictadura militar que sufrió Argentina entre 1966 y 1973 debió esquivar la censura para continuar con obras como su homenaje al Che Guevara y se exilió en Brasil, donde realizó incursiones en el arte postal, la litografía y las microfichas. En los ochenta hizo sus Relecturas de la Biblia, yuxtaponiendo imágenes religiosas, contemporáneas y de la erótica oriental. A finales del pasado siglo le llegó el turno de las series Braille, poemas de Jorge Luis Borges escritos en escritura para ciegos sobre desnudos de Man Ray. Colaborador de las organizaciones de defensa de los derechos humanos, deja una tremenda herencia al arte mundial.
Babelia
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