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Más allá del panfleto, la reflexión

El brasileño Cildo Meireles, uno de los artistas conceptuales más relevantes, expone sus instalaciones políticas en el Reina Sofía

Cildo Meireles, artista plástico brasileño, fotografiado en el Palacio de Velazquez.
Cildo Meireles, artista plástico brasileño, fotografiado en el Palacio de Velazquez.Bernardo PÈrez

Sobre un suelo alfombrado por 20.000 huevos de madera se extiende un techo formado por 50.000 balas. La instalación, bautizada con el nombre de Amerikka, es la denuncia del artista brasileño Cido Meirelles de las justificaciones de la violencia de la Asociación Nacional del Rifle de Estados Unidos. Meireles (Río de Janeiro, 1948) controlaba la semana pasada al detalle cada uno de los movimientos de los operarios encargados de reconstruir esta pieza, nunca expuesta en España. Forma parte del centenar de obras de la antológica que a partir del 23 de mayo el Reina Sofía le dedica en el palacio de Velázquez del Retiro, en Madrid.

Amerikka es un buen resumen de las aspiraciones éticas y estéticas de Meireles. Mezcla de investigación, filosofía, poesía y deslumbrante belleza, sus dibujos, esculturas, pinturas e instalaciones lo han convertido en un referente del arte conceptual. “Son trabajos que han acompañado toda mi vida y estoy disfrutando mucho viendo como renacen en este bello espacio”, explica. La exposición viajará en octubre a la Fundación Serralves de Oporto y en primavera se exhibirá en el hangar Bicocca de Milán.

La exposición durante cuyo montaje se celebró el encuentro es consecuencia del premio Velázquez logrado en 2008. El núcleo está formado por sus instalaciones más contundentes y conocidas, escogidas conjuntamente con su amigo y comisario de la muestra, João Fernandes, subdirector del Reina Sofía.

En Abajur (2010), presentado en la Bienal de Sao Paulo, una lámpara gigante rodeada de imágenes marinas se enciende mediante una dinamo activada con el esfuerzo de los visitantes, en otra prueba del interés de Meireles en la contemplación activa de la obra de arte. Y si Olvido (1987) es un particular tipi (tienda típica de los indios nativos americanos) formado con 6.000 billetes de países americanos colocados sobre miles de fémures de buey, dentro del perímetro delimitado por 70.000 velas, Marulho, contiene miles de libros de tonalidades azules que recrean un océano visible desde una enorme plataforma elevada de madera.

El gusto por el concepto y la crítica política confluyen en cada pieza. Aunque no siempre fue así: “Al principio estaba más preocupado por los espacios y por la investigación. Siempre comprometido, claro. Pero, en 1969, tres horas antes de que se abriera mi primera gran exposición el Museo de Arte Moderno de Río, el museo fue fue cercado por la policía política y ordenaron el desmantelamiento de todo”, recuerda. “La reacción interna y externa fue inmediata y mi radicalización definitiva”.

Las dictaduras que en los setenta asolaban el continente latinoamericano y el imperialismo de Estados Unidos se colocaron desde entonces en su punto de mira. Una de sus piezas más famosas, incluida en la exposición, está dedicada a la idea del imperialismo simbolizado en una Coca-Cola. Como ejemplo de transgresión de la realidad, cogió un número indefinido de botellas a las que colocó un logo en el que se leía “Yankees go home” y las puso de nuevo en circulación.

El capitalismo sigue siendo en el centro de sus preocupaciones. “En Brasil somos expertos en crisis y lo que puedo decir es que no es verdad que haya crisis del capitalismo. Los poderes financieros seguirán igual o más enriquecidos. La crisis la sufren los pobres y las clases medias”.

Y el arte... ¿Qué puede hacer, si es que puede hacer algo, en todo esto? “Me coformo con que la gente sepa que siempre se puede empezar de cero. No se transformarán grandes cosas, pero si una o dos personas salen conmovidas, yo estaré contento. El arte tiene que seguir criticando a la política. Huyo del panfleto, pero quiero reflexión”.

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