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El chamamé pide cancha entre la juventud

Desde la creación del laboratorio Chamamé Rave, el popular género folclórico se acerca a un nuevo público a través de la cultura digital

Lo que en 2011 comenzó como un ensayo acerca de la provocación, el delirio y la diversión en la cultura popular en tiempos del 2.0, paulatinamente tomó seriedad y se transformó en una lucha entre dos polos totalmente opuestos en busca del equilibrio. La Chamamé Rave es un laboratorio artístico en el que costumbre y modernidad persiguen un espacio común. Su flirteo ha derivado en una revisión e incluso actualización de la tradición local. Se creó como escenario alternativo del Rock in Río del género folclórico representativo de la zona oriental de Argentina. La Fiesta Nacional del Chamamé, organizada en la ciudad de Corrientes y que en enero de este año alcanzó su vigésima tercera edición, toma tanta fuerza y personalidad que es en la actualidad un movimiento que engloba a varios colectivos de la región, formados no sólo por jóvenes exponentes musicales, sino también por artistas visuales.

“La Chamamé Rave es una consecuencia de lo que está sucediendo con la música de raíz nacional, pues plantea un encuentro generacional entre los ritmos tradicionales y las nuevas tecnologías, que fue algo que se produjo hace poco tiempo y que desencadenó la aparición de estas propuestas”, explica Gabriel Plaza, periodista argentino, curador artístico y dj, quien a través de su alias DJ Inca le inyectó un matiz autóctono y popular a las pistas de baile locales. “La Región del Litoral (comprende las provincias de Corrientes, Misiones, Entre Ríos, Chaco, Formosa y Santa Fe) es una zona que está abierta a recibir ofertas como ésta, y más en esta época en la que la juventud se encuentra tras la búsqueda de la novedad. Eso fue el detonador para que haya nacido una fiesta electrónica vinculada con la cultura del chamamé, donde el componente musical interactúa con otras expresiones artísticas, y a la que asiste publico con información y que no es precisamente el que consume ese estilo folclórico”.

La Chamamé Rave es una consecuencia de lo que está sucediendo con la música de raíz nacional

Chau Campeón es uno de los protagonistas de esta asonada. Conformado en 2011, este colectivo correntino le dio una vuelta de tuerca a las alternativas musicales de la homónima capital provincial, a partir de la organización de fiestas que han sacudido los conservadurismos propios de la ciudad. “Corrientes es muy vieja y burguesa, acá el apellido dice quien sos”, comparte DDb Visual, alias de Digo Benítez, uno de los creadores de este combinado de artistas del que también forman parte Mad Era y Chamigo Sound System. “Si bien el gobierno local tradicionalmente promocionaba el chamamé y el carnaval, nos empezaron a llamar para actuar en el circuito sin tener idea de lo que hacíamos. La Chamamé Rave (en la que a Chau Campeón participa desde la segunda edición) causó controversia de parte de los ortodoxos del género porque cuestionaron que el evento se fundamentara musicalmente en la corriente sonora, aparte de que tildaron de blasfemia la fusión. Este hecho provocó que se creara un debate que ayudó al evento a ganar el apoyo de gente muy importante de la escena”.

Si bien la idea principal del evento, que ya cuenta con tres ediciones, era servir de vitrina en el diálogo entre chamamé, la electrónica y la cultura digital, el Instituto de Cultura de Corrientes, dirigido por Gabriel Romero, creador de la inclusión de esta iniciativa en la Fiesta Nacional del Chamamé, redobló la apuesta y, desde 2012, inauguró el Chipacity, otro escenario alternativo, pero dedicado al costado más psicodélico y rockero de la música litoralense, aunque no sólo en lo musical, sino en lo estético. “A partir de ese momento, mucha gente se sintió contenida porque el noroeste argentino estaba desconectado del resto del país”, afirma Marco Ramírez, líder de NdeRamírez, grupo de la ciudad de Formosa que alentó la fundación del colectivo Mamboretá. “Nuestro sonido está influenciado por el acervo sonoro guaranístico (NdelR: el guaraní es el segundo idioma de la zona, detrás del español). A pesar de que es una región inhóspita, donde no hay muchos espacios, ha desarrollado epicentros culturales que tienen en Resistencia el más importante, al igual que un off o un under”.

la idea principal del evento era servir de vitrina en el diálogo entre chamamé, la electrónica y la cultura digital

El disco Carnabalito de Gaby Kerpel estrenó en 2001 la escena argentina del folclore digital, que se fortaleció a mediados de la década pasada con la aparición de artistas como el grupo Tremor (integrante del colectivo porteño ZZK, cuyo brazo folk contiene asimismo al proyecto Lagartijeando), y se institucionalizó en 2010 con el ciclo La Peña Eléctrica. Aunque la rave chamamecera y su hermano lisérgico son hoy los nuevos componentes del movimiento, los integrantes de estas expresiones, a diferencia de las demás articulaciones de esta avanzada, no tuvieron que padecer el desarraigo debido a que el hazlo tú mismo y la posibilidad de acceder a la tecnología les permitieron crear desde sus lugares de origen. “Si bien es cierto que vienen a Buenos Aires a presentar su material, esta movida logró generar una dinámica propia que les permite sobrevivir”, apunta Plaza. “Cuando se produjo el boom del chamamé, en los años 40 y 50, los músicos se mudaron a la Capital porque grababan para EMI o Columbia, y vendían 2 millones de copias. Pero ya eso es pasado”.

De la misma manera que en sus orígenes comenzaron a aparecer condimentos culturales españoles y especialmente alemanes, como el acordeón y el bandoneón, el chamamé parecía estar encaminado hacia un nueva era de renovación, esta vez contextualizado en el arrebato moderno que experimentan los ritmos populares latinoamericanos, comandados por la cumbia. “Es algo experimental que no se sabe en qué terminará”, reflexiona DJ Inca. “Pese a que hay actores que trabajan esta propuesta hace rato, de los que destaco al dúo Tonolec, que se mudó a Buenos Aires, y aborda las tradiciones de los pueblos originarios de la región, esto es un caldo de cultivo para probar. Hay materia prima, y mucho potencial”.

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