_
_
_
_
CINCO PECADOS TROPICALES / 3

Un miércoles en México

Un buscador de libros de México D.F., ayuda al escritor a encontrar el 'Informe contra mí mismo'

Ilustración: Raquel Marín.
Ilustración: Raquel Marín.

Tengo un amigo en México, Sanseverino, a quien acudo siempre para buscar libros que no se consiguen. Como vive en el monstruoso y magnífico Distrito Federal, DF, cada vez que me agobia la ausencia de alguna edición mexicana que no encuentro en España ni en el resto de América, le escribo para que me ayude. Así he hallado tesoros como Laurel,antología de la poesía moderna en lengua española, esa maravilla publicada en 1942 por Séneca (la editorial de Bergamín y del exilio español) y en la cual por peleas de poetas están Juan Ramón y Borges, pero no está Neruda, y lo más estupendo es que su ausencia no se nota, pues la suplen Machado, Barba Jacob y Unamuno. En fin, libros así son los que me consigue Sanseverino, libros raros e importantes donde la poesía y la política entran en disputa.

Pues bien, hace poco me entró el ataque por leer el Informe contra mí mismo de Eliseo Alberto, otro libro en el que la literatura y la política son protagonistas, pues en él el hijo de Eliseo Diego denuncia muchos absurdos del régimen cubano, entre cómicos y trágicos. El libro no debería ser raro, pues se imprimió en México hace apenas 16 años, pero lo es, o al menos yo no he podido encontrarlo en ninguna de las librerías de viejo que frecuento por todo el continente (ni en Buenos Aires ni en Santiago ni en Quito había podido hallarlo), así que acudí al que es siempre mi último recurso: Sanseverino.

“Te lo tengo, pero no sabes lo que me ha costado. Y tampoco te imaginas lo que me ha dado. Te lo tengo, pero no te lo tengo. Abrazos, Sanseverino”. Este fue el primer mensaje que recibí de él, bastante ambiguo, el miércoles 10 de julio del presente año, enviado de afán desde su móvil. Al otro día me explicó lo sucedido: “Cuando llegué al Burro Culto, mi librería secreta en la Colonia Condesa, Max Ramos, el librero, no había abierto todavía, pero en el patio del conventillo había una muchacha venezolana bellísima, de nombre Maruela, que estaba esperando también a que abrieran. Es curioso, cuando nos presentamos yo insistía en decirle a ella Manuela, y ella insistía en llamar la librería el Burro Oculto. Mientras aclarábamos estas dudas fonéticas llegó Max. Y aquí viene la gran coincidencia: ¡Ella y yo estábamos buscando el mismo libro, aunque yo por tu cuenta: Informe contra mí mismo, de Eliseo Alberto!”.

Encontré el libro antes que Maruela.Y anoche dormí (o mejor, no dormí) con ella

“Max es un hombre joven, de perilla y pelo muy negros, al mismo tiempo adusto y risueño, y al ver la coincidencia nos dijo: ‘Sé que tengo el libro, pero en un único ejemplar. El primero que lo encuentre se lo lleva’. Maruela y yo nos miramos con falso odio, con un odio teñido de simpatía y de complicidad —esas cosas se sienten—. Tengo que decirte que la competencia fue desleal; yo voy casi todas las semanas al Burro Culto, y en cambio para Maruela esta era la primera vez; quiero decir que yo sabía en cuál de las salas de la librería buscar. Y efectivamente, después de menos de diez minutos, ya tenía en mis manos el libro, tu libro”.

“Me le acerqué a Maruela por la espalda, para confesarle mi hallazgo. No podía estar más despistada; se había concentrado en el cuarto de la cama con dosel (siempre en una librería de viejo que se respete debe haber una cama, y ojalá muy grande), que lo único que tiene es literatura erótica. La pobre estaba mirando viejos tomos de La sonrisa vertical, imagínate. ‘Maruela, lo siento, ya lo encontré’, le dije. Se giró: ‘¡Muéstramelo!’. Se lo pasé. ‘¡Pues no te lo devuelvo, es mío; puedes pedirme a cambio lo que quieras y te lo concedo, pero el libro es mío!’. Eso me dijo, desparpajada en el robo y en el ofrecimiento. No quiero entrar en detalles, Héctor, porque los caballeros no tienen memoria. Solo te digo que en el cuarto de la inmensa cama, mientras Max leía en la habitación en penumbra donde le gusta leer, bajo un solo bombillo, nos dimos un primer beso. Y anoche dormí (o mejor, no dormí) con ella. Así pues que, aunque te encontré el libro, e incluso lo pagué, ya no podré mandártelo. Te lo seguiré buscando. Si cada encargo tuyo me depara sorpresas así, te estaré agradecido toda la vida. Un fuerte abrazo y no me envidies mucho, que la envidia sube la bilirrubina y es dañina para el hígado, Sanseverino”.

Nadie es extraño en la Red, y menos con ese nombre. Busqué a Maruela, venezolana, y entre Facebook y Twitter no solo vi sus fotos (hermosas, ay) sino que conocí algunos de sus secretos. La muchacha hace una tesis en ciencias políticas sobre la Cuba de los años ochenta y para ella el libro de Lichi es fundamental. Tal vez algún lector generoso, alguna lectora inquieta, sepa encontrar otro ejemplar del Informe contra mí mismo para mí.

Héctor Abad Faciolince, escritor colombiano. Su última obra es Testamento involuntario.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_