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crítica de 'insensibles'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La cicatriz nacional

Juan Carlos Medina encuentra un tono perfecto, más atento a la atmósfera y a la precisa articulación narrativa que al golpe de efecto

Ilias Stothart, el niño que encarna al protagonista, en su infancia, de 'Insensibles'.
Ilias Stothart, el niño que encarna al protagonista, en su infancia, de 'Insensibles'.

Insiste el tópico en que hay demasiadas películas sobre la Guerra Civil —y sus consecuencias, que aún perduran—, cuando, en realidad, habría que plantearse que quizá hay bastantes películas sobre la contienda, pero nunca las suficientes, a la espera, siempre, de esa improbabilidad: la película definitiva, quizá tan quimérica como esa inasible gran novela americana. Profundo trauma colectivo que, si la memoria sigue en su sitio, no tiene otro remedio que convertirse en herencia transferida de una generación a otra, la Guerra Civil sigue abierta. Bajo el lejano influjo de la insoslayable El espíritu de la colmena (1973), diversos trabajos han lidiado con el trauma partiendo de los modos y estrategias de uno de los géneros más afines a una generación formada en las claves del cine espectáculo: resulta llamativo que fuera un mexicano, Guillermo del Toro, en cuya educación sentimental concurrió la figura del exiliado español, quien abriese el fuego con El espinazo del diablo (2001) y El laberinto del fauno (2006), marcando un camino transitado por títulos como la excéntrica No-Do (2009) y la muy débil Intrusos en Manasés (2010). Insensibles,debut en el largo de Juan Carlos Medina, se suma al fenómeno aportando un gratificante toque de distinción.

INSENSIBLES

Dirección: Juan Carlos Medina.

Intérpretes: Álex Brendemühl, Juan Diego, Tomás Lemarquis, Ilias Stothart, Ramon Fontserè, Silvia Bel.

Género: terror. España-Francia, 2012.

Duración: 100 minutos.

En Insensibles, un neurocirujano (Álex Brendemühl) indaga en su propio origen tras un accidente y encuentra una metáfora lúcida y terrible: un pasado de niños inmunes al dolor y, entre ellos, uno que pasará de la autolesión sanguinaria a convertirse en instrumento de tortura al servicio de un poder atroz. Medina encuentra un tono perfecto, más atento a la atmósfera y a la precisa articulación narrativa —conviene mencionar el papel de Luis Berdejo como coguionista— que al golpe de efecto y a los vicios expresivos de cierto terror español. Un debut modélico, que se sitúa muy lejos de la frivolidad.

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