Los novilleros son un problema
Son pocos los que despiertan interés Se organizan pocas novilladas y, desde que subió el IVA, menos La fiesta tiene un oscuro futuro
Los novilleros se han convertido en un serio problema para la fiesta. No hay ninguno que ilusione de verdad por su personalidad. Los que despuntan, que son pocos, no interesan. Los que consiguen mantenerse a pesar de las dificultades tienen sobrados motivos para el aburrimiento, y cuando se les presenta una ocasión, se les echa a los leones. Conclusión: la fiesta tiene un oscuro futuro.
Primer problema: son muy pocos los novilleros que despiertan interés. Segundo: se organizan pocas novilladas y, desde que subió el IVA, menos. Los de cabeza se las ven y se las desean para tocar un pitón, y, cuando tienen una oportunidad, como ayer mismo, luchan sin cuartel con una novillada correosa, dura, difícil y sin clase. Y vuelta al empezar. Como no han estado bien, vuelven a los entrenamientos con la agenda vacía y los sueños rotos. Y esperanza, siempre esperanzados, en que la próxima sea el trampolín que andan buscando hace años.
Gonzalo Caballero debutó el año pasado con picadores y se puso en boca de la gente por su valor y buenas maneras. Triunfó en Sevilla y Madrid y, curiosamente, solo le ha servido para volver a Sevilla y Madrid. Y, como no ha triunfado, deberá comenzar desde cero. Lo más normal es que Caballero se canse y abandone.
Ovaciones y pitos
Honor y gloria para Ángel y José Otero y Lipi con las banderillas.
Una novillada excesivamente dura y correosa cercenó la ilusión de los novilleros.
Ayer, estaba anunciado en una novillada de Nazario Ibáñez que salió dura como el pedernal, desclasada, amiga de los arreones, y cuando alguno embestía lo hacía con la cara a media altura y sin entrega. Y Caballero no decepcionó. Por el contrario, confirmó las buenas vibraciones que dejó en su anterior comparecencia —hace ya un año—, y demostró que tiene vocación, buenas maneras, que maneja con mucha soltura los engaños, que es valiente, que se la juega sin cuento… Pero de poco le servirán las credenciales.
Aguantó con decisión y firmeza la codicia de su primero, que embestía con la cara alta, y le permitió demostrar que es imaginativo, y que tiene capacidad para pensar en la cara del novillo. Mejoró, si cabe, su actitud en el quinto, un manso descarado, muy deslucido, con el que se mostró valeroso en todos los terrenos. Al final, fue ovacionado en su lote; es decir, nada. Su tremendo esfuerzo no le servirá para nada. Téngase en cuenta que en la temporada pasada, que era una novedad interesante, llegó a matar 17 novilladas, un escasísimo número para todo un año.
IBÁÑEZ / SANLÚCAR, CABALLERO, VALENCIA
Novillos de Nazario Ibáñez, correctos de presentación, mansos, descastados, duros y correosos; encastados segundo y cuarto.
Álvaro Sanlúcar: estocada caída (silencio); media caída (silencio).
Gonzalo Caballero: pinchazo, casi entera tendida y contraria —aviso— y dos descabellos (ovación); pinchazo y media baja (ovación).
César Valencia: estocada (silencio); estocada (silencio).
Plaza de Las Ventas. 20 de mayo. Duodécimo festejo de feria. Tres cuartos de entrada. Se guardó un minuto de silencio en memoria de Pepe Luis Vázquez.
Pero Álvaro Sanlúcar, que debutó con picadores en marzo del año pasado, ha lidiado nueve novilladas. Y llega a las Ventas, como un privilegiado, ante una novillada dura que es la cara o la cruz de su carrera; y, posiblemente, sea su calvario. Parece que tiene condiciones y no le falta valor. Quitó por ajustadas gaoneras a su primero, que se le derrumbó a todo lo largo en los primeros compases de la faena de muleta. Quedó inédito porque su oponente no valía nada. Brindó la muerte del segundo, le bajó la mano, mandó y ligó una primera tanda de redondos muy estimables. Después, se dejó pisar la tela y la perdió en dos ocasiones por falta, quizá, de picardía. A partir de entonces, bajó la intensidad de la faena, y su toreo fue mecánico y sin gracia. Fue una labor de más a menos que, a final, quedó en nada. Otro chaval con incierto futuro.
Y el venezolano César Valencia lleva también un año con los picadores y en 2012 llegó a lidiar cuatro novilladas. Y con este bagaje se las vio ayer con el viento, que sopló con fuerza, y dos marrajos de primera especial. Su primero era adicto a los arreones y complicado de verdad. El sexto, un novillo regordío, manso de libro, que huyó de su sombra, que miraba y medía al torero con auténtico peligro, y allí anduvo el muchacho tragando quina a sabiendas de que no había nada que hacer, pero mucho que demostrar.
Fue el suyo un examen excesivamente complicado Y, como tampoco triunfó, ahora le dirán que espere al próximo tren, que no tiene fecha de llegada. Futuro incierto, muy incierto, pues, para la novillería andante. Pocas posibilidades existen para los más jóvenes y las que hay muy duras. Así no habrá futuro.
Hubo otros toreros en la plaza; de plata y de mucha categoría. Ángel Otero, valentísimo con las banderillas, ante los arreones del tercero; José Otero, torerísimo, a la hora de banderillear al manso sexto. Y Lipi colocó un magnífico par al segundo, dejándose ver y cuadrando en la cara del novillo. Subalternos hay de categoría, pero a este paso se quedan sin trabajo.
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