La India de Rushdie
Más allá del hilo conductor cronológico, es incapaz de componer una verdadera cosmovisión
Películas y series tan distantes en calidad y objetivos como Forrest Gump, Aquellos maravillosos años, Cuéntame o Vida difícil, Novecento, La mejor juventud y Baarìa han intentado atrapar la historia, con mayúscula, a través de la fuerza de la historia, con minúscula; abrazar los acontecimientos político-sociales de un país con una familia como mediadora del conflicto, como centro de un discurso emocional que dinamita por dentro sin perder de vista las acciones de fuera. Una dinámica ejercitada también, en otro lenguaje, por numerosas novelas de diversos países (los Episodios nacionales, sin ir más lejos), y en la que entraría sin duda Hijos de la medianoche, reputado texto de Salman Rushdie que abarca 60 años de la historia de India, adaptado por él mismo al cine en su primer guion, bajo la dirección de Deepah Mehta.
HIJOS DE LA MEDIANOCHE
Dirección: Deepa Mehta.
Intérpretes: Satya Bhabba, Shahana Goswami, Rajat Kapoor, Seema Biswas, Shriya Saran.
Género: drama. Canadá, 2012.
Duración: 146 minutos.
Como en Vida difícil o Cuéntame, Mehta utiliza el recurso de los documentos auténticos, cinematográficos, periodísticos, para ir engarzando Historia e historia. Sin embargo, más allá del hilo conductor cronológico, es incapaz de componer una verdadera cosmovisión, porque cada cual va por su lado. Película-río de carácter más grande que la vida, de un exotismo acaramelado sin apenas complejidad, recorre la independencia del imperio británico, la separación sucesiva de Pakistán y Bangladesh, las primeras pruebas atómicas, el asalto del Ejército de Indira Gandhi al pueblo sij, y la nueva era tecnológica, pero pocas veces estos hechos enlazan con naturalidad con el elemento dominante, la epopeya familiar, de raíz folletinesca, con lo que el sustrato político se queda en pincelada. La visualización por parte de Mehta del componente mágico, casi a la manera del García Márquez de Cien años de soledad, se antoja, como mínimo, intrascendente, con esas auras de santidad tan poco creativas.
Babelia
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